¿Qué estamos haciendo mal para que tantos adolescentes sientan apatía por la vida?

¡Que tu adolescente no pierda el gusto por vivir! Aquí, algunas recomendaciones muy importantes.

Emma E. Sánchez

Hasta hace unos pocos años cuando se hablaba de adolescencia, inmediatamente a nuestra memoria llegaban imágenes de jóvenes rebeldes, inquietos y deseosos de “comerse el mundo” en un solo bocado.

Luego, más recientemente, llegaron los años donde se comenzó a hablar de los peligros que las redes sociales y el internet ofrecían a los chicos cuando estos navegaban día y noche sin supervisión o conocimiento de sus padres, y las consecuencias en su desarrollo académico y emocional por descuidar los deberes escolares, el debido descanso y la socialización entre sus pares.

Y finalmente, de unos 3 ó 4 cuatro años a nuestros días, una terrible epidemia que se ha infiltrado en nuestros hogares y escuelas sin que nos demos cuenta hasta que ya es demasiado tarde:

La depresión en adolescentes y la pérdida del deseo de vivir.

Padres, maestros y entrenadores comenzamos a ver que los chicos se volvieron un tanto flojos y  apáticos, culpamos a las redes y luego cometimos el peor de los errores:  dejamos de interesarnos en ellos pensando en que estaban bien, distraídos pero bien y volteamos hacia otro lado.

¿Qué recuerdas de tu propia adolescencia?

Yo sinceramente, hice y deshice. Tenía amigos por todos lados, me encantaba ir a la escuela y lo peor que me podía pasar era quedarme en casa; y si era el caso, me la vivía “pegada  al teléfono” platicando con amigas y soñando con un futuro brillante. En ese momento, entraba mi mamá a la historia y me mandaba a cumplir con mis quehaceres, me regañaba por tardarme en el teléfono platicando pues “alguien podrá llamar y yo tenía la línea ocupada”. Luego yo veía cómo seguir haciendo mis cosas, salir a la calle a andar en bicicleta y agradable al muchacho de mis sueños.

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Me dirán: “eran otros tiempos”, y sí, es muy cierto, fueron otros días

Recuerdo la adolescencia de mis hijas, hoy adultas, como mi época de taxi particular: pasaba mis días y mis tardes llevándolas a la escuela, a los partidos, entrenamientos, clases, fiestas, las famosas tareas en equipo y por supuesto fiestas donde más de una vez las regañé, perdieron algo, lloraron o salieron muertas de risa. Recuerdo mi pobre camioneta cayéndose a pedazos llena de cosas, basura y jovencitas bromeando y jugando.

Entonces, ¿qué pasó?

Los adolescentes no son culpables de nada, si hay alguien que aquí estamos fallando, somos los adultos que les rodeamos.

Estamos trasmitiendo miedo e inseguridad

Nuestra sociedad está cada vez más complicada, cierto, pero eso no es justificante para trasmitirlo a los jóvenes.

Los padres debemos tener muy presente que ellos nos observan más de lo que nos escuchan.  Evita el negativismo, ver todo negro no ayuda, solo les genera una visión oscura y sin sentido del mundo que les rodea y otros mas sentirán miedo de salir por temor a sufrir todo lo que sus padres mencionan en casa.

Fingir alegría es igual de equivocado pero mantener una actitud optimista, enseñarles a  tener confianza en sí mismos y su inteligencia, esto les llenará de confianza.

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La importancia de vivir valores y fe

No se trata de dar lecciones sobre el amor, la humildad y cualquier otro valor, se trata de vivirlos en casa continuamente, de hacerlos propios e interiorizarlos para saber cómo han de reaccionar y responder antes las exigencias de la vida diaria.

Los adolescentes hoy en día están careciendo de fe y esperanza,  ya no saben lo que estas palabras significan. Cuando sus problemas los rebasan ellos no saben qué hacer, su mundo se derrumba pues no les hemos ayudado a experimentar la fe en que las cosas buenas llegarán y la esperanza que nos mantiene a flote cuando nada parece tener sentido.

Nos perdemos entre la sana protección de nuestros hijos y el respeto a su albedrío

¿Cómo eran tus padres cuando tú eras adolescentes? Actualmente los padres gozan de un tiempo donde se reconoce la necesidad de pasar más tiempo con los hijos, hablar con ellos, no golpearlos o agredirlos de cualquier forma y de la necesidad de vincularnos afectivamente con ellos.

Pero en esos intentos, los sobre protegemos y no establecemos límites claros para su conducta y hábitos de vida porque tememos “invadirlos”.

Nada más equivocado: los niños y jóvenes requieren de limites y señalamientos claros para regular sus conductas y hábitos.

Los adolescentes requieren saber con claridad lo que se espera de ellos y que son capaces de lograrlo por sí mismos.

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Cuando dejamos “libre” a un joven no le ayudamos, ellos requieren de nuestro acompañamiento, esa libertad que decimos darles porque confiamos en ellos se traduce como falta de interés  por ellos.

Las famosas hormonas

Biológicamente las hormonas están despertando en los chicos desde los 12 o 14 años, la tecnología y las redes están ofreciendo demasiada información  a los chicos en cuestiones de sexualidad y violencia, y si a esa combinación terrible añadimos drogas cada vez más fáciles de conseguir, pocos padres presentes, y acceso a lo que necesiten en todo momento con la mínima madurez, tenemos chicos que han vivido demasiadas cosas antes de los 18 años y el hartazgo por la vida aparece.

Han vivido demasiado malo tan pronto que no hay mayor deseo de descubrir, experimentar o lograr. No hay interés por conquistar o lograr, pronto nada tiene sentido, y muchos optan por el terrible camino de atentar contra su vida.

Complacer a los hijos por adelantado y de sobra mata el interés y el exceso de estímulo paga el deseo.

Recuerda:

Donde hay demasiado, falta algo y lo que sobra, nunca remplazará lo que falta.

Mantente cerca de tus hijos adolescentes pero sin ahogarlos, marca límites que  les brinden seguridad más no que castiguen la iniciativa y el deseo de volar

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La adolescencia es la última oportunidad que tenemos lo padres para corregir lo que fallamos en su infancia, disfruta mucho con ellos esta etapa de vida y si comienzas a observar cambios en su conducta o actitud  ¡no lo ignores!  Acércate desde el amor y el interés sincero, tus hijos te lo agradecerán.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.