Aprende a elogiar a tus hijos de manera inteligente y fortalece su autoestima

Un elogio sincero y oportuno puede hacer maravillas por los hijos, mientras que abusar del elogio puede causar grandes daños en la autoestima de los niños.

Emma E. Sánchez

Recién mi esposo y yo cumplimos 30 años de casados y hace unos pocos días, platicando con un matrimonio poco mayor que nosotros, ellos comentaban sobre todos los “errores” que los nuevos padres y matrimonios jóvenes están cometiendo con sus hijos.

Me llamó mucho la atención su comentario, pues si algo yo he tenido claro, es que veo que los padres hoy en día tienen retos muchos más complejos que los que criamos a nuestros hijos hace 30, 40 o 50 años.

Uno de los temas más controversiales, y que concedo razón a mis estimados amigos, tiene que ver con los elogios y la autoestima. Te compartiré algunas ideas al respecto.

Todos los que tenemos hijos deseamos fervorosamente que lleguen a ser buenas personas y que tengan tal seguridad en sí mismos y confianza para lograr lo que se propongan, y lo mismo deseamos que reconozcan lo valiosos que son para que nunca acepten malos tratos o vivir por debajo de su potencial.

En nuestras buenas intenciones de desarrollar esos atributos en sus vidas, nos dedicamos a enseñarles, educarlos y les amamos tanto que nuestro corazón se deshace en elogios a cada instante que realizan la mínima actividad, porque creemos que esto les dará confianza de seguir intentándolo y abonará a su autoestima.

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Y por supuesto, andamos muy perdidos

Hoy en día los padres están demasiado preocupados por la seguridad de sus hijos que llegan a afectar y distorsionar el concepto de autoestima en ellos, inclusive a evitar que lleguen a ser personas resilientes.

¿Cómo ocurre esto?

Un niño desarrolla y fortalece su autoestima  en un 90% cuando por sí mismo logra algo, el 10 % restante la reafirma y fortalece por medio de elogios sinceros e inteligentes, especialmente de los que provienen de sus padres.

Entonces, ¿cómo hacer lo correcto con nuestros hijos?

Hace muchos años, los niños tenían más oportunidades de salir a la calle solos, y aprender por ellos mismos muchas cosas; ellos debían esforzarse para lograr algo, como patinar, saltar la cuerda o no dejarse amedrentar por alguien. Eso costaba mucho trabajo, esfuerzo, perseverancia y hasta lágrimas en algunos casos, pero cuando se lograba ¡eso era la gloria! Y eso elevaba la autoestima del niño por las nubes.

Luego, el papá o la mamá le frotaban la cabeza como señal de aprobación o lo felicitaban y ahí se acababa la historia. Luego los premios y la casca de elogios solo llegaban al final del año escolar cuando el niño lograba destacarse por sus calificaciones, ganaba un concurso o se distinguía verdaderamente por algo especial.

Hoy las cosas se han invertido casi completamente:

Los padres, por seguridad de los niños, ya casi no les dejan salir, estar solos con los amigos o ensuciarse o hasta arriesgarse a logar algo nuevo por temor a que fracasen y se sientan mal.  Luego el padre, recortado de tiempo siempre por el trabajo u otras labores, le dedica poco al niño deseando que pronto aprenda, que lo haga son errores y de preferencia sin llorar y frustrarse, entonces lo anima, lo impulsa, lo estimula, lo motiva y le aplaude cuando apenas se ha subido a la bici.  Y el niño no hará mucho si papá no está a su lado para darle todo ese nivel de motivación y cuidado mientras aprende a guardar el equilibrio, dar vuelta, frenar, bajarse de la bici y guardarla en su lugar.

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Esto no construye la autoestima, esos elogios hacen más daño que bien.

Ahora ¿Qué sí podemos hacer para que el elogio abone a la autoestima?

Siempre ten en mente que el niño es quien debe reconocer su esfuerzo, su trabajo y su aprendizaje, al reconocerlos como tal,  podrá sentir orgullo y entonces auto celebrarse.

A veces el niño se “atora” en uno de esos momentos y es donde podemos entrar y conducirle a que él logre su proceso.

Un ejemplo: tu hijo hizo un trabajo escolar y al terminar va contigo en busca de tu aprobación y elogio.

¿Qué le dirías?  Una buena respuesta puede ser: ¿Te gusta a ti? Luego, ¿Crees que hiciste tu mejor esfuerzo? ¿qué parte te costó más trabajo? Entonces escucharlo y permitir que sea él quien celebre y diga cosas positivas, luego usted puede hacerle un cariño e invitarlo a seguir adelante y por supuesto, jamás responder con tonos juiciosos o sarcásticos.

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Una sonrisa sincera también hace maravillas.

¿Qué pasa cuando tu hijo hizo un buen trabajo pero minimiza todo lo bueno que hizo así como su esfuerzo?

Podrías responder con “Tal vez creas que no es mucho, pero mira lo mucho que has progresado en mejorar tu letra y el aseo de tu trabajo, es un gran avance”.  Siempre destaca lo que valoras y consideras importante elogiar, es importante que lo digas tranquila y que des espacio para que el niño observe y piense. Puede ser inclusive que hasta le muestres otro trabajo que refleje la diferencia y el niño la observe, entonces se sentirá orgulloso y feliz por su logro.

No lo arruines comparándole algo o prometiendo un obsequio. La situación así es ya perfecta.

Y ¿Qué pasa cuando el niño se esforzó y no llegó a la meta?  Suele pasar mucho en las competencias escolares de cualquier tipo que hay niños felices y otros haciendo rabietas y llorando a mares porque no ganaron o peor, ¡a todos les dieron medallas solo por asistir!

Tu hijo está triste, tal vez hay lágrimas o están a punto de brotar ¿qué le dices?

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Una respuesta podría ser: ¡Estuviste muy cerca! Me duele que no hayas llegado en primer lugar pero ¡solo faltó un poquito más! ¿crees que en la que sigue lo puedas lograr?

Procura enfocarte en lo que sí se logró y no en lo que necesita mejorar

Perder, es de las mejores oportunidades de aprendizaje siempre. Nuestro trabajo radica en enfocarlos, jamás hacerles sentir o creer que les dejamos de amar si fallan y lo mejor; que ellos no siempre serán los mejores ni expertos en todo, que pueden sentirse bien por dar su mejor esfuerzo, perder con dignidad, ganar con humildad  y siempre felicitar y reconocer el esfuerzo y trabajo de otros.

Los elogios sinceros, de corazón, siempre son bienvenidos por cualquiera de nosotros, a todos nos gusta saber y escuchar que estamos haciendo bien algo pero pierden su valor cuando son tan rutinarios y frecuentes.

Siempre reconoce y elogia el esfuerzo,  el trabajo bien hecho y sobre todo, pide a tu hijo que te explique cómo realizó ese logro. Esas serán imágenes poderosas que lo motivarán a él miso a seguir intentándolo porque sabe llegar a la meta.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.