¿Por qué siento envidia?

Nadie, absolutamente nadie sabe las tristezas y sufrimientos del otro.

Erika Patricia Otero

Hace unos días, alguien me pregunto por qué sentía una fuerte envidia por alguien que es muy exitoso. Me dijo que no solo sentía rabia porque esta persona es muy atractiva; además, codiciaba su estilo de vida, fama y fortuna. Mi respuesta se remitió a una pequeña fábula que hoy quiero compartir contigo.

La charla en el el monje y el cuervo

Había una vez un cuervo que estaba muy infeliz con su vida. Estaba tan descontento que un día empezó a llorar mientras se hallaba en la rama de un árbol.

Un monje que estaba sentado bajo ese árbol escuchó su triste lamento, le preguntó qué le pasaba. El cuervo le dijo que se sentía infeliz con su vida.

Le contó cómo sentía que nadie le amaba y le arrojaba cosas para que se fuera; además, le costaba mucho encontrar alimento. Incluso creía que la muerte era mejor que vivir de esa manera.

Ante estas palabras, el monje se llenó de compasión empezó a consolarlo. Le dijo que debíamos aprender a ser felices cualquiera fuera la condición que tuviéramos que vivir. Esas palabras no dieron consuelo a su afligido corazón. Fue entonces cuando el monje le dijo:

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-“Tranquilo, dime ¿qué es lo que quieres ser? Te puedo convertir en lo que tú me digas con uno de mis mantras”.

Entonces el cuervo cambió de actitud y le dijo:

-“Gran sabio, ¿Podrías convertirme en un hermoso cisne?”

-“De acuerdo, te convertiré en un cisne, pero antes ve a visitar a uno y preguntale si es feliz. Yo te esperaré.”

Fue entonces cuando el cisne emprendió su búsqueda. Poco después encontró a un cisne en un estanque; entonces, se acercó a este y le dijo:

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-¡Qué hermoso eres! Tus plumas son blancas como la leche, todo el mundo te ama. Debes ser el ave más feliz del mundo.

El cisne entonces le respondió:

-“No, no es como crees. De tantos colores hermosos que existen en el mundo yo soy de un aburrido color blanco. Yo creo que un loro debe ser el ave más feliz del mundo; es tan colorido, su plumaje es tan hermoso.

Al escuchar esto el cuervo se alejo y comenzó a buscar a un loro. Cuando al fin encontró a uno le preguntó si era feliz por su hermoso plumaje;

Entonces el loro le dijo:

-“No, no lo creas. Las personas nos atrapan y encierran en jaulas. Yo vivo con miedo constante de que me pase algo igual. Creo que el pavo real es el ave más feliz de este mundo”.

Ante esta respuesta, el cuervo voló en busca de uno. Al hallarlo lo encontró tras la rejas de un zoológico. Cuando llegó se dio cuenta que muchas personas estaban reunidas para verlo.

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Cuando todos se fueron , el cuervo se acercó y admiro su belleza. Le dijo:

-“Creo que eres hermosa y el ave más feliz del mundo”. Ante esto, el pavo real le respondió afligido:

“Siempre creí que era el ave más hermosa y la más feliz, pero por mi belleza estoy atrapada acá. Cuando las personas arrancan mi plumaje es doloroso. No, yo no soy feliz amigo mío”.

Entonces, el cuervo le preguntó:

-¿Quién crees que es el ave más feliz de todas sobre la tierra?

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El pavo real le dijo:

He visto muchas aves y llegué a la conclusión de que tú, amigo querido, eres la más feliz de todas. Puedes volar por todas partes y nadie te molesta. Si yo fuera un cuervo tendría libertad y sería feliz.

Al escuchar esto, el cuervo se alejó volando, por primera vez se sintió feliz de ser un cuervo.

Llegó donde el monje y le dijo:

-“¿Sabes? ya no quiero ser ninguna otra ave. Soy feliz con quien soy”.

La moraleja que esta fábula nos deja es que no debemos compararnos de forma innecesaria con nadie. La realidad es que esto nos lastima y daña sin necesidad. Además, desconocemos lo que la otra persona tuvo que vivir para ser quien es, para llegar a donde está.

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¿Por qué sentimos envidia?

La envidia es un sentimiento negativo. Por mucho que algunos digan “siento envidia de la buena”, la verdad es que no hay envidia buena. Cuando se siente envidia hay sentimientos que generan dolor, rabia y restan bienestar.

Sentimos envidia porque nos comparamos con otras personas. Que si a cierta edad ya tiene casa, carro, empleo y familia. ¡Claro! Aún más si tienes la misma edad, pero no has logrado ni la mitad de lo que esa persona tiene, es normal sentirse infeliz.

Las personas envidiosas no saben todos los sacrificios que esa persona tuvo que hacer para tener lo que tiene. Sí, porque el éxito requiere sacrificios, dolor, soledad y atrae muchos enemigos.

Cuando le respondí a esa persona, traté de hacerle ver que la persona a la que envidiaba, mientras perseguía su meta, perdió muchas cosas. Le señalé que no había paso que diera que no fuera criticado, no tenía vida privada. Cada día traía consigo un chisme nuevo. Tenía que sumarle que, incluso, aunque era muy atractivo, no se sentía conforme con su físico. Sí, tiene mucha fama y dinero, pero ¿A qué precio?

Nadie sabe los sufrimientos de la persona a la que envidia. Apenas si se puede tener una vaga idea. Si nos adentramos en su vida, nos daremos cuenta que no todo es “color rosa”.

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Yo también solía sentir envidia y jamás me gustó sentirme así. Por eso, me esforcé en fijarme en mis propios logros; en hacerme consciente del alto precio que otros pagaron por lograr sus metas. Esto hizo darme cuenta que todos tenemos algo que los demás no tienen. 

Esa es la invitación, a que siempre que sientas envidia veas las cosas buenas de tu existencia. Estoy segura que tienes algo que la persona a la que envidias no tiene.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.