Cuando la noche se hace más oscura, es señal de que pronto saldrá el sol

Los momentos difíciles te fortalecen o te hacen débil, tú eliges qué parte de tu ser saldrá favorecida.

Erika Patricia Otero

Creo que todos los seres humanos tenemos épocas de nuestras vidas donde rememoramos las cosas que vivimos. Sin embargo, los recuerdos que más suelen doler son los de aquellos tiempos donde la vida era difícil.

Recuerdo que tuve una época de mi vida que creí que jamás se iba a terminar. Eran tanto el dolor, la pobreza, las humillaciones; no había un día de tregua. No quiero sonar pesimista, tuve muchos momentos felices en medio de todo ese terrible panorama; sin embargo, en ese momento no era capaz de verlos.

Era una niña en transición a ser adolescente y todo se hacía más complejo a mis ojos. Los días, meses y años eran interminables; sí, fueron años de vivir esa situación. Hoy sé que lo que me mantuvo en pie fue la esperanza de que un día todo ese sufrimiento terminaría.

Rememoro que me decía a mí misma: “Cuando la noche se hace más oscura, es porque pronto va a amanecer”. Esa era mi brújula en medio de la oscuridad. Pese a eso, olvidé que la noche también está iluminada por la luna y las estrellas.

En momentos de dificultad se aprende mucho

Los problemas tienen varios objetivos en la vida de las personas: Fortaleza, aprendizaje, desarrollo de valores, fortaleza de la fe.

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Para bien o para mal, luego de momentos difíciles, salimos transformados.

¿De qué manera? te preguntarás, eso depende de la persona. Algunos verán los beneficios en su carácter y su fe en Dios. Otras personas sentirán mucho rencor y hasta ira porque sienten que fueron tratados injustamente por la vida. Algunos más habrán desarrollado resiliencia y hasta bondad; como decíamos, depende de cada persona.

La mala noticia es para quienes no aprenden ni desarrollan ninguna fortaleza de los momentos difíciles. Ellos tendrán que vivir varias experiencias amargas hasta que se superen esa prueba.

La vida es como la escuela

Los seres humanos debemos comprender la vida como la escuela; comienza el día que naces y te gradúas el día que cierras tus ojos por última vez.

Con esta perspectiva, cada prueba es un examen o quiz que mide tu nivel de aprendizaje. Si te volviste resiliente o tienes más fe, ya no tendrás que pasar por situaciones de ese estilo que te hicieron sufrir.

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También “abona puntos” en tu “libreta de calificaciones de la vida” el qué tan arrepentido te sientes cuando fallas. Yo aprendí esto a punta de lágrimas.

Tuve una época de mi vida de la cual no me siento orgullosa. Consecuencia de esto me pasó algo que no le deseo a nadie. Fue un golpe a mi dignidad terriblemente doloroso que mostró lo peor de mí. Estaba tan consternada que creí que eso nunca iba a acabar. Lo único que me mantuvo en pie fue el arrepentimiento.

Cuando comprendí lo que sentía, prometí nunca jamás volver a hacer lo mismo que me hizo daño, y cambié. Jamás he tenido que pasar por algo similar y espero jamás volver a pasarlo.

Los malos momentos no duran para siempre

Cuando tenemos problemas sentimos que nunca se van a acabar. Esos momentos se hacen eternos e insoportables, tanto que a veces no puedes distinguir los minutos de las horas. Lo bueno es que nada dura para siempre.

Esa fue siempre la mentalidad que tenía; siempre me decía: “nada dura para siempre”, “esto pronto pasará”; y sí, esos malos momentos se fueron y ahora estoy agradecida con ellos.

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Si no hubiera sido por esa terrible adolescencia, seguramente no tendría la fortaleza de carácter que me caracteriza. Es gracias a eso que poco o nada me afecta la opinión que los demás tengan de mí. Tampoco hago daño a nadie; soy agradecida y amable. La razón es que cuando mi familia vivió momentos tan angustiantes, fueron varias las personas que nos trataron con bondad.

Sé que esto se lee algo fanfarrón, pero merece la pena exponerlo. No es que yo fuera mala persona, solo que esas situaciones difíciles pulieron la buena persona que había en mí; una que todos tenemos dentro.

Y es que eso es otra cosa que hacen los malos momentos; sacan a la luz tu verdadera naturaleza. Sí, algunos se vuelven duros y rencorosos, hasta malas personas; afortunadamente eso no le pasa a todo el mundo.

La oración te mantiene firme y fuerte

Una fuente de consuelo que hallé en los momentos difíciles fue la oración.

Orar no solo es una manera de ponerte en contacto con Dios; también es una forma de encontrar consuelo a tus dificultades y respuestas a tus necesidades.

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Yo trataba de orar para no sentirme sola ni desamparada. Le pedía a Dios ayuda para soportar el dolor y el sufrimiento. Pedía que esos momentos pasarán rápido y al fin ver “la luz al final del túnel”.

Cuando todo terminó, empecé a ver una cantidad increíble de respuestas a mis oraciones. Vi que en realidad jamás estuve sola ni desamparada en esos momentos. Supe entonces que todo ese dolor que duró años valió porque me hizo un buen ser humano.

Si estás pasando por malos momentos te invito a que te mantengas fuerte. Créeme que no duran para siempre y no estás jamás solo nunca. Créeme que siempre hay una luz a la que aferrarse y eso es lo que nos debe mantener cuerdos. Solo es cuestión de dar un paso tras otro, cuando menos lo esperes todo lo malo ya habrá acabado.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.