Por lo que más quieras, ¡para ya de sufrir!

Si alguien te lastimó este es el momento para quitarle todo poder sobre ti. Descubre cómo erradicar el dolor de tu vida.

Emma E. Sánchez

Al trabajar con niños he observado una conducta interesante y divertida en ellos: al platicar de sus golpes o caídas siempre muestran orgullosos y sonrientes sus cicatrices, las miran, las tocan, las comparan; refieren una y otra vez lo que les pasó, se ríen y vuelven contentos a jugar.

Escribo esto porque también tengo la gran oportunidad de trabajar en algunos grupos de apoyo para mujeres y con ellas sucede algo similar a lo que ocurre con los niños. Te platico:

Las mujeres con quienes trabajo han sufrido y pasado por situaciones complejas y llegan a los grupos buscando apoyo y maneras de salir adelante y superar sus desafíos, pero entonces comienza la misma escena que con los pequeños: hablan de sus golpes y caídas, muestran sus “cicatrices”, las comparan e inician una especie de “concurso” en el que se trata de buscar quién ha sufrido más, y si es necesario hasta vuelven a abrir la herida para exhibirla, presionarla con el dedo y mostrarle al mundo cuánto sangra y cuánto sufren.

¿Te suena familiar?

Las mujeres somos capaces de salir adelante de las circunstancias más terribles en la vida, pero también tenemos el enorme defecto de lo que yo llamo, “sufrir por deporte”.

Si tú o alguna mujer muy amada de tu familia ha pasado por circunstancias difíciles e insiste en quedarse en el recuerdo o la amargura, al grado de que eso le impide ser feliz en el presente, querida amiga, le vas a hacer un gran favor si le compartes este artículo.

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Pasos para dejar de sufrir

1. Reconocer lo que nos lastimó

Hay tantas razones de sufrimiento como mujeres en la vida. Cada una de nosotras debe reconocer con sinceridad que algo malo sucedió, que nos lastimaron o que cometimos errores, y que las consecuencias nos alcanzaron. Reconocer que hubo un daño, aceptarlo, asimilarlo y procesarlo es parte de nuestra recuperación y sanación. Negarlo, por el contrario, no lo desaparece, nada más le da más poder sobre nosotros.

2. Disimular la cicatriz o lucirla con orgullo

La palabra cicatriz proviene del latín cicatricis,que significa “unir” o “zurcir”. Aquello que nos lastimó, “cortó” algo en nosotros y dejó una marca en nuestro cuerpo, mente, espíritu o corazón. La cicatriz que dejó puede haber sido grande o pequeña, pero como haya sido, esa cicatriz es el testimonio físico de que tuvimos la capacidad de sanar y de volver a unir lo que se cortó, tuvimos el poder de “zurcir” la herida y seguir adelante. Y de nuevo, mirar de frente.

¿Quién, en su sano juicio, vuelve a abrir una cicatriz una y otra vez sólo para mostrar lo mucho que la hirieron? No es lógico, no es cuerdo y no es sano hacerlo; nuestra naturaleza nos exige preservar la vida, sanar y continuar.

3. Dejar de ser una víctima

Cada vez que volvemos a sufrir una y otra vez por lo vivido, se vuelve a abrir la herida y no permite la sanación. Hay mujeres cuyo mayor logro en la vida es ser víctimas, y su máximo orgullo ser tratadas con conmiseración y lastima.

Su lenguaje corporal es de tristeza, de angustia eterna y de mostrar a todos lo mucho que han sufrido. No se trata de negar el dolor vivido, tampoco es eso; lo triste del caso es aferrarse al daño y no poder superarlo, dejarlo atrás y buscar algo nuevo y mejor. Quien nos lastimó sigue manteniendo su poder en nosotros hasta que dejemos de sufrir su daño, y eso únicamente nosotros lo podemos detener.

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4. ¡Aprende la lección, por favor!

Cuentan que un joven andaba tras la sabiduría, por lo que decidió buscar a un hombre sabio, ermitaño. Al encontrarlo le comunicó su deseo y el sabio lo aceptó como su aprendiz. Le dijo que viviría con él sin decir una palabra, y así comenzó su aprendizaje. El primer día, muy temprano, se dirigieron a un río cercano y estando en al agua, el sabio extrajo de su bolso un garrote y comenzó a golpear al discípulo, quien aceptaba los golpes sin decir una sola palabra; así cada día y cada mañana. Un día, de nuevo se encaminaron hacia el río, y cuando el sabio estaba a punto de darle el primer golpe del día, el discípulo, cansado, gritó: “¡No me pegues más!”. Entonces, el sabio le dijo: “¡Vaya! ¡Por fin has aprendido algo!”.

¿Vas a permitir que te sigan lastimando?

5. Soy una mujer feliz

Las mujeres que han sobrevivido a terribles casos de abuso, negligencia o maltrato y que han decidido dejar de ser víctimas, toman el control de su vida y como primer acto de fortaleza y poder, deciden ser felices. Este es el acto más revolucionario que pueden realizar: sonreír ante quien las hirió, volverse a poner de pie ante quien las derribo y decirle: “No me hieres porque no te lo permito, porque soy una mujer feliz”.

Mujeres de este calibre y con esta fuerza son las que nuestro mundo requiere, mujeres que sean capaces de levantar a otras mujeres para ayudarlas a encontrar su propia fuerza y su responsabilidad de ser felices.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.