Tú, ¿regañas, o disciplinas?

Ante un comportamiento inadecuado de tus pequeños, ¿cómo y por qué corriges? ¿Conoces la diferencia entre regañar y disciplinar?

Marilú Ochoa Méndez

¡Mis hijos no me escuchan! Es una queja cotidiana que tal vez has dicho, o al menos, has escuchado.

Muchas mamás no comprendemos por qué a pesar de decir a nuestros pequeños de todas las formas posibles lo que esperamos de ellos, no lo conseguimos.

Parece sencillo, e incluso superficial, pero constantemente nos perdemos la gran diferencia que existe entre disciplinar y regañar. ¡No es para nada lo mismo!.

No siempre tenemos disposición o capacidad para atenderlos

Apenas llegas a casa, con las bolsas del mercado, tus llaves, tu monedero, todo en la mano. Tu pequeño corre hacia ti, pidiéndote que lo tomes en tus brazos.

Pero no puedes. Entonces, le explicas que lo abrazarás cuando tengas las manos libres. A él no le gusta mucho, pero lo tiene que aceptar. Es para todos evidente que en ese preciso instante, te es imposible atender su deseo.

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Sin embargo, ¿cómo lograr hacer entender a tu pequeño que solo deseas una hora de silencio para meditar sobre aquella discusión, sobre el pendiente de tu trabajo que te pone de los nervios, o simplemente de tu agotamiento físico?

No es tan sencillo para él ni para ti, porque los agobios se acumulan invisiblemente sobre tu mente y corazón. Ante su insistencia, es probable que tú reacciones con excesiva dureza, desconcertándolo.

¿Cómo no entiendes que no puedo atenderte?“, te preguntarás en tu fuero interno. Para ellos, no es evidente tu carga mental, ellos te ven cerca, y desean ser atendidos.

Pero no siempre estamos disponibles

Y es normal. Tratamos cada día, pero inevitablemente nos descubrimos de nuevo desconectadas, no disponibles, agobiadas. Navegamos por los pendientes de la vida adulta en “modo automático”, toreando los obstáculos mientras avanzan sin piedad sobre nuestra prisa, nuestros deseos, añoranzas y cansancio.

¿Recuerdas el “tetris”? Ese juego en el que bajan una tras otra formas cúbicas. Es preciso encajarlas, jugando con su orientación y de manera que consigas líneas sin huecos, que vayan desapareciendo.

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Si no colocas las piezas de manera adecuada, conseguirás una montaña llena de huecos, imposible de “vencer”. Esas líneas terminarán haciéndote perder la partida.

Queremos resultados distintos, pero hacemos lo mismo

A veces, el “tetris” de nuestra vida, está lleno de huecos, y nos abruma no conseguir mejorar o avanzar, pero ¿cómo podríamos avanzar, si hacemos lo mismo día a día?

Hablo con ellos, les pido, casi les ruego, pero siguen haciendo todo igual“. Me he desahogado varias veces con estas palabras, sintiéndome tal vez poco capaz, tal vez perdida, y abrumada.

Ocurre que no he prestado atención a que en el problema está la solución. Nuestros niños tienen oídos, tienen ojos y corazón. Ellos miran nuestra frustración e inquietud, no desean vernos tristes, no desean agobiarnos. Naturalmente, ¡el problema no está en ellos!

A veces no sabemos comunicarnos

Estamos acostumbrados a reaccionar: “¿Me sacaste la lengua?, ¡pues yo también lo haré, y además, te daré un pellizco!“. Y estas reacciones cotidianas revanchistas abarcan también nuestra crianza.

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Cuando mis hijos de 4 y 7 años despertaron con sus gritos a mi bebé de 16 meses, me daban unas ganas locas de gritarles también. Me encontraba muy agobiada, estaba cocinando, y tenía un problema del banco que me urgía atender.

Gracias a Dios, logré contenerme, y decidir cómo actuar. De haber caído en mi impulso y gritarles, hubiera generado más caos, en vez de alguna solución. A esto deberíamos sumar dolorosas heridas emocionales en mis hijos y una culpabilidad acentuada en mi misma.

A veces, al castigar, buscamos hacer un mal al niño que hizo otro mal. Pensamos que porque somos los adultos tenemos el derecho de -como me hicieron pasar un mal rato, yo tengo derecho a hacerles lo mismo.

¿Revanchismo con nuestros niños?

Pero es una solución primaria y básica. Tú y yo podemos elegir, podemos elegir sembrar en vez de regar más la pólvora y alimentar la posterior explosión.

Y es aquí donde entra el término “disciplinar”.

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¿Por qué nuestros hijos no escuchan a veces? Porque nuestro diálogo en voz alta, reclamando, preguntándoles si nos quieren matar, si lo hacen para volvernos locos, para ellos solo es basura emocional.

Lo que necesitamos es recomponernos, reflexionar sobre lo que sucede y pensar qué tenemos que hacer diferente, qué podemos cambiar para sacar a flote la belleza, atención, dulzura, apoyo y el amor incondicional que nuestros pequeños nos profesan.

¿Sabemos disciplinar?

Jacques Curtois, en su libro “El arte de dirigir” nos dice: “no es suficiente solo dar una orden, es preciso poner las condiciones para ser obedecidos“.

La disciplina implica colocar las condiciones para que esto se lleve a cabo.

¿Qué es lo que te convence a hacer algo en vez de posponerlo o evitarlo? Tu motivación personal. Sembrar en nuestros hijos con nuestros actos, reglas, cariño y conexión una motivación es lo que generará un cambio verdadero en nuestra dinámica familiar.

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Te comparto algunos tips para hacerlo:

Ten paciencia

Los cambios profundos, verdaderos se generan poco a poco, con paciencia. No siempre verás resultados luego de elegir disciplinar con amor, pero ten la certeza absoluta que educar sin lastimar es el camino correcto.

Crea rutinas en casa

Las rutinas son la base del orden y facilitan en gran medida una vida sana en familia. Establece con tu familia las más importantes, las que les darán serenidad, salud y armonía.

Asegúrate de que exista un ambiente saludable

Un niño que se siente bien, se porta bien. ¿Qué aspectos en tu vida familiar favorecen el mal comportamiento?

Procura cercanía, afecto y conexión con tus hijos

Es la base para garantizar que tus pequeños se sienten bien.

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Establece límites sanos en tu vida familiar

Límites amorosos, bien establecidos, claros y contundentes. No hacerlo es dañar a tus pequeños, necesitan saber bajo qué marco pueden moverse.

Enfócate en lo bueno

¡Dejemos de regañar! No es funcional, ni práctico. Hay muchas herramientas bellas para salir del círculo del maltrato. Empecemos hoy. Te dejo con una hermosa reflexión de Tomás Melendo, un reconocido autor español sobre crianza, vida familiar y amor:

Olvídate de los defectos de tus hijos. Así: ¡????????????????́????????????????! Cuando solo prestes atención a lo mejor de cada uno, conociendo bien sus cualidades y comentándolas, los verás crecer como la espuma.

Tomás Melendo

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.