Actúa, pero ten siempre presente a Dios en tu vida

La fe mueve montañas, pero solo si tu así lo quieres.

Erika Patricia Otero

Hace pocos días pasé por una situación realmente angustiante. Puede ser que yo haga un drama de una pequeñez, pero en su momento me sobrepasó.

No tengo la fe que me gustaría tener tal vez. Me cuesta mucho creer en los demás, en mí y -me avergüenza decirlo- a veces me cuesta creer en Dios. Sé que la fuente de esa desconfianza procede de mi baja autoestima; es algo con lo que lidio a diario. Pese a mi crisis de fe en Dios, él siempre me hace saber que no se olvida de mí.

Como expuse antes, hace unos días creí que el mundo se me venía abajo. En lo que va del año ha sido una sorpresa tras otra; y no son sorpresas agradables.

Vivo en Colombia; mi país siempre fue un lugar donde podíamos acceder a productos y alimentos de buena calidad a preciosos cómodos. Sin embargo, desde mitad del año pasado las cosas cada vez se han puesto más costosas. Ya no se puede comprar con 200 mil pesos lo que compraba antes; para eso debes tener por lo menos el doble. El asunto es que cada vez somos más las familias que hacemos malabares para llegar a fin de mes.

Siempre me he caracterizado por llevar cuentas estrictas de mi dinero; quiero evitar por encima de todo un error que me cueste caro. La situación es que por cuestiones que se escapan a mi control, no recibí un pago completo que estaba esperando.

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Tenía especificado que ese dinero iba a cubrir cada necesidad en casa, pero al hacer falta dinero entré en colapso. Por fortuna, al reorganizar mis cuentas, pude repartir el dinero pagado, y para mi sorpresa, logré hacer magia con este. Sí, me hacía falta dinero, pero logré mis metas.

La solución a los problemas es cuestión de acción y fe

Aunque logré cubrir mis responsabilidades financieras, aún me hacía falta dinero para otras cosas. Sabía que el dinero faltante lo recuperaría, pero para cuando eso pasara, yo ya habría tenido que endeudarme más.

Mi única opción era hablar con mi empleador sobre lo ocurrido. Lo hice no sin miedo y dudas; si todo salía bien, me pagarían lo faltante en mes siguiente. Pese a mis dudas, lo que hice fue orar y pedir ayuda a Dios. Luego, procedí a escribir y contar lo ocurrido a la única persona que podía ayudarme; después, solo dejé que todo fluyera. Para ser franca, temía que no me repusieran mi dinero, pero si eso pasaba tampoco podía hacer nada.

Pues bien, al día siguiente el resultado fue que no solo mi problema fue solucionado. Me pagaron el dinero adeudado y eso -literalmente- me salvó el bolsillo.

Cuando recibí esa noticia yo parecía loca; lo único que me faltó fue saltar de emoción. Nunca en mi vida me había sentido tan bendecida y agradecida. Entonces, me di cuenta que por -tal vez- por primera vez en mi vida yo había actuado con fe.

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Recuerdo que, al escribir a mi empleador, solo asumí el riesgo y lo puse en manos de Dios; esa era mi única opción. Y la respuesta fue exactamente la que necesitaba y lo justo.

Gracias a esto pude comprobar que para obtener resultados no solo debes creer en tu potencial; también debes creer en una fuerza superior, en Dios.

La fe sin obras es muerta

La biblia tiene muchos versículos que hablan de la fe, pero este es el más indicado ahora:

Santiago 2:14-17

14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17 Así, también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.

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Básicamente, lo que enseña es que nada ganamos con predicar, si no actuamos en consecuencia a lo que predicamos. Podemos decir que creemos en Dios y su poder, pero si no lo demostramos, no estamos haciendo nada.

Tener fe es confiar que cuando pides ayuda, tus necesidades van a ser atendidas. No sabrás ni cómo ni cuándo, pero tienes la garantía de que serán escuchadas.

¿Imagina pedir la ayuda de alguien y que esa persona te prometa ayuda, pero finalmente no lo haga? ¿Cómo te sentirías?, defraudada, ¿no es así? Pues bien, cuando pides ayuda a Dios eso no ocurre. La situación es que debes demostrar que confías, que te abandonas en sus manos. Creerás que los resultados serán los que necesites y no los que desees.

Tener fe no es tarea fácil

Sé de cuenta propia que si hay algo que más genere desesperación es no tener el control de las situaciones. Pese a eso, van a haber momentos en la vida en que no dependerás de tus fuerzas; justo en esas ocasiones es que debes abandonarte en tu fe.

Dios es como ese padre amoroso que promete darte ropa y cobijo, y cumple. Jamás te dejará esperando algo que no llegará. Él sabe tus necesidades y las cubrirá; tú solo debes pedir, actuar y esperar. Sí, porque hay que hacer nuestra parte; dar lo mejor de ti y esperar a que las cosas salgan lo mejor posible.

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Claro que tener fe no es fácil. Jamás es fácil creer que una “fuerza sobrenatural” va a hacer por ti lo que una persona no hace. Pese a eso, ocurre, solo que se trata de confiar sin preocupase; eso es lo realmente complicado debido a que queremos tener el control. Al escapar Dios de ese control humano, se complica confiar o tener fe.

Yo no esperé encontrarme con una solución a mi problema tan inmediato, pero resultó mejor de lo que esperaba. Supongo que se debe a que mis propósitos para ese dinero no eran egoístas.

La verdad es que no sé a qué se debe la pronta solución a mi problema. Lo que sí reconozco es que ahora sé de cuenta propia cómo funciona la fe, y estoy dispuesta a darle una nueva oportunidad. Con honestidad, de esta manera, gano más fe en Dios y pierdo miedo a mi condición humana.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.