Patologización de la infancia. El dolor ahogado en una cápsula

A menudo los niños son presa de sus emociones. Sin poder expresar sus sufrimientos con palabras, actúan tempestuosamente o sumidos en la tristeza más profunda. Medicarlos solo ahoga el dolor unas horas y trae graves consecuencias.

Marta Martínez Aguirre

La vida cotidiana del infante ha sido medicalizada. Esto lleva a que miles de niños que con toda certeza no padecen ningún trastorno médico, tomen medicamentos. Parece que nadie es capaz de ver que los niños sufren por muchas razones y la inquietud que exteriorizan es el efecto de ese malestar. El camino más simple es medicarlos. Sin embargo, si seguimos por ese camino, en unos pocos años tendremos una sociedad de adultos adictos y dependientes, incapaces de enfrentar los problemas más simples de la vida.

Los niños no poseen la capacidad de los adultos de expresar con palabras su angustia, sus ausencias y sus miedos. La mayoría de los niños no están enfermos. Es solo que, por decirlo de esta triste manera, en las aulas los niños pasan largas horas sentados mientras la primavera da nuevos brotes; y al llegar de la escuela ellos descubrirán la belleza de las flores en HD, para sufrir porque mamá aún no ha venido y papá es una foto sobre el modular del comedor.

Motivos por los cuales la vida se enfrasca

El DSM

(Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) que es casi como la Santa Biblia Médica, es un manual de los desórdenes mentales, ya va por su quinta edición. En mi opinión como psicóloga, allí la vida cotidiana es patologizada, y de la mano de la industria farmacéutica sostiene que la salud y la felicidad viene en cápsulas y pastillas multicolores. El sufrimiento, los eventos normales de la vida, los pecados y los excesos, son llevados a la categoría de “problemas de la salud” y entonces cosas como el no estudiar, la apatía, la mentira, los berrinches, el mal humor, la falta de metas, el consumo de pornografía, el robar, el mentir, son diagnosticados y tratados con medicamentos.

Desestimación de los sufrimientos infantiles y nuevas realidades

a veces los niños piden límites moviéndose de un lado a otro o teniendo un arrebato en el supermercado de la esquina, en otras la soledad los lleva a estar en clase flotando en las nubes, y qué decir de los sufrimientos a la hora del recreo, o de la angustia trepadora que se eleva hasta la mirada y los ahoga en un llanto descontrolado porque otra vez han fracasado. Así el incremento de divorcios, la falla en el rol como padres, son desestimados y las reacciones de los niños frente a estas nuevas realidades son vistas como patologías.

En el sistema educativo no hay lugar para la creatividad y la imaginación,

se anulan los potenciales de tu hijo si se expresa fuera de tiempo o muestra placer por inventar, puede suceder que te digan que es imaginativo, rebelde o esquizofrénico. Sin embargo aprende a callar, a no jugar libremente y a desconocer sus emociones o disfrutar de su cuerpo en movimiento.

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El diagnóstico produce alivio

, las estadísticas muestran que la sensación de bienestar aumenta cuando los padres del niño supuestamente enfermo reciben un diagnóstico, esto encierra un peligro morboso que muchas veces lleva a que aceptes el diagnóstico sin chistar, porque luego de interminables estudios, al fin alguien te ha dicho algo, calmando tus temores.

Hemos perdido el sentido común y olvidado leer las Escrituras

, En algunas décadas atrás nadie etiquetaba a un niño de patológico, a lo sumo era un niño mal aprendido, pero claro las abuelas ponían paños fríos en la frente, daban un tazón de caldo caliente o se sentaban a dialogar con sus hijos, zurcían pantalones y corazones rotos y acariciaban el alma acongojada con la lectura de un salmo, se oraba de rodillas en las tormentas y se bañaba de chocolate la esperanza en la reunión de damas, mientras se hilvanaba la vida de sentido y sueños de vida eterna al leer la Biblia.

Consecuencias de medicar a los niños

Opciones para evitar que tu hijo sea medicado

Sé agente de salud mental para tu hijo

, un agente de salud mental es todo aquel que impacta en la vida de otro, para bien o para mal. Elige impactar positivamente en el desarrollo de tu hijo, dándole valores, espacio para escuchar sus necesidades, contención en sus conflictos, límites en sus desbordes, ternura en sus temores y seguridad en sus inseguridades, cultiva su fe en Dios, en sus adversidades, y abriga sus esperanzas a través de la lectura de las Escrituras, entre otras cosas.

Proporciónale herramientas para que logren un buen desarrollo emocional,

para ello enséñale habilidades y competencias psicosociales que favorezcan la adquisición de un estilo de vida saludable y minimice las conductas de riesgo, tales como conocimiento de sí mismo, empatía, comunicación asertiva, relaciones interpersonales, toma de decisiones, solución de problemas y conflictos, pensamiento creativo, pensamiento crítico, manejo de emociones y sentimientos, manejo de tensiones y estrés.

Nuestra sociedad entorna los ojos anestesiada y alienada en su sensibilidad. Ya casi nadie enseña a los niños a sentir su dolor y darle un sentido; se les inculca a ahogarlo con pastillas cada 4, 6 u 8 horas. Haz tú la diferencia, comienza ahora, con tu presencia sanadora.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: