No quiero vivir más… la vida que vivo

Una depresión puede ser la causa de un divorcio, de una larga enfermedad que enferme a toda una familia e incluso puede ser la causa de un suicidio.

Rita Ibars

Te comparto una página de la historia de mi vida. De cuando estuve al borde de la muerte y la locura por la depresión y los ataques de pánico, y de cómo con ayuda de mi familia y ciertas situaciones pude salir adelante. Espero que te ayude.

Observaba las personas que estaban conmigo en esa triste sala de espera: una señora muy sucia, que según oí decir la sacaron de un basural, y un joven que me pedía que le comprara un bizcocho y me daba para que eligiera de una caja vacía. Pensé: cómo vine a parar a un hospital psiquiátrico.

En los últimos 15 días, mi familia había llamado varias veces a emergencias, debido a mis ataques de pánico, me desmayaba, se me cerraba el pecho, lloraba sin cesar, me sentía morir. Los médicos venían, me medicaban y decían que necesitaba tratarme. Mi familia les explicaba que estaba pasando por momentos muy duros: encontré a mi madre muerta en su casa, víctima de un infarto fulminante; mi hija que sufre una severa enfermedad al corazón quedó embarazada y corría peligro de muerte, nuestra economía era terrible y los médicos decían que en mi estado necesitaba ayuda.

Pero ese día como me sentía muy mal me auto mediqué, en vez de una pastilla tomé dos, solo quería dormir, a las pocos horas seguía sintiéndome muy mal y no recordaba si había tomado una o dos pastillas, entonces tomé dos más, dormí un rato y desperté peor, estaba muy aturdida, quería seguir durmiendo así que tomé el blíster y creo haber tomado tres o más. Lo siguiente que recuerdo es a mi esposo e hijos alrededor mío otra vez con un doctor.

Pero esta vez el doctor decía “no puedo dejarla en su casa por su seguridad. Ya vinimos varias veces, una depresión es muy difícil de superar y ahora esto puede ser un intento de suicidio, tenemos que trasladarla al hospital psiquiátrico y que allí decidan.” Ahí estaba yo, esperando que me viera el doctor y decidiera; le pedí a mi esposo: “no permitas que me dejen en este lugar, aquí sí voy a enloquecer.” Él me dijo “no te preocupes, te van a ayudar y no te voy a dejar aquí.”

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Por fin me llamó una doctora, y empezó a hacer preguntas de mi vida, pero más sobre los últimos sucesos que me habían llevado a estar así.

Me miró, yo diría que con lástima y me dijo: ¿Ud. no quiere vivir más? Yo la miré y con dolor le contesté: “no quiero vivir más la vida que vivo.” Creo que se alegró por mi respuesta y me dijo que no me podía dejar internada, que esto me pondría peor y además consideró que yo era muy fuerte por estar pasando por cosas que otras personas no soportarían. “Confío en que Ud. va a superar lo que se viene” dijo, y me extendió su mano y me deseó suerte.

Busca fuerza de lo Alto

Esa experiencia hizo que pusiera mi fe en marcha. Salí abrazada de mi esposo y pidiéndole a Dios que no permitiera que le pasara nada a mi hija ni a su bebé y que yo pudiera ser de ayuda y no de estorbo.

Rodéate de amor y apoyo familiar

Una noche mi esposo entró a la habitación que era mi bunker, ahí pasaba mi día, solo quería dormir y llorar, pero él me dijo muy contento, “Acaban de anunciar en el noticiero que comienza un curso para mujeres mayores que quieran hacer una carrera y les consiguen trabajo” con una sonrisa añadió “Anoté los datos. Mañana vamos y te inscribes.” Yo le pregunté si estaba loco, que yo en mi estado no podía salir de mi cuarto, ni pensar en estudiar, cosa que además no hacía desde que dejé la secundaria para ponerme a trabajar ya hacía más de 30 años. Él me dijo “Tú eres inteligente, puedes.” En eso entraron mis hijos diciendo, “verás que te va a hacer bien,” yo seguía pensando que estaban todos locos.

Al otro día yo ni me acordaba, pero mi esposo sí y me llevó al instituto. Me molestaba el sol de tanto encierro. Ante la insistencia de mi esposo me anoté en una lista de preselección, me dijeron que a los que seleccionaran los llamaban para otra instancia en unos días. Llegué a mi casa, y mientras mi familia ya festejaba yo me decía que no me iban a llamar.

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El estudiar, trabajar y tener responsabilidades son una clave para salir adelante para las personas con depresión. Debes recobrar la esperanza y darle sentido a tu vida.

Para mi sorpresa me llamaron para una evaluación, fui pero sin expectativas porque había mucha gente, pocos lugares y yo no me sentía capacitada, hablé con mujeres que como yo estaban en situaciones difíciles, y mi mirada hacia aquel curso cambió. Me dijeron que en unos días llamaban a los seleccionados. Salí de ahí con expectativas, me sentía diferente y quería que me llamaran, todos me daban ánimos y me decían que me llamarían y yo quería que no se equivocaran. ¡Qué alegría cuando me llamaron! Me reía como hacía tiempo no lo hacía, me abrazaba con mis hijos y esposo y así empezó mi bendito curso.

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Iba con muchas ganas, aprendía muchísimo, el curso me dio fuerzas para pasar lo que tuvimos que pasar con mi hija y mi nietita que fue muy duro pero con un final hermoso y cuando terminé el curso, fue con una cosecha inesperada, con el tesoro de nuevas amigas que hice.

El trabajo dignifica

Además tuve la satisfacción de haber conseguido tantos trabajos que me podía dar el lujo de elegir. A mi edad y con un currículum con un vacío por muchos años, pero ahora era una abuela orgullosa y una profesional muy valorada.

Se puede salir adelante de cualquier situación en la que uno se encuentre. No hay que darse por vencido y con apoyo de la familia y amigos, y encontrándole sentido y propósito a la vida, todo se puede lograr.

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Ahora sí gracias al apoyo de mi amada familia y a Dios puedo decir QUIERO VIVIR MUCHO TIEMPO LA VIDA QUE VIVO.

Comparte este artículo si conoces a alguien que esté en una situación similar de depresión, frustración o ataques de pánico.

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Rita Ibars

Rita es originaria de Uruguay y actualmente vive en la Ciudad de México. Está casada y tiene 5 hijos.