Soy una mamá descuidada, con hijos felices

Admiro a esas mujeres cuyos niños se comportan maravillosamente, se ven siempre impecables y que además dedican una gran cantidad de tiempo y de recursos en protegerlos y darles lo mejor. Pero pienso que mis descuidos hacen a mis hijos felic

Maria Josie Hernandez Cabrera

Hace unos meses organizamos una reunión en nuestra casa para anunciar a la familia y a los amigos que esperábamos un nuevo bebé. Entre todas las familias que llegaron, llenaron nuestra casa de niños de todas las edades. Recuerdo haber disfrutado enormemente la conversación y las risas de los adultos, pero sobre todo ver a tantos niños correr, jugar y gritar de alegría en el patio trasero.

Había una niña en particular que por alguna razón no logró adaptarse a los juegos infantiles. Cuando el resto de los niños jugaba con una gran pelota, ella no lograba participar ni disfrutar de la actividad. Cuando alguien lanzó demasiado fuerte la pelota y ésta voló encima de la cerca cayendo en un lago artificial, no faltaron los voluntarios que salieron corriendo tras ella y lograron hacerla volver a la orilla. La pelota regresó triunfante a nuestro patio para seguir divirtiendo a los niños, pero la mamá de aquella niña se acercó inmediatamente a pedirme que limpiara la pelota con desinfectante. Fue ahí cuando me di cuenta de lo descuidada que soy como mamá y de lo felices que son mis hijos. ¡Nunca se me hubiera ocurrido “desinfectar” la pelota! Y mis niños jamás habrían rechazado una pelota que acababa de caer al agua.

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Los niños no necesitan un mundo aséptico

Mientras que mis cuatro hijos estuvieron jugando y ensuciándose con los otros niños y disfrutando cada minuto de la compañía de nuestros invitados, esta pequeña estuvo informándome de cada “barbaridad” que hacían los míos. Primero vino a indicarme que una de mis hijas se encontraba jugando afuera sin zapatos, luego que la más pequeña se había llenado las manos y la boca de queso (puesto que había estado comiendo botanas), después vino a informarme que mi segundo hijo movía con rudeza sus carritos para hacerlos chocar uno con otro.

Debo admitir que admiro a esas mujeres cuyos niños se comportan maravillosamente, se ven siempre impecables y que además dedican una gran cantidad de tiempo y de recursos en protegerlos y darles lo mejor, lo que me lleva al siguiente punto: nuestra protagonista, desde muy pequeña ha tenido de todo y ésta tal vez es la razón por la que le cuesta tanto trabajo relacionarse con otros niños y ve tantos defectos en ellos. Ella nunca ha tenido que aprender a convivir o compartir con otros.

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“Educa a tus hijos con un poco de hambre y un poco de frío”, reza el popular proverbio del filósofo chino Confucio. Muchas veces los padres quisiéramos darles y facilitarles todo a nuestros hijos, evitarles todo lo que es difícil o frustrante, pero no podemos ignorar que muchas de estas situaciones son inevitables y que tarde o temprano la vida las pondrá enfrente de ellos. Por eso es tan importante enseñarles a tolerar la frustración, a ser adaptables, a que puedan disfrutar de las cosas pequeñas y, sobre todo, de la compañía de los demás. ¡Así es el mundo real! No siempre va a estar ahí mamá para solucionar cada problema, cada carencia, cada conflicto personal, para proveer cada necesidad o capricho, ni para “desinfectar” el mundo para ellos.

El amor que incapacita

El amor de padres es el sentimiento más hermoso y más fuerte que existe, tenemos el impulso automático de correr a ayudarles y darles todo a los hijos. Pero demostrarles ese amor con sobreprotección y con exceso de cosas materiales puede llegar a dañar a los niños, puesto que podemos incapacitarlos para ser felices en la vida real.

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Una realidad ficticia

He observado que personas que en su pasado han vivido grandes carencias, después han querido crear una realidad totalmente distinta para sus hijos, dándoles todo a manos llenas. Pero, ¿qué sucede después con esos hijos que han vivido aislados de la realidad? ¿Cómo van a aprender a enfrentar los retos de la vida cuando papá y mamá ya no estén? Cuando se rompe esa burbuja, el mundo real resulta para esos hijos no solo desconocido, sino sumamente frustrante.

Infelicidad momentánea vs felicidad a largo plazo

Todos quisiéramos desaparecer el sufrimiento de los hijos, sin embargo, esas situaciones que no los hacen felices en el momento, en el futuro los harán personas conscientes de lo que es realmente importante y del valor del esfuerzo, convirtiéndolos en hombres y mujeres de bien, y sobre todo en adultos felices. Hace poco, después de enfrentar una serie de gastos inesperados y de haber estado algún tiempo con el cinturón de las finanzas bastante apretado, fuimos a comprar helados para los niños en su restaurante favorito. Fue tanta su alegría y su sorpresa, ¡que cualquiera habría pensado que habíamos llegado a Disneylandia!

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Mostrarles el mundo real

En nuestra creciente familia, hemos tenido que hacer sacrificios y los niños más grandes se han adaptado muy bien a la nueva realidad. En parte, creo que ha sido muy beneficioso para ellos estar involucrados en nuestro apostolado de ayudar a madres con necesidades materiales. Los niños comprenden lo afortunados que son de tener las suyas cubiertas, aun cuando no tenemos lujos, ni juguetes caros, ni aparatos sofisticados.

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Brindémosle lo mejor a nuestra familia, principalmente en valores; enseñémosles a ser independientes, a disfrutar de las cosas pequeñas y así criaremos hijos felices, fuertes y preparados para el mundo real. ¡Ánimo, mamás descuidadas como yo! Están haciendo un mejor trabajo del que creen.

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Maria Josie Hernandez Cabrera

Esposa y Mamá radicada en EEUU, Comunicóloga de profesión, Bloguera por inspiración, Traductora, Editora y Locutora, por ocurrencia de Dios, Defensora de la Vida y la Familia por vocación