Veamos a nuestros hijos como realmente son, y no como nos gustaría que fuesen

Los padres vamos moldeando a nuestros hijos como nos gustaría que fuesen. Y en el camino olvidamos que ellos tienen sueños, metas y aspiraciones propias.

Fernanda Gonzalez Casafús

Cuando anoté a mi hija en Ballet, a sus 5 años, lo hice con mucha ilusión. Ella demostró interés y alegría al comienzo, pero finalizando el año ya no quiso ir más. Era aplicada en sus clases, pero no era algo que la atrapara demasiado.

De pequeña, yo soñaba con tomar clases de Ballet, mas luego en mi pubertad conocí la danza del vientre, la cual me llevó a recorrer el mundo entero durante tres años. Tal vez por ello yo internamente deseaba que mi hija también se sintiese atraída por el baile.

Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo

Los padres ofrecemos a nuestros hijos un abanico de posibilidades. Pero tarde o temprano son ellos mismos quienes elegirán su camino. Cuando anoté a mi hija en danza lo hice pensando en que tal vez a ella le encantase bailar como a mí, pero mi pequeñita me demostró que su espíritu es otro. 

Al año siguiente probamos con gimnasia rítmica y tampoco se mostró muy entusiasmada. Más adelante quizá probaremos con alguna otra disciplina, hasta encontrar lo que a ella le guste. Mi deseo es que se sienta bien y que haga lo que la hace feliz; ahora en su niñez y por siempre en su vida.

Los padres enseñamos a volar, pero nuestros hijos no volarán nuestro vuelo. Por más que nos empeñemos en motivarlos a que hagan aquello que nos gusta, ellos irán moldeando sus personalidades y gustos, y somos nosotros quienes debemos considerar esa voluntad.

Advertisement

Motivar sí, obligar no

Conozco de cerca la historia de un joven cuya madre y padre son abogados exitosos. Como primogénito, fue empujado casi obligadamente a estudiar la carrera de abogacía. Sus padres les decían que él debía ser abogado, pues tendría todo un imperio ya conformado a sus pies. Pero a él le gustaba cocinar.

Pasaron los años y este joven debía tan solo dos materias para recibirse de abogado. Pero algo lo hizo detenerse. No solo no rindió esas materias y cerró por siempre la puerta a la abogacía, sino que se inscribió en un curso de cocina. ¿Y qué creen? Hoy es uno de los chefs más prestigiosos de su ciudad.

A sus padres le hubiese encantado que su hijo sea abogado; y de hecho lo veían como tal. En sus mentes no cabía otra posibilidad. Pero se olvidaron que ese niño fue creciendo con aspiraciones y deseos propios y que un día se dio cuenta de que quería forjar su propia identidad.

Observemos a nuestros hijos

Con sus actos, ellos nos demuestran desde muy pequeñitos de qué está hecha su esencia. Claro que los padres moldeamos, motivamos y alentamos; pero cada uno de nuestros hijos son únicos y especiales y aunque nos gustaría que fueran de una determinada manera o que se dediquen a una cierta profesión, ellos concebirán su futuro en torno a sus propios intereses.

Observa a tu hijo. Míralo jugar, mira la forma en la que se detiene a observar la naturaleza, quédate atrapado viendo cómo en silencio observa a las hormiguitas pasar. Déjalo experimentar en la cocina, o con las herramientas de jardinería. Motívalo a que demuestre qué es lo que le gusta hacer.

Advertisement

A mis 8 años comencé a escribir un cuaderno donde plasmaba mis poemas, pensamientos y todo lo que se me ocurriera. Mi madre, que es contadora pública, jamás quiso torcer mi voluntad para que me gustasen los números y las matemáticas. Lo mío eran las letras. Y lo sigue siendo. Agradezco tanto a mi madre que me observó pacientemente y acompañó mis deseos.

¿Cómo te gustaría que fuesen tus hijos?

Tal vez te los imagines grandes profesionales, o bohemios aventureros. Quizá los imagines con una gran familia o viajando por el mundo debido a su profesión. Todos los padres queremos que nuestros hijos logren sus metas, y que cumplan sus más fervientes deseos en la vida.

Pero además, hay algo que todos los padres del mundo tenemos en común: queremos que sean felices. Y ello implica despojarnos de todos aquellos deseos propios que proyectamos en ellos. Ello significa dejarlos ser.

Mientras tanto, eduquemos en valores

Nuestra misión más importante es educar a nuestros hijos para que sean buenas personas, para que tengan valores altruistas en la vida, y para que construyan una red de afectos donde puedan apoyarse cuando nosotros ya no estemos. Y todo eso se logra mayoritariamente con el ejemplo.

Por ello, amemos a nuestros hijos cada día, tal cual son y como ellos mismos son. Abracemos más, riamos más junto a ellos, juguemos, tirémonos al piso, seamos bomberos, princesas y superhéroes. Comprendamos sus enojos y ayudémoslos a disiparlos de manera inteligente y sana.

Advertisement

No nos enfademos porque no tiene nuestras mismas habilidades o porque no demuestra el mismo interés que nosotros a su edad en una determinada cosa o actividad. Es hermoso maravillarse al descubrir que cada uno de nuestros hijos puede sorprendernos y podemos aprender mucho de ellos.

Demos a nuestros hijos la voz propia que se merecen. Nuestras aspiraciones son nuestras, no las de ellos. Tomemos a nuestros niños de la mano y transitemos con ellos sus miedos, sus deseos más internos y sus sueños más profundos. 

Veamos a nuestros hijos como realmente son, y no como nos gustaría que fuesen. Liberarlos de esa carga los hará más felices y exitosos en la vida. Y ello, sin dudas, será nuestro mayor gozo.

Lee también: Si quieres un hijo exitoso deja de repetir estos patrones

Toma un momento para compartir ...

Fernanda Gonzalez Casafús

Fernanda es Licenciada en Periodismo, especialista en Redacción Digital y Community Managment. Editora de contenidos y redactora en Familias.com. Nacida en Argentina y mamá de dos, ama los animales, la danza, la lectura y la vida en familia. Escribir sobre la familia y la maternidad se ha convertido en su pasión.