No dejes que la cultura instantánea te quite tu vida

Detenerse nos da miedo, nos paraliza, por eso corremos como locos hacia donde no sabemos y ponemos el pie en el acelerador, olvidando la existencia del freno. No dejes que la cultura instantánea te quite tu vida.

Marta Martínez Aguirre

Batidos, postres, cafés, sopas, adhesivos, artículos electrónicos y eléctricos, envíos, amores, todo ahora es soluble, deshidratado e instantáneo.

Recuerdo a mi madre en la cocina, dale que dale, revolviendo en la olla un buen rato e impregnando todo el ambiente con su rica crema casera de chocolate. Hervir la leche, derretir las barras de chocolate, disolver la fécula de maíz, todo llevaba tiempo, esmero y entusiasmo. Nada era conducido al ritmo del vértigo. Cada paso de la receta requería un cuidado especial y permitía que mamá escuchara sus discos de folklore latinoamericano. Entre vuelta y vuelta de la cuchara de madera, se podía escuchar la voz de los Olimareños o al querido Alfredo Zitarrosa y a mi madre cantar con ellos.

La crema de chocolate de mamá era un pretexto para el diálogo y escuchar el repertorio de sus recuerdos y enseñanzas. Sin embargo, si voy al supermercado y miro las estanterías, me maravillo con las ofertas contra reloj que se les ofrecen a las amas de casa. Desde postres en menos de media hora a los más sofisticados, que alcanza con batirlos a velocidad media en tres minutos. La vida acelerada ha llegado a la cocina, al uso de los objetos y a los vínculos. Cada día las cosas y la gente son parte del mundo de lo efímero.

Antes, un mueble era heredado de padres a hijos y entre hermanos. Hoy cada día consumimos desde recursos, tiempo y emociones. La agenda recién comprada en pocos segundos deja de estar vacía para llenarse de actividades y compromisos. Todo es instantáneo, la prisa nos embota y nos seduce.

Detenerse nos da miedo, nos paraliza, por eso corremos como locos hacia dónde no sabemos y ponemos el pie en el acelerador, olvidando la existencia del freno. La paciencia ha sido sustituida por el GPS, mientras que la lentitud ha sido suprimida.

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Recupera la virtud de la paciencia

Empieza a reducir las compras online, acude al supermercado y disfruta de recorrer los pasillos, y observa con tranquilidad los productos. Utiliza ese tiempo y ese espacio para dialogar con tus hijos, para practicar las matemáticas (¿puedes decirme cuánto dinero gastaríamos si llevamos esto y aquello?) y estar juntos en familia. Deja de vivir en el instante y disfruta en familia de estar juntos en ese momento haciendo algo.

Apaga la computadora un día a la semana

Y en ese tiempo escribe cartas, llama por teléfono o simplemente ponte en marcha, no dejes que tus vínculos se transformen en mensajes abreviados, emoticones e imágenes retocadas. ¿Recuerdas el calor del abrazo?, ¿tienes nostalgia del sonido de las risas? Experimenta en carne y hueso que algo está pasando en tu vida, incorpora en tu memoria el calor humano, quita el pie del acelerador y detente a amar en persona.

Deja de lado el cine comercial

Ve películas de arte, cine oriental, visita museos, recorre librerías. No tienes ni idea cómo este tipo de cosas te lleva a adquirir un ritmo más calmado y a cultivar una actitud más reflexiva.

En este mundo de prisas, las quejas han aumentado cuando algo demora unos minutos. Alcanza con que mires a tu alrededor y observes los rostros de la gente: el estrés, la angustia, la frustración, la impaciencia y el apresuramiento son parte del tenedor libre en estos tiempos acelerados. En esa misma carrera por llegar quien sabe a dónde, tus hijos se te alejan de las manos, tu matrimonio se disuelve al ritmo de tu sopa de oferta y la vida se transforma en una selfie ingrata.

Esperar a que tus hijos te traigan la mochila y revisar los cuadernos uno por uno es todo un acto de heroísmo maternal; sentarte a escuchar a tu hija adolescente es un acto que te supera y ni te digo de dejar un espacio para reflexionar sobre lo que dijeron el domingo en la iglesia. Tú exiges rapidez, pero te olvidas de que las cosas requieren tiempo. No dejes que en esta estampida de lo rápido se te vaya lo que realmente importa. La cultura contemporánea podrá arrasar con la vida de otros, pero no dejes que te quite la tuya. Disfruta de la posibilidad de usar el freno.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: