Cambia tu manera de mirar… y cambiará el mundo entero

Cambia tu forma de mirar y cambiará tu mundo. Levanta tus ojos, inspírate, tienes un Dios todopoderoso que te guía.

Marilú Ochoa Méndez

Una persona abrumada está también ciega. Parece que mira, abre sus ojos y los cierra, piensa que se conecta con la realidad. Incluso reacciona a ella, pero no sabe.

No sabe que la realidad se le escapa. Se le esfuma, vuela entre las rendijas de las horas ocupadas que llena diligentemente.  Sus ojos se inundan con la prisa, con los pendientes y las obligaciones, y se le olvida detenerse.

Parece un muñeco al que se le ha dado cuerda, que camina dando trompicones por aquí y por allá. Chocando con lo que sea que esté en su camino, mientras su mecanismo lo mueva.

Está dentro de un lugar con un cristal entintado. Mira hacia afuera, pero no ve los colores nítidamente, ni alcanza a ver el amarillo cálido del sol, ni a sentirlo, en las frías paredes de su agobio personal.

Una persona que no mira, camina hacia un rumbo desconocido. No puede conectar con la gente, pues tiene escamas en los ojos. Es difícil también que esa persona comprenda lo que escucha, pues no puede cotejarlo con lo que se supone que debe ver.

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Mirando, ustedes no ven

Tú y yo hemos estado ahí. Te saturas por algún pendiente o complicación, y gritas a tu hijo que lo único que desea es mostrarte su nueva manera de jugar. O sufres por “el mal carácter” de tu pareja, convirtiendo la convivencia en un infierno, cuando lo que él o ella te gritan con sus reclamos es “¡mírame, te necesito!”.

Jesús, en el Evangelio de Mateo, dijo a sus discípulos: “les hablo en parábolas porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oirán, y no entenderán; y viendo, tampoco verán” (Mt 13, 13-14).

¿Miramos para ensimismarnos, o para otros?

Dos hombres se encontraban en el hospital compartiendo una habitación. Uno de ellos se encontraba junto a la ventana, y continuamente comentaba sobre la bellísima vista que ahí se encontraba. El enfermo que no tenía la oportunidad de disfrutar el paisaje, guardaba mucho enojo dentro de sí contra el afortunado que “presumía” tanto.

Cuando recibía los comentarios de ánimo de su compañero de cuarto sobre las bellezas que Dios les regalaba a través de los rayos del sol, o un bello atardecer, el enfermo se amargaba, y fingía ignorar a su optimista compañero.

Sucedió que el hombre que estaba junto a la ventana, falleció, y el enfermo malhumorado solicitó el cambio de posición, para poder -ahora sí- disfrutar las bellezas que la suerte le había negado.

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Fue grande su frustración al notar que la ventana no hacía honor a su nombre, pues estaba tapada casi por completo por un letrero de publicidad que estaba roto y oxidado.

De esa manera, con dolor y agradecimiento, el enfermo se dio cuenta de que su excompañero de habitación había querido solamente hacerle pasar un buen rato, embelleciendo la “vista” que creía, confortaría el corazón de su malhumorado vecino.

¿Qué miramos?, ¿cómo lo miramos?

Podemos estar presentes en nuestra vida, con nuestra familia y seres amados, pero sin estar. Podemos “mirar” sin conectar. También podemos mirar solamente lo inmediato, amargándonos, en vez de “ver más allá”, como el enfermo optimista. De estas dos variables depende en gran medida nuestra autopercepción, nuestra percepción de otros, y nuestra felicidad.

Tu pareja te reclama constantemente. Puedes asfixiarte entre los reclamos del día a día, o puedes ver en sus palabras la certeza de que te ama, que aún cree en ti, que desea que la situación cambie. Tú eliges a qué prestar atención, al hecho disruptivo que podría provocar conflicto, o a la necesidad de fondo que su comportamiento expresa.

El secreto está en mirar a través

Un arquero soñador deseaba conseguir algo inédito: lanzar una flecha hasta la luna. Los demás hombres se burlaban de él: “¡eso es absolutamente imposible!“, le decían. Pero él no los escuchaba, y seguía intentando.

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En el pueblo convocaron a un torneo, y los hombres comenzaron a entrenar llenos de entusiasmo, pero mantenían su desprecio hacia el arquero soñador. ¿Quién crees que ganó por mucho en el tiro a distancia? ¡El que deseaba tirar a la luna!

Su mirada estaba puesta en un objetivo inmenso, pero precioso a sus ojos, y tanto su visión como su audacia, le permitieron arrebatar no uno, sino todos los torneos que siguieron.

¿Con qué sueñas?

¿Qué sueñas para tu familia? ¿qué sueñas para ti?, ¿qué deseas arrancarle al mundo para los que más amas? De ese objetivo que te robe el aliento dependerá en mucho la visión con que enfrentes los acontecimientos de tu vida.

Tú no estás en este mundo para sobrevivir, para superar las olas conforme vengan, sino para montarte en ellas, para surfearlas, para tomar la potente energía del mar a tu favor, y llegar a experimentar la belleza de atravesar horizontes impensados para tantos.

Levanta tus ojos, inspírate, sal de el agobio, de la tristeza, de la impotencia, del dolor, del reclamo y de la desesperanza. Sigues aquí, tienes tus manos, tienes un corazón grande, que no se sacia más que con lo infinito, y tienes un Dios bueno ¡que es todopoderoso!

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Pero buscarás molinos de viento

Si eres valiente, y te animas a mirar con otros ojos, a añorar los frutos sagrados de la esperanza, es preciso que consideres algunos aspectos que deberás replantearte con frecuencia:

Eres amado, único e hijo de Dios

Lo mereces todo, porque has sido creado con un propósito, y Dios no ha creado nada mediocre nunca. Mira el pétalo de una flor, el verde y fragante pasto. Mira las estrellas llenas de potencia y calor. Mira la perfección del vuelo de las aves. Mírate a ti también, y pídele a tu Dios que te ayude a reconocer tu capacidad, tu valor y tu riqueza, ¡nunca te conformes con menos!

Prepárate para que te digan loco

“No dejes que te maltraten”, “perdonar te hace débil”, “hazte respetar”. Muchos te dirán palabras como estas. Pero -si tú has orado y te has animado a soñar alto- no debes escuchar tampoco. Debes aferrarte a esa visión bella, trascendente e inspiradora que se encuentra detrás del óxido y destrucción de la vida común.

Cambiemos nuestra forma de mirar, y cambiará nuestro mundo. ¿Iniciamos hoy?

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.