¿Qué es lo que estás haciendo para hacer sentir amados a tus hijos?

Cuando te sientas perdido, tu corazón puede ser la brújula. ¿Cuánto amor les das a tus hijos a diario?

Danitza Covarrubias

Una de las grandes preocupaciones como padres de familia es realizar esta difícil labor de la manera adecuada. Es tanto el amor que les brindamos a nuestros hijos, que nos preocupa a veces que pueda ser dañino.

¿Es esto posible?

En una relación de cualquier tipo hay algunos elementos fundamentales: el vínculo, que es lo que nos hace sentir que pertenecemos el uno al otro, lo que nos hace sentir unidos; y el intercambio, que vendría a ser la relación, la manera en la que convivimos.

En este compartir hay ciertas reglas, sean explícitas o implícitas, que son las normas de convivencia. Y ésto se da entre padres e hijos. Hay un vínculo natural que se da por dar la vida; hay convivencia en la crianza, y hay ciertas reglas que deseamos se respeten por nuestros hijos.

Con todo esto, como padres muchas veces no sabemos si somos duros con la exigencia del cumplimiento de las reglas y amenazamos de esa forma el vínculo, y entonces la convivencia se complica. Ahí es donde entran los cuestionamientos: ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Mi hijo se siente amado? ¿Estoy siendo muy duro? ¿Estoy siendo muy laxo?

La función del vínculo

El vínculo es una necesidad humana de supervivencia que nos indica que “si pertenezco a un grupo social, puedo sobrevivir”. Este sentimiento es biológico y ancestral, y el vínculo es esa necesidad del ser humano desde su nacimiento, cuando es indefenso, pues necesita el cuidado de un adulto para no morir. Este vínculo se cuida desde la infancia, a través del apego.

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Es en este apego que nos movemos y vamos avanzando o alejándonos de nuestra figura primaria. Nos alejamos en tanto hay crecimiento y autonomía. Un bebé recién nacido necesita estar todo el tiempo en los brazos de mamá -o figura maternante-. Un bebé que gatea se moverá se alejará de su figura de seguridad, pero inmediatamente regresará a buscarle.

Conforme pasa el tiempo se aleja más y más. Una vez que siente que la figura sigue ahí presente, confiará y se aventurará en alejarse más. Sucede lo mismo cuando aprenden a caminar, cuando se va a un centro escolar, etc. Poco a poco, nos vamos despegando, porque tenemos más elementos para sobrevivir.

Cuando amamos sirviendo

Uno de los elementos históricos, especialmente de la maternidad, ha sido el estar al servicio de los hijos y del cónyuge.  Incluso eran arrebatados los hijos de la madre para dárselos a nodrizas, o a los padres que se harían cargo de formarlos, puesto que las mujeres eran consideradas con poca o nula capacidad de raciocinio.

Esto provocó que las mujeres tuvieran que desoír el instinto de apego a sus crías, y que duden ahora cuando vuelve a surgir bajo el permiso de los nuevos teóricos que nombran este elemento natural que tenemos como mamíferos.  Es una posibilidad, además, que las mujeres confundamos entre el amor, y el servir a los hijos. Los hombres por otra parte puede ser que confundan el amor con proveer a los hijos. Esto ha sido la práctica por 2000 años.

Podemos revisar nuestro propio significado del amor. Si tenemos relacionado el amor con los actos de servicio o con proveer, al servir en exceso al hijo podemos atrofiar su capacidad de desarrollar su autonomía.

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Finalmente, educar y formar a los hijos, se trata de prepararlos para su futuro, adecuando sus responsabilidades a la edad por la que transitan. Cuidando el vínculo, respondiendo al apego, y siendo claros con las reglas y consecuencias, puede haber un mejor desarrollo hacia la vida adulta.

Tres factores para un buen vínculo

Carl Rogers plantea tres factores para el logro de una relación: empatía, autenticidad y aceptación incondicional. Aceptar al otro, así tal cual es, poder abrazarle, mirarle, escucharle, e interactuar con su persona. Conectarnos a través de esto, en conversaciones, en silencios compartidos incluso, es tal vez lo que nos falte para mostrar amor a nuestros hijos.

Estamos tan ocupados de hacernos cargo de ellos en todo lo demás (económicamente, académicamente, salud, ropa, etc.) que nos olvidamos de lo fundamental: hacerles sentir amados. Es a través de una relación significativa que podemos generar condiciones que faciliten el crecimiento. Es el aspecto de las relaciones primarias que iniciamos el ejercicio del amor. Son de donde partimos para crecer en el aprendizaje de ser humanos, de ser, de amar.

Les invito a hacerse algunas preguntas de reflexión:

¿Cuál es tu significado de amor?

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¿Qué hacen los otros cuando te sientes amado tú?

¿Le has preguntado a tu hijo qué cosas le hace sentir amado?

¿Cuidas el vínculo por encima del orden?

¿Cuidas el orden por encima del vínculo?

¿Cómo puedes cuidar ambas?

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¿Qué de lo que hacían tus padres te hacían sentir amado?

La respuesta a estas preguntas pueden orientarte en lo que necesitas seguir haciendo, y/o lo que sería conveniente modificar. Recuerda: el mejor parámetro que tienes para saber cómo estás haciendo tu labor son tus propios hijos.

Si ves en ellos el resultado que buscas, están ambos respetando las normas. Tener una conversación cercana, puede significar que están cuidando el vínculo.  Abrazarse y mirarse a los ojos, aceptarse mutuamente, es cuidar el amor.

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Danitza Covarrubias

Danitza es originaria de Guadalajara, Jalisco, en México. Licenciada en psicología y maestra en desarrollo transgeneracional sistémico, con certificación en psicología positiva, así como estudios en desarrollo humano, transpersonal y relacional. Psicoterapeuta, docente, escritora y madre de 3. Firme creyente que esta profesión es un estilo de vida.