¿Acaso eres el hijo menos querido?

Erika Patricia Otero

Debo comenzar este artículo con una confesión: siempre me sentí la hija menos querida. No es que mis padres mostraran una abierta preferencia por mi hermana; sin embargo, el trato que nos daban a ambas era bastante distinto.

Por ejemplo; cuando yo salía con mi padre, jamás me atreví a pedirle nada y él tampoco me ofrecía nada. La situación era diferente cuando salía con mi hermana; sin que ella le pidiera nada en lo absoluto, llegaba colmada de obsequios.

Conmigo también era sumamente estricto. Recuerdo una ocasión en que cursaba segundo de primaria y me saqué una nota baja en religión. Dos noches después él llegó con regalos. Le entregó un reloj hermoso a mi madre, a mi hermana le dio un oso de felpa muy bonito. Por su puesto, yo esperaba que me diera algo a mí; aún así, lo único que recibí fue un comentario que hasta hoy me duele: “Tú ni esperes nada, no te lo mereces”. Siempre fue así. Recuerdo también que esa noche no fue la única que sentí que mi corazón se rompió en mil pedazos.

Para ser franca, hoy día que soy adulta comprendo su proceder; no lo justifico porque me hizo mucho daño, pero sí lo entiendo. Su crianza no fue fácil y su vida de infante menos.

Con mi mamá las cosas fueron un tanto diferentes. Ella siempre se empeñó en no hacer distinciones entre mi hermana y yo. A ambas nos exigía lo mismo y procuraba proveernos por igual; sin embargo, es cierto que a ella la protegía más. Eso lo comprendo a la perfección, era la hija menor y yo siempre demostré ser más fuerte.

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“Mal de muchos…”

Lo que antes describí lo pasamos muchos hijos. Es imposible que los padres nieguen que sienten algún tipo de preferencia por uno de ellos. Es que de forma inevitable siempre nos damos cuenta de su predilección.

La verdad es que para los hijos sería menos doloroso si los padres procuraran ser más prudentes; eso, o por lo menos que hicieran su preferencia menos explícita.

Lo que lo hace peor es que no somos pocos los hijos que sentimos una clara diferencia en este aspecto.

En una red social se hizo viral un reto donde le pedían a los jóvenes que explicaran por qué se sentían los hijos menos queridos. La respuesta fue grande.

Muchos dijeron que a su hermano le habían pagado la universidad; mientras que cuando ellos mostraron interés en estudiar, los mandaron a trabajar para costearse los estudios.

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Otro ejemplo que dieron era de que jamás recordaban sus cumpleaños, pero que de los de sus hermanos siempre los celebraban. Con franqueza, me dio mucha tristeza ver esa preferencia tan explícita.

No, “mal de muchos no es consuelo de tontos”; es un golpe de realidad que muchos padres no puede negar.

¿Qué lleva a un padre a querer a un hijo más que a otro?

Las razones pueden variar mucho de un padre a otro. Para algunos, la razón puede deberse al tipo de relación que tuvieron los padres antes de concebir a cada uno de sus hijos.

Puede ser que mirar a ese hijo en particular rememore los buenos o malos momentos que vivió con su pareja y eso influya en lo que siente por sus hijos.

Con honestidad, esto solo depende de los involucrados; lo que sí es completamente cierto, es que ninguna de las partes sale a ganar en este tipo de relaciones tan intrincadas.

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Consecuencias

Aunque para algunos padres esa actitud es algo a lo que le restan importancia; la realidad es que mostrar tan abierta preferencia genera problemas entre los hijos.

En primer lugar, crea resentimientos entre hermanos. No es que dejen de quererse; simplemente, siempre hay esa sensación de incomodidad que genera saberse menos querido.

Segundo, genera competitividad. No es que ser competitivo sea malo; lo malo es que entre hermanos esa búsqueda por demostrar que eres o mereces determinada cosa hace que hayan roces.

Tercero, inspira en el hijo que se siente menos querido el deseo de demostrar a sus padres que es capaz de lo que se proponga. El asunto es que no lo hace por que sea su impulso progresar, sino para ganar la aprobación de sus padres.

Cuarto, hace que el hijo más querido sea envidiado por sus hermanos.

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Quinto, genera una presión innecesaria en el hijo más querido porque los padres esperan mucho de él o ella para que corresponda con el afecto y atención que le dan.

Sexto, el hijo que se siente menos querido se vuelve introvertido. Además busca llamar la atención de sus padres metiéndose en problemas.

¿Cómo lograr que no hayan favoritismos?

No es tan complicado como parece. Es deber de todo padre garantizar que sus hijos se sientan amados por igual; por esto deben esforzarse. A continuación les dejo algunos consejos que les ayudarán:

  1. Dedica tiempo por separado para cada uno de los hijos
  2. No compares a tus hijos.
  3. Tus hijos no son iguales; por esta razón todos van a ser talentosos en diferente áreas. Solo es cuestión de explorar esos méritos y que desarrollen sus talentos. No pidas a tus hijos igualdad. Ambos son diferentes y tienen cualidades y debilidades.
  4. Si empiezas sentir favoritismo por uno más que por otro, busca en el hijo por el que sientes menos inclinación un talento que admirar.

Solo me queda decir que si sientes que eres el hijo menos querido, debes procurar ser feliz no para hacer feliz a tus padres, sino para ti mismo.

Ahora bien, si eres un padre o madre que se siente identificado con lo expuesto, debo decir que es deber tuyo cambiar esa actitud. Es tu obligación hacer que tus hijos se sientan cómodos y felices, y eso está en tus manos.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.