Tu hijo aprenderá a calmarse siguiendo tu ejemplo

Los hijos aprenden de los adultos. Sé un buen ejemplo y no tendrás que avergonzarte de los malos resultados.

Erika Patricia Otero

Todos hemos tenido la oportunidad de ver niños haciendo rabietas en tiendas y otras partes. Por lo general, esto ocurre cuando los padres no acceden a concederles un capricho.

Para quienes lo presencian puede resultar gracioso y hasta molesto. Lo cierto es que son muchos los padres que ante estas reacciones infantiles pasan vergüenza y no saben cómo reaccionar.

Muchos padres les hacen a sus hijos miradas furtivas, otros más solo los ignoran y siguen su camino como si nada, y algunos más les reprenden en público.

Las cosas son muy distintas si los niños pierden el control en casa. Muchos padres lo que hacen es gritarles. Lo hacen tan fuerte que los gritos de sus hijos se confunden con los de ellos. Pierden el control totalmente a un punto que los hijo se sienten confundidos.

Yo no recuerdo una sola pataleta que hubiera hecho, no porque no me hubiera dado un acceso de ira infantil; es más, creo que solo tuve una en mi vida, según cuenta mi madre, pero jamás se volvió a repetir. ¿Cómo actuó ella? un regaño severo en voz baja; mi madre no es de esas mujeres que se queden con el regaño a media boca.

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Los niños necesitan dirección

Los niños se comportan como niños. Como tal, están aprendiendo a relacionarse con el mundo y las personas. Van dando tumbos entre ensayo y error, y es obligación de los padres darles guía.

Es natural que griten y se exciten mientras juegan. Muchos tampoco saben canalizar sus emociones; están aprendiendo de la vida y cómo comportarse. Si piensas que calmarás los gritos de enojo o algarabía de tus hijos gritando más alto, estás muy equivocado.

Lo más probable es que los niños se asusten y comiencen a llorar; eso, o despertarás miedo y resentimiento en ellos. Antes que esto suceda detente un segundo y piensa ¿Qué deseas que tus hijos sientan hacia ti? ¿Miedo, resentimiento o respeto? Estoy segura que lo que deseas es que tus hijos te quieran y respeten, no que te tengan miedo. Pues bien, no grites.

Cálmate y se calmarán

Antaño, cuando los niños se comportaban de manera reprobable, lo más seguro era que un chancletazo no se hiciera esperar. Otra cosa que jamás faltaba eran las miradas que decían todo sin una palabra. De inmediato sabíamos que o parábamos o las cosas se iban a poner feas al llegar a casa.

Esa era la técnica de mi madre; me miraba y me decía todo lo que no quería “escuchar” con sus ojos. Si obedecía no habrían represalias, solo una advertencia. Y por fortuna no era tan necia; una advertencia valía para saber que si quería algo, podía pedirlo de buena manera; ¡ah! pero las cosas serían muy diferentes si me ponía gritona.

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Pocas veces recuerdo que mi madre recurriera a los azotes. Ella siempre fue una mujer estricta, de palabras claras y contundentes, y hechos.

Fueron muchas más las veces que se puso a nuestro nivel y nos habló tranquilamente y con claridad. Cuando eso pasaba, teníamos la certeza de que su “castigo” sería inminente.

Sí, también gritaba cuando ya la sacábamos de quicio; no es una santa ni perfecta, pero eso ocurrió pocas veces. Supo mantener el control.

Mi madre por fortuna aún vive. Muchas veces recordamos nuestras travesuras y estas eran bastante terribles. No sé ni como no perdió el control; de verdad nos tuvo mucha paciencia.

Ayuda a que tu hijo se calme

Tus hijos aprenderán a controlarse con tu ejemplo y guía. Todo lo que un niño hace en su vida en la adulta lo aprendió de sus padres cuando era infante.

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Es justo por esto que debes enseñar a tu hijos a calmarse. Esa será la manera como ellos ayuden a sus hijos a canalizar sus emociones.

Esto es lo que se recomienda:

*Procura que el niño identifique la emoción que siente. Habla con él y pregúntale qué siente. Saber si es ira, dolor o frustración le ayudará a darse cuenta cuál fue el desencadenante de esta emoción.

*No restes importancia a lo que el niño siente. Sus sentimientos son tan verídicos e importantes como los tuyos. Lo que tu hijo requiere es tu comprensión y apoyo.

*Tras una rabieta hay una necesidad. Muchos niños sienten impotencia al sentirse ignorados. El resultado son gritos o desorden. Lo que el niño está pidiendo a gritos es cariño y abrazos.

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*Habla y corrige su comportamiento. Sé claro y contundente, pero no lo castigues con indiferencia. No le niegues a tu hijo un abrazo o un momento contigo; a veces solo necesitan sentirse acompañados y amados.

Luego de este proceso, el niño estará más abierto a hablar de lo que siente. La próxima vez que vuelva a sentirse enojado, sabrá manejar su malestar y no temerá a las consecuencias de su ira. No temerá porque así como surge la emoción , así mismo se extinguirá. Además, tendrá seguro que contará con el apoyo de sus padres para hablar de lo que le pasa y siente.


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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.