Mi hijo entró a los terribles dos años de edad. ¿Cómo lo educo?

"¿En qué momento mi hermoso bebe se transformó en un torbellino?" Son las palabras de una madre de un pequeño de dos años. Mi hijo entró a los terribles dos años de edad. ¿Cómo lo educo?

Myrna del Carmen Flores

Cualquier persona extraña que visitara la casa de Antonia, consideraría que su decoración tiene un estilo peculiar. Casi todas las paredes están pintadas en colores tenues y luminosos. En la sala, sin embargo, existe una pared que parece un decorado muy surrealista, está lleno de líneas de colores distintos así como de figuras extrañas que parecen no tener algún sentido.

Sus familiares y amigos, sin embargo, sabemos que esa pared le pertenece al “pequeño torbellino” llamado Patricio, quien con tan solo dos años de edad es capaz de entender que ese lugar es suyo, mientras que las demás paredes son de mamá.

Es probable que los amantes del orden y de la buena decoración no aprueben esta solución; pero, como madre de un niño pequeño, Antonia entiende que el desarrollo de su bebé depende de que se le enseñe a seguir las reglas al tiempo que se le da la oportunidad de ser un individuo con derecho a ciertas libertades.

Lo primero que es necesario entender es que los niños son niños. Suena lógico, es cierto, sin embargo muchas personas educan a los infantes esperando que actúen como adultos. A los dos años de edad los pequeños son especialmente difíciles, ya que el cambio de ser un bebé que dependía de sus padres al de un niño que desea la libertad de hacer produce un conflicto en la relación antes tranquila, y que existía hace solo unos meses.

Para educar a su hijo Antonia sigue las tres ces fundamentales: congruencia, consecuencias y constancia.

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Congruencia

Muchas veces hemos escuchado la frase, “Los niños son como espejos”. Sabemos que la imagen de un espejo es solo nuestro reflejo, y de la misma manera, el actuar de los pequeños de esa edad es el reflejo de lo que viven en casa. Si tú lo respetas él te va a respetar, si tú te desesperas, él se va a desesperar. La congruencia, entonces, significa actuar de una manera clara para que el niño sepa que se espera de él. “Este es mi sillón, no lo rompas. Esta es tú silla, yo la respeto”. A la edad de dos años los niños experimentan con las cosas. No es que quieran destruir todo, es que desean saber qué pasa si lo tira, lo rompe, lo muerde, etcétera; entonces, nuestra labor es darle algo con lo que pueda experimentar.

Lo más sencillo sería prestarle un teléfono celular o un videojuego para que se entretenga. Sin embargo, lo mejor sería darle algo que rete a su inteligencia, con lo que pueda experimentar por sí mismo.

Consecuencias

Un niño al que se le da un golpe por alguna falta no relacionará el dolor con el error, sino con la persona que lo agrede. Siendo un pequeño de solo dos años, solo entenderá que la violencia es algo aceptable.

Las consecuencias de una mala conducta dependerán de la falta. Si tu bebé tiró comida al suelo, la consecuencia podría ser que te ayude a limpiarla. Si por ejemplo, el niño tiene una rabieta, lo mejor que puedes hacer es decirle: “Te sientes enojado, tal vez debas sentarte un rato para que te tranquilices”. De esa manera, el niño puede saber cuál es el sentimiento que está experimentando, a la vez que entiende qué debe hacer cuando lo sienta. El tiempo fuera es una de las mejores herramientas con niños de esa edad. Por supuesto un minuto es suficiente.

Constancia

A los pequeños de esa edad les gusta la rutina. Tener un mismo horario para sus actividades les brinda seguridad y tranquilidad, mientras que en un hogar donde existen demasiados cambios de un día al otro les crea cierta ansiedad. A esa edad es común que siempre quieran escuchar las mismas historias, jugar a una hora específica donde mamá o papá estén con ellos y a una hora diferente jugar con algún amigo, y un cuento a la hora de dormir; todas estas rutinas reforzarán su disciplina.

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Lo más importante al educar a un pequeño de dos años es aplicar la disciplina del amor. Por este amor, de alguna manera, debemos reeducarnos para tener constancia y congruencia, al igual que para saber manejar las consecuencias que cada uno de sus actos puedan tener. Lo principal es no olvidar que son niños, no podemos esperar que se comporten de la manera en que lo haría un adulto. Ahora sí, solo queda usar las tres ces y armarse de una paciencia infinita.

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Myrna del Carmen Flores

Myrna del Carmen Flores es maestra de inglés y madre de dos jóvenes. Puedes contactarla en