Que la admiración no se convierta en fanatismo

Tienes todo el derecho de creer y amar algo con pasión, pero tu principal responsabilidad es tu estabilidad mental.

Erika Patricia Otero

No nos digamos mentiras, las personas siempre tenemos alguien a quien admiramos fervientemente. Nada malo hay en ello porque es una manera en la que disfrutamos de la vida.

En mi caso, he sentido admiración por diferentes actores y cantantes a lo largo de mi vida. Recuerdo esas épocas con especial cariño porque le daban algo de sentido y me sacaban de mi rutina adolescente. Ahora también tengo famosos a los que admiro. Afortunadamente, jamás pierdo la cabeza por la admiración que siento por ellos.

Puedes sentirte atraído por un equipo de deportistas, un partido político, un grupo de música de cualquier tipo; para eso fueron creados, para ser admirados.

El problema surge cuando las personas pierden por completo la cabeza y su admiración se vuelve una obsesión.

¿Cómo detectar que el fanatismo se ha vuelto obsesión?

En realidad es bastante fácil para los familiares de la persona perjudicada darse cuenta de esta obsesión; sin embargo, el implicado no puede hacerse conciente.

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Digamos que alguien de tu familia se vuelve fanático del equipo de fútbol local. Cada mes este equipo juega un partido en el estadio de la ciudad y van a cada partido sin perdérselo. Pasa el tiempo y un día te das cuenta que tu familiar, al no lograr comprar un boleto, “enloquece”. Quiere ir y hace lo imposible para conseguir esa boleta, a un punto que lo estafan; entonces, estalla en ira y forma un problema por esto.

Las cosas van en ascenso; viaja a otras partes a ver jugar su equipo favorito. Incluso, si no tiene dinero asume deudas impagables para sostener su afición. La familia, el trabajo y muchas cosas quedan en un último plano; esto, porque para esta persona solo existe el fútbol (o el deporte que sea).

El anterior es un ejemplo algo extremo, pero ha ocurrido y en diferentes ámbitos.

La política, religión, deporte, música o cine; cualquier actividad que genere pasión y que además coincida con los gustos, principios y valores, puede hacer desarrollar fanatismo en las personas.

¿Qué tan malo puede ser el fanatismo?

Muy malo. Pondremos un ejemplo que ilustrará el asunto de una manera tétrica.

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En Corea del sur hay una fiebre intensa por la música pop y los dramas (novelas). Hay fanáticos de todo tipo, pero si algo es diferente en Corea del sur, es el nivel de fanatismo.

En América y el resto del mundo, tus artistas favoritos pueden hacer y deshacer con sus vidas y no siempre nos enteramos.

Los escándalos se forman en torno a los artistas cuando hacen o son víctimas de algo realmente turbio (robo, estafa, violencia, consumo de drogas, accidentes y asesinatos), pero por lo regular, sus vidas privadas, (con quién se casan, cuándo salen o van a otros países) nos pasa desapercibidas; es que realmente poco nos importa. En Corea del sur es muy distinto.

Allá, las personas están realmente interesadas en las vidas privadas de sus artistas favoritos. Les interesan cosas como con quién salen, con quién se casan, si tiene hijos, dónde van a comer, si hacen donaciones, dónde viven y sus familias. Entre más privada e íntima la información, mejor. Hay toda una cultura alrededor de esto. Es tanto así, que las mismas compañías que los manejan anuncian si los artistas están en relaciones, se van a casar o si tienen hijos.

Es terrible el nivel de entrometimiento, a un punto que si alguien se hace famoso y una persona común sabe si un nuevo artista hizo algo malo mientras estudiaba, le puede dañar su carrera.

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Fans sin límites

Ahora bien, esta fiebre por saber los detalles más íntimos de la vida de los famosos, ha hecho que surjan una serie de fanáticos muy obsesivos llamados Sasaengs.

Es tal el afán de estas personas por saber datos de sus favoritos, que pagan sumas increíblemente absurdas de dinero a personas cercanas a los artistas para obtener información. Por si fuera poco, los siguen a donde vayan, invaden sus hogares, roban sus objetos personales y se infiltran en sus compañías de trabajo, todo para estar cerca de ellos.

Es más, muchas veces van a reuniones y firmas de autógrafos solo para golpear a los artistas para “que las recuerden”; si, así de mal están. Incluso, hay un caso donde una de estas personas envenenó a un artista.

El fanatismo en otras áreas

En la política y la religión las cosas no son muy distintas.

En mi país hay una guerra encarnizada entre partidos políticos. Es tanto el nivel de apasionamiento, que los seguidores de un partido han asesinado a los del otro partido político. Esta guerra lleva años apoderada del país.

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Respecto a la religión, es un tanto igual. Echa una mirada a las noticias y verás guerras por creencias religiosas en muchos lugares. Mujeres, niños y hombres asesinados por creencias espirituales completamente desfasadas. Personas que siempre llevan al límite más extremo su amor y apasionamiento por sus creencias y convicciones peleando por imponer sus ideales. ¿Hasta donde están dispuestos a llegar?

Guardar límites sanos

La realidad es que cualquiera de nosotros podría ser víctima de este nivel de apasionamiento. Es por esto que debemos cuidar hasta dónde puede llevarnos nuestro amor por una actividad, persona o creencia.

En mi caso, lo que hago es tener una vida propia ocupándome de mis propios asuntos y diversifico mis intereses. No enfocarse en una sola cosa, persona o actividad es vital para evitar volverse “ciego por algo o alguien”.

Cuando tienes muchos intereses, tu vida se hace mucho más productiva e interesante. Por eso, mi recomendación es que disfrutes de todo lo que te dé placer, pero siempre cuidando de no pasar los límites y de no dañarte a ti mismo. Es cuestión de voluntad.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.