A veces, ser el más fuerte de la familia, debilita

“No somos las responsables de la felicidad de los demás No somos las responsables de las responsabilidades de otros. Tenemos derecho a poder venirnos abajo. Así que respira y descansa”. Patricia Ramírez

Erika Patricia Otero

¿Has sentido que debes ser el sostén emocional de tu núcleo familiar? Yo sí, y la verdad es una responsabilidad auto- asumida que a veces se hace una carga.

Cuando mi abuela fue diagnosticada con cáncer hepático, el mundo para mi madre se “desconfiguró”. Dejó de ser la mitad de madre que era y se convirtió en hija 24 horas. La verdad la entiendo, mi abuela era todo lo que le quedaba; y si yo hubiera estado en su lugar, seguro hubiera hecho lo mismo.

Mi madre se dedicó en cuerpo y alma a cuidar a mi abuela. Ella deseaba darle la mejor calidad de vida mientras estuviera a su alcance, y eso hizo.

Como resultado, mientras yo estaba en vacaciones de la universidad, me hice cargo de la casa. Tenía la edad suficiente para asumir esa responsabilidad y nada me costaba, para ser franca; sin embargo, tuve que lidiar con parientes indeseables que llegaron a disponer de la casa como si fuera de ellos.

Un corazón de piedra

Siempre he tenido un carácter fuerte y un temperamento volátil; si a eso le sumas la poca capacidad para tolerar los atrevimientos ajenos, pues nada muy bueno pasa. Por fortuna, esa manera de ser, ayuda a poner límites y que las personas sepan hasta dónde pueden llegar.

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Pese a esto, un día que la acompañé a comprar algo que mi abuela necesitaba, empezó a lamentarse conmigo. Entendía perfectamente cómo se sentía; aun así, soy completamente consciente que las quejas y los lamentos no sirven de nada cuando hay pruebas.

La conversación iba dirigida a un camino sin salida: “una supuesta recuperación de mi abuela”. El médico ya la había desahuciado; así que mantener esa esperanza era un absurdo. Sin medir consecuencias, dije: “Usted ya sabe que mi abuela se va a morir, no albergue esperanzas. Solo hay que darle una buena calidad de vida”.

Su respuesta fue tajante: “Usted tiene un corazón de piedra”. Y sí, ella tenía razón, en ese momento debía tener corazón de piedra. Ya habían muchos con sentimiento de culpa lamentándose y buscando sacar provecho de la situación; si alguien debía tener “cabeza fría” era yo, de otra manera, nos hubieran hurtado hasta la casa propia.

Le respondí: “sí señora, porque mientras usted llora, yo tengo que estar al cuidado de lo que usted no”. Y así quedó esa conversación. Unos días después mi abuela murió y de a poco todo fue volviendo a su cauce. Sin embargo, esa fuerza interior que dejé aflorar en esos momentos no se ha extinguido.

Muchas otras ocasiones también he tenido que ser “la fuerte de la familia“. No sé si esto se deba a que soy muy protectora. La verdad es que siento que mi hermana y madre no saben defenderse tan bien como yo lo hago.

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Razones por las que resultas ser “el más fuerte” en tu familia

Las razones por las que una persona se vuelve el “mas fuerte de la familia” son variadas. Puede suceder que sea el mejor para resolver problemas. También puede deberse a que tiene consolidado un fuerte sentido de solidaridad. En ocasiones es el más protector, o se debe a que la persona es el hermano mayor.

Lo interesante es que asume este de manera natural. Es así como las personas terminan depositando en ella o él el peso los problemas y crisis más complejas. Hay un aspecto importante a tener presente; a veces, la persona que asume ese papel lo hace porque puede llevar consigo el peso de la responsabilidad. Sin embargo, en otras ocasiones no está en condiciones de hacerlo; pese a eso, la familia espera que siga cumpliendo su rol, incluso a costa de su propia salud. Es justo en estos momentos que la situación se vuelve un problema.

A veces debes decir:”No puedo más”

Cuando la familia descarga en ti el peso de las responsabilidades y sientes que ya no puedes más, debes decirlo. Sí, a veces se puede y otras no. No eres un súper héroe y tienes derecho a cansarte, a sentirte desilusionado. Nadie tiene la responsabilidad de la felicidad de los demás; quien crea esto está muy equivocado.

Las personas debemos aprender a reconocer nuestros límites. También debemos hacer que otros respeten esos límites; de otra manera, estarán poniendo sobre tu espalda más expectativas de las que deben depositar en ti. Es cuestión de respeto y amor propio.

Es tu derecho pedir ayuda

No siempre serás el “eslabón más fuerte”. Cuando eso ocurre, es tu deber y derecho pedir y buscar soporte emocional. No importa si recurres a un amigo, a un familiar o a un terapeuta, si necesitas descargar tus preocupaciones hazlo.

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En mi caso personal, yo hago dos cosas:

1 Escribo en un papel blanco absolutamente todo lo que siento y pienso. Lloro si es que necesito hacerlo, pero desahogo todo mi dolor y peso emocional en ese papel. Luego, cuando siento que ya todo ha salido de mi sistema, lo releo; además, me perdono por cargarme con tanto peso y procedo a quemar el papel.

2 Hago algo que en psicología se conoce como “silla vacía”. Básicamente, es imaginar a la persona a la que necesitas decirle cómo te sientes, está sentada en esa silla. A esa imagen le dices todo lo que sientes y piensas; es igual a desahogarse con esa imagen y quedar “libre de cargas”.

En ambos casos, lo que se hace es un ejercicio de liberación. Este te ayuda a aligerar el peso que llevas contigo.

El punto importante acá no es que dejes tu rol de fuerte, es que sepas administrarlo con sabiduría.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.