¿Por qué, si los crié igual, son tan diferentes?

Lo que te ha funcionado con tu primer hijo ciertamente no funciona con el segundo. En la crianza de nuestros hijos, como en la vida misma, se hace camino al andar.

Fernanda Gonzalez Casafús

Si eres madre de dos o más hijos te habrás agarrado la cabeza más de una vez pensando qué es lo que has hecho para que con tu segundo hijo no funcione lo que funcionó con el primero. Has intentado las mismas tácticas, y has puesto a prueba aún más tu paciencia, y sin embargo, parecen haber sido criados -a veces- en hogares diferentes.

Cuando mi hija aún no había cumplido su primer año, con mi marido teníamos el deseo de tener otro hijo. Ella es tan dócil, cariñosa y obediente, que te dan ganas de tener media docena más de hijos. Cuando nació el benjamín de la familia, me dio vuelta el tablero por completo: casi nada de lo que yo sabía como madre funcionaba del todo con él.

Una nueva madre

Las formas de calmarlo eran otras, su forma de jugar, de dormir y hasta de comer, eran distintas. Fue naciendo en mí una nueva madre. Volví a aprender junto a él un montón de cosas, y nos fuimos adaptando mutuamente.

Me sorprendía lo bien que dormía solito y su personalidad sociable y perspicaz. Sucedió que, aunque parezca lógico, tenía que vivirlo para darme cuenta: mis dos hijos son dos personas diferentes, y con cada uno de ellos fui una mamá diferente, pues yo misma fui mutando en el proceso, y ajustándome a sus necesidades.

Una nueva mujer

Siempre pensé que los segundos hijos dotaban a las mujeres de más paciencia. Y si bien es cierto que en todo este recorrido he aprendido seriamente a contar mil veces hasta cien, también descubrí que mi hijo me saca todas las “canas verdes” que mi hija no me sacó.

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Entonces, me frustro y me exaspero ¿Cómo puede ser que pierda la paciencia si con mi primogénita no me pasó? Los hijos son únicos, y cada uno nos enseña algo. Indira vino a mostrarme la parte más dulce de la maternidad, mientras que Tizziano me enseñó a ser una mujer más fuerte y -paradójicamente- comprensiva.

Con dos hijos completamente diferentes, pero amalgamados en mi corazón, me convertí en la mujer que soy hoy: una madre que se adapta a cada uno de sus hijos y no intenta ni cambiarlos ni hacer que se comporten como es el otro. Aprendí que lo que no funciona con uno tal vez sí funciona con el otro, y eso está bien.

Celebra la diferencia

En este punto tal vez estés pensando en lo más profundo de tu corazón que quieres evitar las comparaciones. ¿Sabes qué? No está mal hacer esas comparaciones si son constructivas y te enseñan a resaltar y valorar cada rasgo de tu hijo.

Celebrar la diferencia nos hace ver que cada hijo es único e irrepetible. Tal vez te frustres pensando que puedes haber hecho algo mal, o que es tu responsabilidad que sean diametralmente opuestos entre sí. Y lo cierto es que las relaciones humanas no son matemáticas. Por lo que, tus hijos son diferentes por dos motivos: su personalidad innata y la forma en la que tú reaccionas a ella.

La teoría del orden

El orden en el que nacen los hijos tiene mucho que ver con sus características personales, según la ciencia. Según esta teoría, el primer hijo es conservador, respetuoso y perfeccionista, mientras que el hijo más pequeño suele ser el más travieso, revolucionario y bohemio.

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Claro que no en todas las familias se cumple, pero lo cierto es que los investigadores creen que estas diferencias están relacionadas directamente con la forma en la que los padres tratamos a los hijos; más precisamente la atención que le dispensamos a cada uno de ellos. La atención y cuidado no son los mismos para el primer hijo que para el segundo o tercero, donde nos encontramos más ocupados y con más responsabilidades.

De tal palo, diferentes astillas

De acuerdo a una investigación,  los padres suelen tener mayores expectativas de logro respecto de sus hijos mayores y ello condiciona su personalidad. En el estudio se concluyó que cuando los padres creían que un hijo era más capaz que el otro, las notas de ese niño mejoraban considerablemente.

Esto pone de manifiesto que las creencias que los padres tenemos acerca de los hijos -y las etiquetas que ponemos- pueden influir y alentar el desarrollo de las diferencias entre hermanos. Si a la hija mayor le decimos desde pequeña que es inteligente y lista, y al hermano menor le decimos que es travieso y desobediente, probablemente desarrollen ese tipo de personalidad con el tiempo.

De tal palo, diferentes astillas. Cada hijo tiene un lugar, un rol, y un valor diferente dentro de la familia. Ninguno es mejor ni peor. Cada hijo nos viene a mostrar que son seres únicos dispuestos a aportar algo diferente que los hace singulares, y nos enseñan que son las diferencias entre sí las que los hace tan peculiares.

Ama incondicionalmente a cada hijo en particular por quien es y por cómo es. Dale las herramientas para mejorar, pero enfócate en aquello positivo para seguir resaltándolo.

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Tus hijos han venido a cambiar tu mundo, cada uno con su esencia, para enseñarte que el amor viene en muchas medidas y formatos. Agradece a la vida por cada hijo que tienes, con sus diferentes personalidades y formas de ser, pues ellos llenan de sabiduría tu existencia.

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Fernanda Gonzalez Casafús

Fernanda es Licenciada en Periodismo, especialista en Redacción Digital y Community Managment. Editora de contenidos y redactora en Familias.com. Nacida en Argentina y mamá de dos, ama los animales, la danza, la lectura y la vida en familia. Escribir sobre la familia y la maternidad se ha convertido en su pasión.