La vejez, ¿cuestión de edad?

"Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena". Ingmar Bergman

Erika Patricia Otero

Son muchas las personas en el mundo que le temen a la vejez; no lo niego, también es un poco uno de mis miedos. Pese a eso, son pocas las personas que tienen la suerte de llegar a la tercera edad con algunos achaques.

No pienso que la vejez tenga un vínculo con la muerte, esta puede llegar en cualquier momento de la vida. Creo que a lo que muchos le temen es a la incertidumbre que llega con los años. La verdad es que no debería ser así, no se debería vivir con miedo a lo que está por llegar; sino disfrutar de cada etapa con tranquilidad.

La vejez no se trata de un número de años, sino de la pasión con la que se viva. Conozco muchas personas que no alcanzan a llegar a los 30 y viven como ancianos; por el contrario, hay personas en sus 70 años y disfrutan mejor que los jóvenes. Es verdad, la edad trae sus limitaciones, pero todo es cuestión de mentalidad.

¿A qué edad se considera una persona anciana?

Los estándares respecto a la edad han cambiado mucho a lo largo de la historia.

Lo primero a tener en cuenta es que la vejez es un concepto que cambia según la expectativa de vida. Mientras más amplia sea la línea entre el nacimiento y la muerte, la vejez llega a una mayor edad.

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Por ejemplo: en la prehistoria la expectativa de vida era de 20 años. En la antigua Roma, la vejez llegaba entre los 30 y los 40 años. En la mitad del siglo XIX la expectativa máxima era hasta los 50 años; es de esta manera como hoy día una persona puede llegar a los 82 años con apenas algunas molestias físicas. Claro, esto depende mucho del país y de las condiciones de vida que las personas tengan.

Pese a esto, cualquiera sea la edad que se considere a alguien viejo; es más una cuestión de mentalidad que de años. Sí, lo físico cuenta, pero si se tiene una mente joven, el cuerpo adquiere fuerzas renovadas.

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La vejez y la independencia

Este es un punto importante respecto a la vejez. Cuando se llega a la ancianidad, se cree que los “mayores” se vuelven más lentos, torpes y dependientes; la realidad es que esto no es del todo cierto.

Puede ser que perdamos fuerzas e incluso algunas habilidades físicas; sin embargo, hay personas que, pese a tener 60 años trabajan, hacen ejercicio, viajan; es decir, siguen teniendo una vida activa en todos los aspectos.

Las cosas cambian un poco cuando la persona tiene una condición médica. Creo que esto es lo único que podría hacer que alguien baje un poco su ritmo.

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Pongo por ejemplo a mi madre, ella para nada aparenta tener 68 años. Debido a la vida tan dura que tuvo en su juventud, hoy día padece de venas várice y taquicardias. Aunque estos dos malestares han bajado su ritmo de actividad, no la han parado ni un solo día. Es cierto que hay días que son malos, pero sigue siendo igual de activa a hace 10 años o más.

Para un adulto mayor es muy deteriorante depender de alguien.

Cuando mi abuela materna fue diagnosticada con cáncer terminal, su vida llena de fuerzas y vitalidad se fue en declive. Pasó de un día para otro de ser una mujer completamente independiente, a no poder hacer nada en lo absoluto. Tratamos de darle comodidad y atención, pero depender hasta para ir al baño, deterioró mucho su calidad de vida.

No tiene nada que ver el dejar de trabajar y comenzar a cobrar una pensión; se puede seguir siendo activo de muchas formas diferentes, pero una enfermedad limita mucho.

Las maravillas de la vejez

Envejecer no es el declive de la vida; creo que es el punto máximo donde se puede ver hacia atrás y contemplar todo lo logrado a lo largo de la existencia. Luego, es mirar hacia adelante y disfrutar de todos los conocimientos que se adquirieron.

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Las personas mayores son una fuente inagotable de conocimientos y experiencias. Recuerdo sentarme junto a mi abuela y escucharla contar sus historias de infancia. Ahora es con mi madre, ella nos sumerge en un mundo de aventuras y sabiduría que solo ella puede tener.

Aparte de eso, mi madre sabe hacer cosas maravillosas con sus manos. La casa está completamente llena de sus carpetas en crochet; hay cuadros tejidos en punto de cruz y las camas tienen colchas de retazos y cubrecamas tejidos.

Los años dorados tienen su magia; sin embargo, pocas son las personas que hoy en día tienen la fortuna de disfrutar de esa sabiduría entrañable.

Con franqueza, no creo que tenga mucha influencia lo que algunos estudios digan acerca de la vejez. Para mí, una persona que pierde las ganas de vivir, aunque tenga 25, es tan vieja como alguien de 80 años enfermo. En cambio, se puede tener 80 años y contar con fuerzas siempre renovadas mientras se desee disfrutar de la vida.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.