Nuevas maneras de concebir el perdón

Perdonar es mirarnos a los ojos con las historias que vivimos, comprendiendo la historia del otro. Es asumir nuestra humanidad, y con ello, nuestra imperfección.

Danitza Covarrubias

Coloquialmente, invitamos siempre a perdonar. Siempre decimos que hay que perdonar, y se habla de lo bueno de pedir perdón ante los errores. Pero, ¿qué hay más allá del perdón?

Te planteo unos cuantos elementos a considerar.

La historia del perdón

La historia del perdón viene desde la antigüedad.

Según el autor Jorge Iván Rodríguez, el perdón puede tener múltiples dimensiones: política, religiosa, filosófica.  Sin embargo, el concepto que más se aborda y está en el imaginario colectivo tiene que ver con el religioso.

La imagen es de un ser grande y bondadoso, Dios, perdonando todo lo que los seres humanos hacen. Sin condición alguna. Los judíos hablando de la misericordia de Dios, la humanidad cobrándose ojo por ojo y diente por diente.

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El perdón y el movimiento espiritual

Desde la concepción religiosa, por una parte solo Dios puede perdonar, puesto que es el gran benefactor y todopoderoso. Si quisiéramos acercarnos a ser bondadosos como él, la idea de perdón tiene que ver con condonar todo. Esto es, que sin condiciones, se olvide de lo sucedido. Es poder mirar con misericordia a quien cometió un error.

El perdón y su implicación

Cuando se da el tipo de perdón incondicional, es importante poder comprender que tiene dos implicaciones.

* El daño

Por una parte, en general cuando hay algo que perdonar, hay un daño que remediar. A veces físico, pero a veces también psicológico, moral, espiritual.

Cuando hablamos de perdón en general se entiende -o sobre entiende- que el que perdona asume la responsabilidad de reparar los daños, o sufrirlos. Esto tiene una consecuencia digna de cuestionarse, puesto que, ¿qué tanto enseñamos responsabilidad cuando enseñamos a perdonar?

* La superioridad

La otra posibilidad además de esta primer implicación, es que el que perdona es superior. Ya lo decía Nietzche cuando describía que quien pretendía ejercer la bondad y el perdón marcaba nobleza y por lo tanto superioridad en la sociedad, y que cuestionaba entonces los valores de estas prácticas. Donde entonces, estos valores dejaban de tener su componente espiritual para convertirse en un movimiento político.

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En este movimiento, el que perdona tiene mayor nobleza -y por lo tanto, superioridad- que el que ofende; más “valores”.

El perdón y lo humano

Desde el punto de vista de desarrollo de conciencia, una de las grandes tareas del ser humano es asumir su propia responsabilidad ante su vida. Ser responsable de sus sentimientos, pensamientos y acciones.

De ahí que, como ser responsable y consciente, sería fundamental formar a las personas en reparar los daños que cometemos. O bien que, cuando se invita al perdón, se asuma que la responsabilidad del daño queda en manos de la “víctima”, y se auto-observe en la verdadera intención al otorgar o pedir un perdón.

¿Es realmente una búsqueda de un movimiento espiritual o es la manera perfecta para evadir una responsabilidad?

El puente entre lo humano y lo espiritual

Esto no quiere decir que se tenga que renunciar a uno u a otro. No significa que debemos cobrarlo todo si deseamos ser “humanos conscientes” o que debamos condonar todo si queremos ser seres “espirituales”.

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Esto quiere decir que sería pertinente poder sumar ambos elementos.

Poder asumir la responsabilidad y aprender a reparar en lo humanamente posible, es parte de lo que facilita al otro ese movimiento espiritual de perdonar. Siempre, queda un daño interno por resolver que solo es responsabilidad personal.

Por ejemplo, recuperar la confianza en sí mismo o en los demás. Poder superar una tristeza o dolor ante algo que es irrecuperable. Hay daños que no se pueden resarcir; sin embargo, siempre el ser humano puede hacer algo para ayudar. Colaborar, acompañar, puede ayudar a los otros a poder perdonar. Aprender la lección de aquello vivido es siempre un recurso necesario para poder dejar atrás una vivencia.

De la oscuridad siempre hay luz

Olvidamos siempre que la vida es un constante contraste. Poder buscar dentro de las adversidades el regalo que contiene, es parte de poder vivir con mayor conciencia. Ampliar la mirada hacia todo lo bueno que nos trae lo malo. Poder mirarnos siempre capaces de equivocarnos como los que nos dañaron, y poder mirar a los que dañamos iguales a nosotros también.

Es también la oportunidad donde todos podemos unirnos, donde nadie es superior a otro. Donde podemos comprender desde los ojos de la empatía y el amor. Perdonar es algo mucho más complejo; es poder decir “yo soy igual a ti, me equivoco igual que tú, también soy capaz de hacer lo mismo que hiciste”.

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Es mirarnos a los ojos con las historias que vivimos, comprendiendo la historia del otro. Es mirarnos como seres humanos, todos dignos de asumir nuestra propia vida, y con ello la responsabilidad que acarrean nuestros actos. Es asumir nuestra humanidad, y con ello, nuestra imperfección.

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Danitza Covarrubias

Danitza es originaria de Guadalajara, Jalisco, en México. Licenciada en psicología y maestra en desarrollo transgeneracional sistémico, con certificación en psicología positiva, así como estudios en desarrollo humano, transpersonal y relacional. Psicoterapeuta, docente, escritora y madre de 3. Firme creyente que esta profesión es un estilo de vida.