Trastorno sensorial ¿sabes qué es?

Tu hijo puede padecer un trastorno sensorial y no te has dado cuenta. Descúbrelo leyendo este artículo.

Emma E. Sánchez

Desde los años 70’s ya se hablaba de los procesos neurológicos que organizan las sensaciones del cuerpo con su entorno, lo que nos permite relacionarnos y usar nuestro cuerpo y facultades para aprender, relacionarnos, hacer nuestra vida diaria y hasta sobrevivir.

El trastorno de procesamiento sensorial surge cuando las sensaciones provenientes del cuerpo y del medioambiente no están organizados, de tal manera que se manifiestan una gama muy amplia de dificultades al procesar información por medio de nuestros sentidos. Por ejemplo, dolor al cortarse las uñas o cepillarse el cabello, no saber o sentir qué presión debemos ejercer para tomar un objeto, medir la distancia entre un objeto y otro por medio de la vista o dolor al usar ciertas telas aparentemente normales para otros.

¿Te imaginas sentir dolor en tu cuerpo al rozar con una flor o algodón?

Pues así de complejo es vivir con este trastorno que surge o aparece en la primera infancia y que muchas veces se tarda en diagnosticar porque los padres creen que el  niño es delicado o chillón, o simplemente que se queja de todo porque no quiere hacer algo.

Los síntomas pueden variar mucho de persona a persona y afectar uno o varios sentidos y el rasgo más importante es que comienza a afectar la vida de quien lo padece como de quien los rodea.

¿Qué debemos observar en nuestros hijos?

Se llaman reacciones de hiper reactividad, o sea, reacciones sobreexageradas, por ejemplo, ante:

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Lugares ruidosos

Mucha gente o inclusive un salón normal de estudiantes

Sentirse mal cuando alguien los toca, rechazar todo contacto físico incluyendo besos, caricias o el mínimo toque

Mareas, molestia por la luz o los colores y   la oscuridad incluida

Mareos, nauseas o gran incomodidad por los olores que pudieran ser agradables para la mayoría, o a uno en específico

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Rechazo a ruidos constantes, como las manecillas de un reloj o el latido del corazón propio

No poder dormir, dormir mal o no poder despertar con facilidad

Dolor o molestia constante en la piel, la ropa no la tolera

Mucho dolor o no sentir dolor

Chupar cosas, morderlas, comerse las uñas sin medir el dolor

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Impulsividad

Desde bien pequeños pueden también advertirse otros problemas recurrentes como:

Tardarse mucho en gatear, caminar o hasta correr

Saltar en uno o con los dos pies

Problemas para sostener objetos de cualquier tamaño o peso

Uso de fuerza descontrolada para acciones finas

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Problemas para escribir, sentarse correctamente, sentarse  con las piernas cruzadas

No tener equilibro

Malos reflejos

Y como consecuencia de todo esto, es muy común los problemas para hacer amigos o  de autoestima.

¿Qué podemos hacer para ayudar a los niños con estas dificultades?

En la gran mayoría de los casos, los padres se dan cuenta de este problema cuando los niños ya van a la escuela y el maestro constantemente les da reportes como estos:

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No puede quedarse quieto durante la lección o interrumpe mucho la clase

Parece estar distraído siempre

No respeta las reglas del salón, sus compañeros se enojan pero a él no parece importarle

No tiene amigos, no respeta el espacio personal y no entiende el concepto “toca a todos”; no mide su fuerza,  le gusta mucho girar o dar vueltas.

Gusta de actividades de mucho riesgo o extremas

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No puede agarrar el lápiz correctamente, no puede escribir, no le gusta hacer ejercicios escritos

Se sale o llora cuando hay reunión de muchos alumnos, en el recreo se ha tirado a llorar por el sol, el ruido, un golpe sencillo o porque alguien lo tocó

Luego, las primeras deducciones son “es hiperactivo, es muy delicado o muy sensible”

Si tú ya observas estas características y ves que tu hijo sinceramente está sufriendo por su entorno o empieza a aislarse, hay que recurrir al especialista. En este caso, te recomiendo desde un médico general y algún buen psicólogo o especialista en trastornos de TDH e hipersensibilidad.

Como verás, se trata de un trastorno complejo de distinguir, fácil de confundir y complejo de sobrellevar

Normalmente, hacia el final de la adolescencia algunos síntomas bajan su intensidad, el uso de algunos medicamentos, terapia de apoyo y la comprensión de maestros y compañeros, hace que sus vidas mejoren. Conforme crecen, las personas toman más conciencia de su  sentir y hacen lo necesario  para adaptarse su grupo social, algunas veces el trastorno es casi imperceptible por lo mucho que lo pueden mantener en control. En otras, es aprender a vivir con esta condición.

Lo que es muy cierto, es que durante la adolescencia debe ser muy vigilado y acompañado, pues pueden haber algunas crisis emocionales por reconocerse desde diferente al resto, no encajar en el grupo social o caer en depresión.

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La presencia de padres, la comprensión de su círculo de amistades y docentes es fundamental. De hecho, se requiere mucho del apoyo y aceptación de todos para ser tolerantes  y pacientes con las adecuaciones que se requieran para poder sentirse mejor.

¿Cómo cuáles?

Por ejemplo, el uso de audífonos en ciertos momentos, lentes oscuros en muchos momentos, ropa al revés, o solo de cierto material, no participar de ciertas actividades, como un lugar donde habrá mucha gente o pirotecnia, música a muy alto volumen o no saludar de mano y beso a nadie.

Si todos cooperamos y tenemos la voluntad de entender, veremos que podemos hacer un espacio en el mundo para cualquiera. Ser respetuoso tolerante y hasta comprensivos, hace la diferencia en las relaciones personales, el desempeño escolar y la vida misma.

Vamos juzgando menos y siendo más empáticos con todos.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.