Por qué es importante que mi hijo tenga espíritu científico

Ayudar a tu hijo a desarrollar una mentalidad científica puede hacer su vida mucho más feliz y estable.

Rafael Vázquez

Para muchos ciencia es una palabra que remite directamente a batas, laboratorios, explosiones, aparatos o disección de ranas o insectos. Otros creemos que solo los ingenieros, los médicos y los astronautas son científicos o tienen una mentalidad científica.

¿Qué es la ciencia? La Real Academia Española la define, en primera instancia, como el “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales”. Puesto así, deberíamos llamar ciencia a todo conocimiento que hemos adquirido o que nos ha sido transmitido con una metodología cuidadosa y responsable. Podríamos decir que todo lo que aprendemos bien, incluyendo nuestras experiencias de vida, es digno de llamarse ciencia, en tanto lo integremos de forma adecuada a nuestro cúmulo de conocimientos.

Por su curiosidad inherente, todos los niños tienen un espíritu científico: un apremio por aprender, por explicar, por entender causas y experimentar los efectos es parte de su naturaleza. Pero no hablo de su naturaleza como niños, sino de su naturaleza humana. Quizás no te has dado cuenta, pero en muchos sentidos los adultos aún seguimos siendo así, aunque nuestras costumbres no nos dejen abrir la boca tan grande o gritar un “Oh” de asombro.

¿Por qué es importante que mi hijo tenga un “espíritu científico”?

Básicamente, porque hará más feliz su paso por la vida. Con frecuencia les digo a mis alumnos que su actitud se parece mucho a la de las personas que esperan su turno en la fila de un banco. No hay nada divertido en esas circunstancias, de modo que la espera es aburrida, tediosa e irritante. Y cuando termina, es decir, al graduarnos, solo pasan a la ventanilla para recibir un diploma cuya única utilidad es pasar a formarse a otra nueva fila (la universidad o el posgrado) a continuar esperando.

Pero si podemos estimular y conservar nuestra curiosidad innata, si sabemos darle curso a nuestras inquietudes, entonces el paso por la vida o por la escuela será todo, menos aburrido y tedioso; hará que cada día sea más divertido, más estimulante y gratificante. Aprender será una actitud más que una tarea pesada. Los buenos hábitos de estudio serán parte normal de su forma de ser y sus notas serán siempre altas.

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Además, tener un carácter formado en el espíritu científico lo ayudará a decidir mejor, porque lo defenderá de las trampas, de los engaños y llegará a ser prudente y equilibrado. Como dice mi amiga, la psicóloga Camila F. Müller, “Un verdadero carácter científico se lleva bien con valores éticos firmes y una vida equilibrada”.

Consejos prácticos para desarrollar el espíritu científico en los hijos

Como lo mencionamos, ayudar a desarrollar un carácter científico tiene que ver más con preservar la capacidad de observación y la curiosidad que con tratar de instalar nuevos programas en la mente de niños y adolescentes. ¿Qué hacer, como padre, para ayudar a que mi hijo sea feliz aprendiendo de la vida y en la escuela? Mira estos consejos:

1. Etiología o explicación de causas

. Dependiendo de la edad, las explicaciones que nos damos varían en nivel de racionalidad. Permite que tus hijos pequeños elaboren sus explicaciones del mundo en los términos fantásticos que ellos expresen. No los corrijas con principios o leyes de la ciencia. A menudo se dice que “el lenguaje de la infancia es lo mismo que la infancia del lenguaje”, lo que quiere decir que la ciencia misma tuvo su origen en explicaciones semejantes a las que nuestros niños arman: de ahí surgieron la mitología y la religión. A medida que vayan creciendo, tratarán de aplicar analógicamente lo que vayan aprendiendo a todo su mundo conocido. Permite que experimenten y que se den cuenta de cuándo su “modelo” de explicación no funciona.

2. No les des la respuesta de todo

. Los niños son proclives a exigir respuestas cortas y contundentes. A veces es necesario responder así. Pero la mayoría de las preguntas que hacen representan una oportunidad para que ellos mismos indaguen o reflexionen. Si la pregunta no es urgente, como “¿Puedo encender fuego en la estufa?”, la respuesta puede esperar. Toma tu tiempo y pregúntale a tu hijo (esto funciona muy bien con los niños pequeños y con los adolescentes) si se imagina cuál puede ser la respuesta. Si acostumbras a tu hijo a caminar un poco en el laberinto de su pregunta, se acostumbrará a que no todo en la vida exige respuestas tajantes y monosilábicas, y sabrá distinguir perfectamente los asuntos en los que no hay discusión (asuntos en los que la respuesta es clara, concisa y precisa).

3. Enséñale a apreciar y respetar la naturaleza

. Comparte con ellos el asombro de ver a un perro correr tras una pelota, o pídele que observe cómo una flor se marchita tras haber sido arrancada. Escuchen los cantos de las aves. Si plantas un huerto, ayúdale a notar el crecimiento de las plantas por periodos determinados. Visiten zoológicos y museos de historia natural. También puedes mostrarles videos en internet que muestren a diferentes animales.

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4. Enséñale a apreciar los logros de la humanidad

. Ver las grandes maquinarias (a distancia prudente, por supuesto) funcionando puede ser una experiencia inolvidable para los niños de entre 3 y 99 años. Los videos en internet son muy útiles para el efecto. Quizás visitar con ellos grandes edificios, plazas o lugares bellos para que observe y piense cómo es que se pudo crear un lugar tan impresionante.

5. Permite que experimente en situaciones controladas

. Si un programa de televisión o una tarea escolar lo impulsan a hacer un experimento, apóyalo con la debida protección y vigilancia, pero no olvides platicar con él sobre lo que ha aprendido.

¡Aprender será divertido!

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