Tu hijo hace berrinche ¿y tú le haces coro? Aquí te ayudo a mantener el control emocional

Es muy fácil que un padre pierda el control cuando su hijo explota. Pero, ¿qué necesidades expresa el niño detrás de esas reacciones?

Julia Tort

Los padres solemos hacer interpretaciones juiciosas del comportamiento infantil. Cosa sencilla desde nuestra postura cómoda de inmediata respuesta emocional. Resulta fácil engancharse en el enojo cuando un pequeño explota en un berrinche, grita, patalea, se violenta o se comporta de manera incontrolable y extrema, según nuestra perspectiva:

  • Necesita un fuerte correctivo, o

  • Le permitimos cualquier cosa y nos manipula, porque no lo sabemos manejar.

Aplicar cualquiera de estas dos variables es incorrecto, pues se trata de métodos que descomponen la armonía personal y, como consecuencia, rompen la estabilidad familiar. Si analizamos a detalle algunos episodios de exaltación nos daremos cuenta de que existen patrones de conducta en los que es evidente que los niños poseen una corta habilidad de comunicación con respecto a sus necesidades básicas. Manifiestan sus emociones, pero no expresan sus sentimientos, lo que quiere decir que son auténticos si están alegres, tristes, afectuosos, molestos o con miedo; no lo ocultan, y lo podemos leer a simple vista, pero expresarlo es mucho más complejo, por consiguiente, deben aprender a darle nombre a lo que perciben, y a decir cómo se sienten con el andamio del adulto. Por lo general no apoyamos a nuestros hijos para reconocer y denominar sus estados emocionales, a fin de tener la posibilidad de hablar de ellos, permitirlos y canalizarlos de forma positiva, porque tampoco lo aprendimos; entonces, lo más fácil a nuestro alcance es reaccionar, en lugar de responder y ellos aprenden a reprimir sus emociones y a sustituirlas por otras que son falsas, como reír en lugar de llorar, castigarse en lugar de disfrutar, etcétera.

Los niños tienen escasas opciones de elección para responder ante la frustración, y una de ellas es el llanto, que, por lo regular, termina en berrinche cuando siente impotencia porque no obtiene lo que quiere, que no es un dulce, el juguete ni nada por el estilo; sino una fuerte llamada de auxilio para equilibrar su estallido emocional, que le causa temor cuando se sale de control y casi siempre se debe a que detrás de estos incidentes hay una irritabilidad que le precede, a causa de un malestar en sus demandas corporales esenciales.

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Es sencillo traducir lo que el niño quiere decir si se toma en cuenta que entre más pequeño sus peticiones apuntan en mayor rango hacia sus necesidades básicas e inmediatas, como hambre, frío, calor, cansancio, sueño, entre otras. Sin embargo, sin importar su edad siempre prevalecerá su imperiosa necesidad de seguridad, amor y pertenencia (ser parte de un grupo, como familia, amigos, compañeros).

Un padre o una madre que se pone al nivel de su hijo es un peligro para él, porque sus alcances son mayores: se trata de un niño gigante que agrede, insulta y ofende “para remediar la situación”. Su inmadurez emocional bloquea su discernimiento, olvidando que es el adulto y tiene posibilidades infinitas de elegir desde el amor, no desde el enojo.

La conducta inadecuada de un pequeño es un síntoma que nos habla de algo más profundo que se llama: “Aquí estoy, guíame, ¡te necesito!”. A través de su mal comportamiento reclama al adulto encauzamiento y éste reacciona comportándose de manera contraria. El niño aprende a tener respuestas erróneas disminuyendo cada vez más su inteligencia emocional.

El niño pide —- a cambio recibe

Amor —- golpe

Seguridad —- insulto

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Atención —- desprecio

Tiempo —- indiferencia

Reconocimiento —- castigo

Compartir —- abandono

Aprender —- impaciencia

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Sabiduría —- negligencia

Mientras que el padre espera del hijo

Respeto

Obediencia

Entrega

Agradecimiento

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Sumisión

Reverencias

Un golpe deja una lesión física y una herida emocional profunda. La lesión física cicatriza y con el tiempo casi puede ser borrada. Pero la herida emocional sangra toda la vida y se repite generación tras generación. La paciencia y la violencia son conductas que se aprenden con base en un modelo. ¿Qué eliges tú enseñarle a tus hijos?

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Julia Tort

Julia Tort es Lic. en Preescolar y Psicología, asesora y especialista en Estim. Temprana, prenatal, del aprendizaje y liderazgo, escritora y madre de 3 hijos. Actualmente vive en San Juan del Río, Qro. México. E-mail contacto: lic.juliatort@hotmai