Abuelos, aunque ya no estén, vivirán siempre en mi corazón

Ellos son el ancla de la familia, y a ellos les debemos todo. ¡Abuelos, siguen en nuestro corazón!

Fernanda Gonzalez Casafús

La última vez que vi a mi abuela me saludaba desde la ventana de su casa, con una sonrisa llena de años gozados y tristezas olvidadas. Pasados unos meses, cuando volví a mi ciudad, la casa sin ella estaba vacía, desprovista de vida y llena de recuerdos que hicieron mella en mi corazón.

Ella era ese oído siempre dispuesto a escuchar. Ella era la voz de la experiencia, y su mundo me fascinaba. Sus historias de vida no tenían un ápice de desperdicio y su fortaleza entrañable vienen a mi memoria cada vez que siento decaer.

¡Ay abuela, si supieras cuánto te extraño!

Tus mates de leche, tu arroz con pollo, y tus dulces sorpresas escondidas en la alacena. Tu llamada para que me eche una carrera a tu casa y te diera mi opinión acerca de la ropa que habías elegido para ir al Té de la Iglesia, y tu hermosa y divertida frase que hoy le digo a mis hijos “Te adoro, como la vaca al toro”.

Aún guardo en mi mente el trozo de papel pegado en el mueble de tu cocina, con el soneto del poeta Francisco Bernárdez, cuyo final reza “Después de todo he comprendido que lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”. Y el amor que siento por ti, abuela, subsiste aún en mi corazón gracias a los bellos recuerdos vividos a tu lado.

Los abuelos siempre vivirán en nuestro corazón

Mi abuela María era mi favorita. La que vivía a pocos metros de mi casa, la que me crió, la que estaba presente en cada acontecimiento familiar. De mi abuelo Héctor, su esposo, tengo algunos recuerdos también, aunque cuando yo era muy pequeña tuvo un accidente cerebrovascular que diezmó sus habilidades para siempre.

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Mi abuelo hablaba poco, y sólo mi abuela lo entendía en su totalidad, pero el amor que me profesaba lo sentía muy de cerca, y jamás me negaba una sonrisa, aunque su rostro ya no tenía la elasticidad de años atrás.

Ellos, mis abuelos maternos, fueron quienes hicieron mi infancia muy feliz y llena de recuerdos vívidos y gloriosos. Hoy, le agradezco tanto a Dios haberlos tenido, porque el cariño que nos dan los abuelos no tiene punto de comparación.

No puedo olvidar a mi abuela Sofía, quien a pesar de no verla muy a menudo, pues vivía en otra ciudad, también evoco con cariño su presencia. Su temple sereno y su calma al hablar eran dignos de admiración. Su esposo, mi abuelo, de quien heredé el nombre y a quien nunca llegué a conocer, había fallecido cuando ella era una mujer muy joven y madre de tres. A pesar de verla poco, sus conversaciones eran motivadoras y verla tejer al crochet junto a su nuera,  mi madre, es una de las imágenes más lindas que guardo.

Gracias abuelos

Me considero una afortunada en haber pasado mi infancia y parte de mi juventud junto a mis abuelos. Aunque ya no estén, ellos han trazado una parte de mi historia y de cada uno de ellos rescato algo para aprender.

Gracias abuelos, porque aunque ya no estén, no se dan una idea de lo importante que fueron en la vida de sus nietos. Y es gracias a ese amor, es que hoy me siento feliz y dichosa de que mis hijos también tengan a sus abuelos junto a ellos.

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Los beneficios de tener a los abuelos

Además de ser familiares directos y depositar en ellos confianza plena, los abuelos tienen grandes ventajas sobre sus nietos y sobre toda la familia en general. Ellos son la generación de la sabiduría y la experiencia, y son la amalgama de las familias, porque nos unen y reúnen en cada evento de la vida, en las alegrías, en las tristezas, y también en las disputas, tratando de conciliar.

Para los abuelos, el beneficio de cuidar a sus nietos es sumamente positivo, pues según los expertos, aquellos adultos mayores que cuidan ocasionalmente a sus nietos viven más tiempo y son más felices.

Pero además, contar con los abuelos es una bendición, pues ellos nos ofrecen seguridad, un hombro donde apoyarnos, y nos regalan poderosas lecciones de vida que nos servirán para siempre, aún cuando ellos ya no estén presentes.

Si aún los tienes, cuida a tus abuelos

Una llamada, una visita, una sonrisa y una caricia en su mano. Cualquiera de estos gestos de cariño serán estimados por tus abuelos. Aunque la vida corra una carrera desenfrenada, aunque nunca tengas tiempo, aunque te prometas “mañana lo haré”. Frena. Y hazlo a tiempo. Pues la vida sigue para adelante, y el tiempo no vuelve jamás.

Recuerda cuánto te gustaba ir a casa de tus abuelos en la niñez. Vuélvete un niño cada día y reconfórtate en el calor de los brazos de tu abuela, y en su dulce mirada, que poco a poco se va apagando.

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Si ya partieron, hónralos cada día

La forma de honrar a tus abuelos determinará el amor que tus hijos tengan para con los suyos. Cuéntales a tus hijos acerca de las maravillosas historias que te contaban tus abuelos, o de las travesuras que hacían juntos. Tus hijos aprenderán a valorar y cuidar a los adultos mayores en tanto tú lo hagas.

Honra su memoria y sus raíces, sus historias, y la dedicación y el empeño que pusieron en ese árbol genealógico que te enorgullece. Ellos, aunque ya no estén, vivirán por siempre en tu corazón.

Comparte esta historia, con quienes valoran y aprecian la labor diaria de nuestros abuelos.

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Fernanda Gonzalez Casafús

Fernanda es Licenciada en Periodismo, especialista en Redacción Digital y Community Managment. Editora de contenidos y redactora en Familias.com. Nacida en Argentina y mamá de dos, ama los animales, la danza, la lectura y la vida en familia. Escribir sobre la familia y la maternidad se ha convertido en su pasión.