Un número en la boleta de calificaciones no define a tu hijo

La sociedad nos empuja a querer siempre ser mejor que los demás. En esa marea se encuentra tu hijo, a quien esa presión puede estar afectando seriamente.

Emma E. Sánchez

Hace algunos años se pensaba que buenas calificaciones eran sinónimo de tener un buen trabajo en el futuro y por lo tanto, buenos ingresos económicos y una vida confortable. Podríamos decir entonces, que entre mejores notas un alumno obtuviera, era más inteligente; sus padres eran buenos padres y en conclusión, mejor le iría en la vida.

Pero eso fue hace mucho, mucho tiempo y conforme se ha investigado y observado a las generaciones crecer y colocarse en el mundo laboral, se han descubierto que esas ideas, aunque muy generalizadas, son erróneas y hoy podemos reconocerlas y evitarlas.

Las calificaciones no son señal de inteligencia

Durante el siglo pasado el único referente para determinar la inteligencia era el Coeficiente Intelectual o IQ, por sus siglas en inglés. Como el resultado de la prueba se medía con un número, las calificaciones escolares pronto fueron el siguiente referente.

Hoy en día, gracias a los estudios de Howard Gardner, sabemos que hay inteligencias múltiples y que todos somos inteligentes de alguna forma. De igual manera, también sabemos que inteligente es la persona que puede resolver los problemas que se presentan y que se adapta al cambio con facilidad.

Obtener las calificaciones más altas no garantiza los mejores trabajos o posiciones altas y mucho menos, riqueza

De hecho, las cosas en la vida laboral resultan al revés de lo que se pensaba:  hoy en día los que solían tener las calificaciones más altas de un grupo, están trabajando para aquellos cuyas calificaciones solamente eran el promedio.

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¿Por qué ocurrió eso?

Sencillo: la gran mayoría se dedicó a estudiar solamente para sacar buenas calificaciones mientras que los otros, dedicaron tiempo a jugar, socializar así como a otras actividades que a futuro les redituaron más que solo tener calificaciones altas.

Y la cosa se pone más interesante con los nuevos genios de este siglo: muchos abandonaron sus estudios universitarios pues sus proyectos escolares o de negocios, que ya les estaban reportando grandes ganancias y les requerían de todo su tiempo ¿te acuerdas de Bill Gates o Steve Jobs?

Que tenga buenas calificaciones no significa que su familia sea perfecta

No significa tampoco que tú como padre estés haciendo todo de maravilla; hay estudiantes cuya problemática de vida es tan grande que estudiar es su refugio, su escape a la vida que tienen en el hogar. Una calificación jamás podrá ser un espejo fiel de las relaciones familiares sanas. Lo único verdadero es que aquellos alumnos que cuentan con el apoyo y compromiso de sus padres para estudiar, podrán enfrentar y sortear cualquier dificultad académica.

Cuando entendemos que nuestros hijos no son un número y que mucho menos su vida está definida por ello, es más fácil concentrarse en las cosas realmente importantes y que en verdad serán significativas en su vida adulta.

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Dejar de competir y comparar

La competencia sana entre iguales es buena pero sumamente dañina entre niños presionados por sus padres o inclusive profesores.  Evita decir “Fulano es mejor que Mengano” o “mira a tu hermano qué inteligente es, deberías ser como él”, estas expresiones son nocivas y pueden impactar directamente en el menor destruyendo su autoestima.

Dejar de presionar o castigar

Si las calificaciones de tu hijo no son precisamente de tu agrado, te molestan, te hacen sentir mal o avergonzada, analízate a ti primero y busca el origen de tus emociones, puede ser que a ti te exigían mucho tus padres, o porque sientes que tú te esfuerzas mucho trabajando y tu hijo no corresponde a tu esfuerzo.

Piensa qué es lo que te enfada y hasta que des con el verdadero motivo podrás ir con tu hijo y revisar qué ocurre, sin presionarlo, regañarlo y mucho menos culparlo por las notas, que por cierto también pueden ser responsabilidad tuya.

Comienza a revisar qué faltó o dónde estuvo el fallo

Tu hijo es el primer actor y quien te puede dar la primera explicación, escúchalo sin juzgar, buscando entender siempre. Si tienes dudas o no te queda claro algo, haz una cita con los profesores y habla con ellos sobre el desempeño de tu hijo.

Con esa información puedes trazar un nuevo plan de acción en casa y entonces las mejoras se darán.

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Comenzar a reconocer los intereses,  habilidades y desafíos del niño

Cuando padres e hijos se esfuerzan y trabajan juntos, el adulto comienza a conocer mejor a su niño, sus habilidades y aquellas cosas que se le dificultan, entonces es mucho más fácil tanto buscar ayuda para una problemática específico o encaminar los talentos.

Saber cuándo apoyarlo y cuándo dejarle resolver solo

Nuevamente, cuando un padre se toma el tiempo de sentarse con su hijo a leer o repasar las matemáticas, lo irá conociendo mucho más, entonces sabrá cuando es necesario dejarlo resolver solo, seguir a su lado muy en corto explicando, o en vueltas supervisando el trabajo y su calidad.

De cualquier manera, el interés del padre siempre tiene buenas consecuencias en los hijos.

Las habilidades sociales

Aprender a leer y escribir correctamente es muy bueno, resolver problemas matemáticos, comprender y razonar es igual de bueno y muy útil en la vida, pero algo que siempre hará la diferencia en la vida es saber relacionarse con otras personas. Saber trabajar juntos, compartir, ceder, negociar, hacer amigos y conservarlos.

Jugar, participar en un equipo deportivo y convivir les dan a los niños las oportunidades necesarias para desarrollar esas habilidades.

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Como todo lo bueno, se trata de equilibrio.

Constancia y disciplina

Las metas se logran con constancia y disciplina, no hay otro camino para lograr aquello que deseamos. Nuestros hijos deben aprenderlo mediante el esfuerzo personal y el ejemplo que les damos.

Cuando hacemos nuestro mejor esfuerzo, las calificaciones se vuelven secundarias, el niño comenzará a desarrollar un gusto personal por aprender y orgullo por su trabajo.

Hay niños que se proponen ganar una medalla, obtener un diploma o sacar cierto puntaje; si es su meta ¡adelante! Hay que apoyar y cuidar que no pierda el equilibrio en la vida, esa es nuestra función.

El amor filial no está condicionado

Y por último: Nunca condiciones tu amor a las buenas calificaciones. Solo recuerda, que con amor es mucho más fácil que las calificaciones mejoren a que mejoren con insultos y maltratos.

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 Inculca en tus hijos el gusto por aprender, ámalos, dedícales tiempo, y lo demás solito llegará.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.