El león y el miedo: una historia sobre tu peor enemigo

No sabes lo que puedes ganar si siempre tienes miedo. Dando el primer paso, ya estarás en el camino.

Erika Patricia Otero

Cuenta una historia que en la lejana sabana africana, un león se perdió.

Llevaba semanas alejado de su territorio y su manada. Fue así como poco a poco la sed y el hambre comenzaron a debilitarlo. Por fortuna, encontró un lago de aguas frescas y claras; era tanta su urgencia por beber agua que se dirigió a la orilla a toda prisa para saciar su sed.

Cuando se acercó a beber vio su rostro reflejado en esas aguas calmadas ¡Vaya! El lago pertenece a otro león” -pensó, y con mucho miedo huyó del lugar a pesar de su sed. El asunto es que su sed cada vez era peor, el animal sabía que si no bebía agua moriría pronto. Fue así como lo intentó de nuevo a la mañana siguiente; se armó de valor y se acercó de nuevo al lago. Al igual que el día anterior, volvió a ver su rostro reflejado y de nuevo, lleno de terror, retrocedió sin beber.

Y así pasaron varios días con el mismo resultado. Hasta que al final un día, cuando ya estaba cansado de huir, comprendió que sería el último día de su vida si no se enfrentaba a su rival. Fue así como tomó la decisión de beber agua del lago pasara lo que pasara. Se acercó con resolución a la orilla del claro lago pues ya nada le importaba. Acercó su boca y comenzó a beber… y su rival, el temido león desapareció.

La mayoría de nuestros miedos no son reales

“Todo está en tu mente”; eso es algo que me repito a diario cuando me da terror intentar una actividad que me obliga a salir de mi zona de confort. Otra parte de mí dice: “Y ¿Qué tienes para perder?”, y otra más responde: “¡todo!”

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Sí, mi mente vive en una constante disyuntiva. Quisiera ser como esas personas a las que les cuesta un solo minuto tomar una decisión y arriesgarse, pero no, no se me da.

Es quizás por esa razón que uno de mis mayores propósitos de este año es salir de mi zona de confort y arriesgarme un poco, soltarme el pelo, como quien dice. Siempre fui de esas mujeres que calcula cada paso que va a dar, más prevenida que precavida.

Si bien esa actitud me salvó de muchos errores, también me cortó las alas en otros y perdí oportunidades que hoy añoro. Todos los miedos y restricciones están en nuestra cabeza; por eso, cuando nos arriesgamos a hacerles frente terminan por desaparecer.

Arriesgarse y enfrentar el miedo no es igual a no tener límites sanos

Ahora bien, tampoco se trata de ir “lanza en ristre” contra el mundo y a devorarlo entero sin discriminar lo bueno de lo malo. Todo tiene un límite y para algo tienen que servir los valores y principios que me enseñaron así como mis propias caídas y heridas.

Si deseamos cambiar nuestra vida debemos procurar que siempre sea para bien. Que ese cambio jamás nos haga caer bajo o retroceder a un estado de dificultad personal y espiritual; esto, porque puedes verte sumergido en un abismo profundo y sin salida.

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Qué no llegue el día de tu muerte sintiendo miedo

Una de las situaciones de las que más se lamentan las personas moribundas, es de aquello que dejaron de hacer a causa del miedo.

Quizás muchos se arrepientan de jamás haber sabido decir a sus familiares cuánto les amaron. Otros más se arrepienten de todo el tiempo que invirtieron trabajando y que no disfrutaron, porque fueron más las responsabilidades. Otras personas no dejan de pensar en la cantidad de veces que se negaron a sí mismas por complacer a otros.

Detrás de todas esas cosas que no se hicieron está el miedo

Miedo a decir lo que se siente, miedo a pasar dificultades económicas, miedo a ser libre.

¡¿Por qué?!, ¿Por qué esperar hasta los últimos momentos de vida para darse cuenta que no fuimos enteramente felices porque nos refugiamos en el miedo y nos negamos a disfrutar de una buena experiencia?

No esperes a que llegue la muerte. En su lugar, aprovecha el momento para ir a abrazar y decir a todos los que amas lo que sientes; no vas a perder nada y vas a ganar mucho.

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Deja de aplazar las vacaciones y ve a ese lugar que siempre quisiste visitar, y si no se te da, pues ve a otro. Y por supuesto, no complazcas siempre a todo el mundo , no tengas miedo a decir no y a poner límites. Los demás no van a dejar de hacer lo que les gusta por hacerte feliz a ti.

¿Cómo saber que estás eligiendo bien y no estás errando el camino?

Simple, pregúntate qué estás arriesgando, qué vas a perder si haces esto o aquello. Esa es la mejor medida para saber si vas a perder o vas a ganar algo con arriesgarte a hacer lo que quieres o sueñas.

De ahora en adelante, siempre que se me ponga una oportunidad en frente es lo que me preguntaré: “Tú ¿qué es lo que pierdes o ganas sí haces esto?”,”¿Ganas más de lo que pierdes?”.

Si al analizar estas disyuntivas voy a ganar más de lo que voy a perder, me arriesgo. Si es al contrario, pues eso no merece la pena; me busco algo que verdaderamente me de a ganar y me haga feliz.

La invitación es a que no tengas miedo, enfréntalo. Yo por miedo no hice muchas cosas que hoy hubieran hecho que mi vida fuera otra mucho mejor. Lo que pierdas o ganes estará siempre bajo tu control.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.