Yo no le grito a mis hijos, tampoco deberías hacerlo tú

Se tiene la idea falsa que el gritarles a los hijos es parte de su educación, sin percatarnos muchas veces que también es un tipo de violencia psicológica y que trae consecuencias a media y largo plazo.

Erika Gaytán

Cuando una persona grita lo hace con el afán de ser escuchado, entendido y, en algunas ocasiones, obedecido. Pero muchas veces también le sirve de pretexto inconsciente para sacar estrés o frustraciones, al no tener otra manera de externar lo que trae dentro.

Los gritos no es sino violencia contra el niño. Esto trae como consecuencia, en la mayoría de los casos, que se acostumbre a ellos y a conductas violentas que repetirá en su entorno familiar, con amigos, conocidos y desconocidos. Al crecer, es posible que siga este mismo patrón, por lo que corre el riesgo de volverse una persona insegura, retraída y que suba continuamente la voz como única forma de ser entendido.

Por otro lado, es muy importante que trates de platicar con tu hijo sobre las cosas que te alteran y que te gustaría que modificara y, al mismo tiempo, acordar con él que harás todo lo posible por no levantar la voz en adelante; además de establecer reglas y actividades en casa como horarios de tareas, estudio, para la computadora, las tareas domésticas, la televisión, practicar deporte, recibir visitas, jugar con amigos, etcétera, a fin de evitar posibles roces que deriven en gritos.

¿Qué puedes hacer para no alzarle la voz a tu hijo?

Determina si es violencia psicológica

Hay muchas madres que no son conscientes de la violencia psicológica que ejercen en sus propios hijos, y quizá te esté pasando; por lo que es necesario que hagas una reflexión sincera contigo misma y si no estás totalmente segura, pregúntale a un familiar o a alguna persona cercana cuál es su opinión al respecto y explícale tus dudas; es imprescindible que te responda con la verdad para dejar de dañar a tu hijo.

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El remedio parte de ti

Ya que estás segura de que, efectivamente, le gritas a tu hijo, es necesario que analices las causas para poder actuar. Para este cometido, te puedes hacer las siguientes preguntas: ¿En qué circunstancias le alzo la voz? ¿Con qué regularidad lo hago? ¿Él hace algo que detone mi molestia? ¿Hay un horario, hecho o circunstancia en el que le grite? ¿Sucede con más fuerza cuando me encuentro irritada, sensible o estresada? ¿Dormí bien la noche anterior al día en que le grito? ¿Tengo preocupaciones que no me dejan de dar vueltas en la cabeza?

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El trabajo se queda en el trabajo

En cuanto tengas la respuesta de tu análisis podrás darte cuenta del origen de esa actitud y atacarás el problema con una mayor efectividad. Si tu problema es el exceso de trabajo y, por ende, de agotamiento, te recomiendo que en cuanto llegues a casa borres de tu mente el tema “trabajo”; aprende a separar tus roles para que no tengas problemas entre ellos. Si sólo te pasa de manera esporádica, ten en cuenta que los gritos no educan pero sí afectan para toda la vida. Ahora, si tu problema es más severo, te aconsejo que acudas con un psicólogo para que te ayude a controlar los posibles problemas de ira.

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El tema de los gritos en casa es minimizado porque se tiene la falsa idea de que es parte de la “convivencia” o hasta de la propia educación, por lo que resulta más difícil todavía hacer un reconocimiento más sincero en cada familia. Te invito a que no sólo tú hagas esta valoración, sino que la compartas con aquellas personas que lo necesitan.

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Erika Gaytán

Oriunda de la tierra del taco, el mariachi y el folklore. Periodista de profesión y corazón. Por muchos años he tenido la fortuna de colaborar como docente en la educación de niños, adolescentes y jóvenes. La música, la enseñanza, la investigación, lectura y escritura son mis grandes aficiones.