Que tus expectativas hacia tus hijos, no te impidan ver a tus hijos

Todos soñamos con "lo mejor" para nuestros hijos. Si sus anhelos y gustos se alejan de los nuestros, ¿es esto una señal obligatoria de que algo anda mal?

Rafael Vázquez

Mireya vive lejos de sus padres desde que partió de su ciudad natal para estudiar el bachillerato (escuela preparatoria), ya hace muchos años. Siempre espera con entusiasmo y alegría los recesos y vacaciones para ir a ver a sus padres. Sin embargo, siempre que termina su visita, ella vuelve triste, molesta, deprimida y, a veces, totalmente devastada.

¿Por qué le pasa eso? Porque siempre que visita a sus padres, ellos le hacen saber que ella los ha decepcionado en muchos aspectos: lo primero que le reclaman es que se haya incorporado a un voluntariado para atender a niños quemados, en lugar de hacer los contactos sociales que ellos planearon para ella en la gran ciudad.

Otra cosa que le reprochan es que se haya enamorado y casado antes de terminar la carrera, porque ellos habían planeado que Mireya se graduara, obtuviera un gran empleo, y luego de unos meses, se dedicara a viajar y conocer las maravillas naturales y culturales del mundo.

Cuando finalmente se graduó, el padre de Mireya estuvo a punto de negarse a acompañarla a su examen profesional, solo porque Mireya tenía una barriga bastante grande por su embarazo de más de seis meses. Aunque su madre estaba entusiasmada por la llegada de un nieto, el padre no dejaba de decirle a Mireya que estaba desperdiciando su vida.

El dolor de Mireya

Mireya era la menor de una familia de tres hermanos, pero ella era la única mujer. Sus dos hermanos mayores la hicieron blanco de bromas que sus padres nunca se molestaron en reprimir. Mireya creció creyendo que era fea, descuidada, sucia y que no tenía modales para presentarse en sociedad. Los padres de Mireya nunca le dijeron que todo lo que sus hermanos le decían era broma o burla sin fundamento, así que para ella no eran comunes los cumplidos.

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De hecho, los halagos comenzaron a llegar cuando ella se fue a estudiar lejos. Al principio, ella creía que se trataba de más burlas. Poco a poco se fue dando cuenta de que la mayoría de los cumplidos que le hacían eran sinceros, como cuando sus profesores la felicitaban por ser tan creativa y dedicada, cuando dos de los chicos más populares de su clase la invitaron al mismo tiempo a ser su pareja para el baile anual, o cuando escuchó a su sobrinita decir que quería ser bonita e inteligente como su tía Mireya.

Los logros

Cuando se graduó, Mireya recibió múltiples ofertas de trabajo, pero solo aceptó la que le permitía trabajar desde casa, para así poder cuidar a su hijita y dedicarle tiempo a su familia. Su padre no salió de su molestia, porque él cifraba el éxito de Mireya en la obtención de un puesto que incluyera una enorme oficina con paredes de cristal desde la cual se pudiera ver toda la ciudad y un trabajo en el cual pudiera vestir la ropa más fina y codearse con la gente de la alta sociedad.

Sin embargo, trabajando desde casa, Mireya tiene tres de las cuentas más productivas de su especialidad, y es una de las profesionales más destacadas en su ramo. Dos años después de su primera nena, Mireya y su esposo recibieron a un nuevo bebé. Cualquiera hubiera pensado que Mireya perdería la figura, pero no fue así. Ella conserva aún un aspecto atractivo, saludable y alegre. Su esposo está enamoradísimo de ella y siempre causa una muy buena primera impresión.

El reconocimiento

Hace poco, Mireya recibió un reconocimiento público por su trabajo asistiendo a los niños quemados. Sin embargo, sus padres siempre están comparando el presente de Mireya con los planes que ellos tenían para ella. No se dan cuenta de que su hija, la que siempre ha desafiado sus deseos, la rebelde, la que ha perdido la visión, es una mujer triunfadora que ha permanecido fiel a todos los compromisos en los que se ha embarcado y que ha alcanzado un enorme éxito.

La realidad

Todos soñamos con “lo mejor” para nuestros hijos. Y eso está bien. Pero no podemos controlar sus deseos ni pretender que si sus anheos y gustos se alejan de los nuestros es señal obligatoriamente de que algo anda mal. A Mireya le vendría bien que sus padres hicieran a un lado sus expectativas tan precisas e inflexibles y se alegraran con los muchos logros y el éxito en diferentes ámbitos que su hija ha alcanzado. Finalmente, una gran parte de ese éxito es gracias a ellos.

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