Pensé que sabía lo que era la libertad hasta que leí esto

La libertad se acuna en los brazos de la responsabilidad cada mañana. La libertad puede ser un anhelo, pero requiere que demos respuestas; eso es ser responsables, sujetarse a las decisiones, libres y satisfechos de cumplir el deber asumido.

Marta Martínez Aguirre

La libertad es darle respuesta al deber.

La noche cae con piedad sobre las tiendas de campaña, un remolino de viento frío se cuela en las ropas transpiradas, la angustia imperturbable es mayor que el miedo. La queja fastidiosa se instaló de tienda en tienda, incluso con la imagen recién incrustada en el recuerdo de la boca del mar abierto tragándose a los carros del faraón. Cuando la queja se emplaza en el colectivo, no hay milagro que la detenga.

Atrás quedó la comodidad, las cuatro comidas al día y las fiestas de luna llena. “No un gato que ronronee entre las piernas”, dicen un par de niños aferrándose al vestido húmedo de sudor de su madre. Ni siquiera el más longevo habla de la esclavitud, la opresión y los tormentos. La sed hace más amargo el sabor de la boca sucia; tanta arena provoca náuseas, temblores, insolación y rabia. El paisaje se repite paso a paso. La monotonía se hace hermana hasta donde alcanza la vista, nublada por el salitre de las lágrimas. “No da para llorar”, dice una anciana, aferrada a su marido que se cae a los tumbos.

Agua, agua amarga es lo único que este hombre puede ofrecernos, la torturadora murmuración se vuelve eco. Moisés ya no resiste a este pueblo que jadea siempre, mientras oscila entre la devoción y la idolatría. El mayor pecado del pueblo escogido es la desmemoria. Harto y tal vez “podrido hasta la médula”, Moisés golpea el agua con un palo. Lo amargo se vuelve dulce, las ampollas de los pies no se sienten, las fuerzas se recuperan un poco y la mente se libera de la amnesia. Así imagino Éxodo 15:22-27.

La temática de estos pasajes en una lectura ingenua, es la peregrinación por el desierto. El versículo 22 abre una perícopa. Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia, decía Pablo a los romanos. Fíjate que de la sed del inicio se termina en el hartazgo de fuentes. Viktor Frankl decía, con respecto a la estatua de la libertad de la costa este de Manhattan, que debía ser complementada con una estatua de la responsabilidad en la costa oeste. El tema de la sed es una excusa. El tópico central es la falta de responsabilidad para con Dios y la vida.

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Veamos algunas enseñanzas que puedes aplicar:

No hay libertad sin responsabilidad

La libertad puede ser un anhelo, pero requiere que demos respuestas; eso es ser responsables, sujetarse a las decisiones, libres y satisfechos de cumplir el deber asumido. Esta responsabilidad es una habilidad para responder, es dar una respuesta ante un deber, ante un sentido que clama por ser cumplido. Puede ser duro trabajar “de eso” que no quieres, pero has asumido un compromiso como padre, y como líder. Al término del día el desgaste, la vergüenza quizás por esa tarea que te parece peor que la sequedad del desierto, obedece al amor que sientes por tu familia.

Libertad para…

Quien quiere ser libre y desea caminar bajo la cobertura del Altísimo necesita aferrarse a la idea de que debe ser responsable de moverse con los ojos puestos en las promesas. La libertad humana no es una libertad de algo, sino que está dirigida hacia algo; es una libertad para algo dentro de su existencia. Eres libre de asumir una postura frente a lo que te sucede en el día a día. El pueblo en el desierto era libre de la esclavitud física, pero no podía liberarse de la opresión de la queja, del desánimo, de la pérdida de fe. Tú puedes tal vez estar pasando por circunstancias duras, pero eres libre para responder con una actitud sana y gozosa.

El desierto es el lugar de la sanación

El desierto puede representar la muerte, lo que no produce, lo que genera sufrimiento y desolación, mas es allí donde Dios quiere que su pueblo se sane. Es en la adversidad, en la desesperanza donde Dios se hace presente y quiere transformar tu vida.

Tras la amargura, la pausa dulce

Mará es el espacio de la pausa fresca y dulce en medio de la desgracia. Tantas horas en la fábrica, en el servicio de seguridad, en el depósito de tóxicos, representan la amargura cotidiana en tu vida; pero qué pasa si a la hora del almuerzo empiezas a mirar los rostros de tus compañeros, a escuchar sus conversaciones y compartes la risa, el humor sano; con seguridad el día se hará menos amargo y te irás a casa con el corazón un poco más dulce.

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De la escasez a la abundancia

¿Observaste ese movimiento en las escenas? De la escasez del agua a la escasez de compromiso con el Dios que endulza los sinsabores y refresca la sequedad del alma. De no tener nada de agua a la docena de fuentes de agua fresca. Así es como opera Dios, el secreto está en ver lo que tiene para darte y cuando lo ves, demostrar gratitud. La mayoría de las veces, al llegar a las fuentes, tiendes a olvidarte de los tiempos de sequedad. Ayer tenías que ir a trabajar en transporte público, hoy tienes tal vez un automóvil; ayer alquilabas un piso, hoy quizás pagas a plazos una casa pequeña. ¿Aprecias el cambio?

Cada momento de la vida es una caminata hacia la libertad y la dulce felicidad. La murmuración y la queja querrán acompañar tu peregrinaje, sin embargo eres tú quien decide dar una respuesta distinta, y de ese modo demostrar tu responsabilidad ante el llamado a avanzar.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: