Vivir el dolor, para vivir sin dolor

Perder a quien amamos es como quedarnos de pronto con las manos vacías, luego de un abrazo: de momento, tus brazos tratarán de aferrarse a lo que ya no está.

Yordy Giraldo

Hace unos días me enteré de una triste noticia: de los dos bebés que una querida amiga estaba esperando, uno de ellos, la niña, murió a los pocos días de nacer. Cuando tuve oportunidad de hablar con ella del tema, una de las cosas que me dijo fue que deseaba “irse con su pequeña, pero que no podía ser tan egoísta”.

No traté de consolarla, solo atiné a decirle que es normal que ante una pérdida tan grande, pase por nuestra cabeza la idea de rendirnos ante el dolor. Sin embargo, nos educan —y educamos— para ser fuertes, para resistir, para poner distancia entre nosotros y lo que nos lastima. Como si aceptar que estamos sufriendo fuera algo malo. Quienes nos quedamos, tenemos un compromiso frente a los que se han ido y a los que aún quedan: aprovechar —nosotros, que podemos— la oportunidad y no provocar en los que amamos igual dolor al que sentimos.

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No imagino, sin embargo, la lucha que esta querida amiga debe estar librando. Por un lado, un pedazo de su corazón se ha ido y, por el otro, debe hacer a los ojos del mundo como si no estuviera desgarrada, porque se espera de ella que siga adelante. ¡Qué reto tan grande el de continuar sin ver el camino! Porque es eso lo que ocurre cuando, ante una experiencia traumática como esta, nos piden que cerremos los ojos y sigamos avanzando. ¿Cómo se espera que tengamos éxito, si no podemos mirar de frente la tristeza, la ausencia, el sufrimiento?

Perder a quien amamos es como quedarnos de pronto con las manos vacías luego de un abrazo: de momento, tus brazos tratarán de aferrarse a lo que ya no está. Pero de a poco los irás cerrando, adaptándose a la forma de tu cuerpo para terminar en un abrazo que te acaricie o que te asfixie, eso dependerá, por doloroso que sea, de ti. Y solo podrás llegar a ese punto deshaciendo la madeja de tus sentimientos, viviéndolos, entendiéndolos, haciéndolos parte de tu vida, para así atravesarlos y continuar.

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¿Cómo vivir el dolor, para vivir sin dolor?

1. No finjas

No estás bien, no pretendas estarlo. Si tienes ganas de llorar, hazlo; si quieres gritar, grita. Estás de luto, en toda su amargura, ¡vívelo!

2. Hablar ayuda

Dejar salir nuestras emociones es definitivamente terapéutico, aunque tampoco te fuerces: si no quieres, siéntete con la confianza de decirlo.

3. Cuestión de tiempo

No sé si el tiempo realmente cura las heridas, pero una cosa que sí hace es enseñarnos a vivir con las ausencias. Necesitas tiempo, ¡dátelo!

4. Encuentra tus respuestas

La muerte, aunque natural, es algo con lo que no sabemos lidiar realmente. Sin embargo, por nuestra salud mental es importante explicarnos lo que pasó. Somos racionales y nuestra naturaleza es entender. Encuentra tus respuestas.

5. Seguir vivo no es olvidar

No te sientas culpable, ni creas que hay algo malo en ti. Por lo general, insistimos en aferrarnos al recuerdo porque creemos que si no lo hacemos olvidaremos, y vemos el olvido como una traición.

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Conoce a la nueva tú, el dolor nos cambia. No pretendas volver a lo que eras, no temas ser esta nueva persona; acéptalo y acéptate.

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Yordy Giraldo

Yordanka Pérez Giraldo, Cubana de nacimiento, mexicana por elección.