¡Quiero dejar de gritar, pero no puedo!

Evitar comportamientos negativos o dañinos en la familia no es tan fácil como parece. Si crees que lo has intentado todo, aquí te doy cuatro consejos que de seguro te ayudarán.

Marilú Ochoa Méndez

Lo intento cada día, estoy suscrita a más de seis blogs de paternidad consciente, tranquila y sin gritos; leo lo más que puedo al respecto; cada día hago un esfuerzo constante por no levantar la voz… Pero el camino para dejar de gritar a mis hijos es largo, y yo aún no considero haber ganado la batalla. Si tú estás en una situación semejante, te comparto algunos de los obstáculos más grandes que me he encontrado en el camino, con la esperanza de que esto pueda ayudarte.

1. Te gritas a ti misma

Se te cayó el agua o la leche caliente. Además de mojar la estufa, te quemaste los dedos. Si lo primero que dijiste fue una mala palabra hacia ti misma, tenemos ahí la raíz del problema. Tú sabes que a nuestros pequeños los forma más lo que ven (nuestra comunicación no verbal, nuestras actitudes), que lo que les decimos. ¿Cómo vas a lograr una maternidad consciente, pacífica, amorosa y sin gritos si tienes una relación contigo misma poco pacífica y poco amorosa? La siguiente vez que tengas un accidente, cometas un error o te “falles a ti misma”, sonríete, anímate y busca una manera amable de recomenzar y solucionar el problema.

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2. Quieres “aplicar una receta” de psicología Pop

Leía hace días un libro de Rosa Barocio, Disciplinar con amor y me encantó su afirmación de que los padres hemos perdido el sentido común. No queremos seguir el patrón de nuestros padres porque tal vez las nalgadas, los gritos, las imposiciones simplemente no nos van, y sufrimos tremendamente con la culpa. En este camino, surgen gurús que se jactan de tener “la receta” para que no lloren los niños, para que no hagan berrinche… Compramos los libros, nos suscribimos al blog, esperamos la segunda edición, la respuesta del experto, y nos olvidamos que nadie conoce a nuestro hijo más que nosotros, nadie como tú sabe el porqué de ese berrinche, de esa actitud incómoda. Está bien recibir orientación cuando nos sentimos absolutamente perdidas, pero ¡nosotras podemos! Dejando que pase la noche sobre el problema que tanto nos preocupa, comentándolo con nuestro marido y tal vez con alguna persona de confianza, y creyendo en nuestro sexto sentido, en nuestro instinto. Al final del día, tú y yo sabemos que el amor lo cura todo ¿no es así?

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3. Estás distraída o desconectada de tus hijos

El mundo da tantas vueltas que marea. Hay que levantarse, arreglar desayunos, mandar hijos a la escuela, arreglar la casa, recoger, hacer pendientes, las compras, la comida, la tarea, recoger, atender al marido, y además, satisfacer nuestras necesidades personales. Es normal que pases el día buscando momentos para sacar adelante lo que te has propuesto, pero a veces se nos olvida para quién lavamos la ropa, para quién lavamos los trastes… y tenemos la cocina impecable y unos nenes sentados en la sala con cara de pocos amigos porque mami prefiere limpiar que ver su nueva patada para anotar el gol del siglo. Queremos dejar de gritar, pero no nos concentramos en el aquí y el ahora con ellos, disfrutándolos verdaderamente los pocos minutos del día que son realmente nuestros. Esa desconexión, dificulta mucho que tengamos actitudes amorosas para con ellos.

3. Trabajas sola (sin tu marido)

Es maravilloso proponernos dejar de gritar. Deberíamos proponerlo a voz de grito en todos los ambientes: en la calle, en la oficina, y —por supuesto— defenderlo sobre todas las cosas en el hogar. A veces se nos olvida que incluir a nuestro esposo es garantía de éxito. ¿Quién más puede entrar “al quite” cuando me estoy volviendo loca? ¡Sí! ¡Mi marido! Es importante sentarnos con él, comentarle el enorme valor de tratarnos todos con amor (y ¡ojo! comenzar por los esposos).

4. Trabajas sola (sin Dios)

Este punto es el último, y —a mi particular punto de vista— el más importante. Te has propuesto dejar de gritar, lo has intentado, lo has hablado con tu esposo, estás convencidísima… ¡pero no puedes! Es que se te ha olvidado recargar pilas con el único cargador universal y todopoderoso, ¡Dios! Él te dará la fuerza para sonreír pacientemente a pesar del cansancio, del dolor de cabeza, de los gritos de tus demás hijos. Así que, ¡apóyate en Él y ora más!

¿Eres madre o padre? ¡Fortalece tu espíritu!

Felicidades por proponértelo. ¡No te desanimes! No eres la única, levantémonos, vale la pena cada esfuerzo por conseguir un hogar feliz.

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.