Mi hijo tiene una crisis de fe ¿Qué hago?

Lee ese artículo si quieres saber cómo ayudar a tu hijo a que su fe en Dios vuelva a renacer.

Marilú Ochoa Méndez

Se mueve el piso, y la sangre se te va a los pies. Tu hijo te ha dicho que ya “no cree” en Dios. ¿Qué hacer? Agobiarse, enfurecerse o ser pesimistas, no ayuda. En este texto te presentamos sugerencias de un plan de acción concreto para enfrentar este reto que viven muchas familias.

Contigo tu bebé ha tenido siempre un refugio seguro. Tus brazos han sido consuelo y apoyo para sus días. Has disfrutado de alimentarlo, verlo crecer. Le has dado lo mejor que has podido, entre eso: la fe en Dios. Pero ahora que ha crecido, resulta que no cree en Dios, no desea seguir el camino espiritual que tú sigues, y manifiesta vivir una crisis de fe. ¿Qué hacer?

1 ¡No te derrumbes mamita!

En primer lugar, ¡no te asustes!, ¡no te derrumbes! La fe, como sabes, es un regalo, un don. Que tu hijo o hija se cuestione las cosas en las que cree, significa que está madurando, que desea ser auténtico, que se cuestiona “lo normal”, “lo cotidiano”, “lo de siempre”.

Tal vez te plantees regresar a las razones por las que ha decidido “dejar de practicar la fe”. Si lo haces, que no sea para entristecerte ni azotarte en la culpa. Que sea para diagnosticar, para planear la cura, para proponer la rehabilitación.

2 No tengas miedo, confía

Confía en el amor incondicional de Dios que cambia el cauce los ríos, que resucita muertos, que hace caminar al paralítico. Confía en ese Dios que habla al corazón, que “quita los poderosos de los tronos, y levanta a los humildes” (Lc 1, 52). Ese Dios puede derribar murallas, incluso la muralla de un joven que no acepta el diálogo, que disfruta desconcertándote o alterándote, o que simplemente se muestra indiferente.

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3 Ama a tu hijo o hija más que nunca

Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor“, decía Madre Teresa de Calcuta. Dejar de creer en Dios implica una soledad profunda que va desvelándose con el tiempo. Si no creo ya en un ser superior, todopoderoso que me ama incondicionalmente, ¿dónde queda el bello consuelo que nos da Su amor y entrega incondicionales?

Tal vez tu hijo o hija ahora no lo nota. Siente que al desembarazarse de su “obligación” de ir a misa, de asistir a la iglesia, de orar, es más libre, y rompe ataduras. No hagas que la sequía que agobiará poco a poco en su corazón se agudice: ámalo cada vez más, cada vez mejor. No mires sus desaires, sus desplantes, su rebeldía. Mira su dignidad, mira su corazón que tiene anhelos de eternidad, mira su alma que desea conexión y sentido trascendente.

4 Sé el puerto seguro

Procura ser tú el puerto seguro al que siempre pueda regresar sin importar nada.  Jesús nos dejó una guía detallada de cómo hacerlo cuando contó a sus discípulos la parábola del hijo pródigo. Seguro la conoces, pero vale la pena revisarla de nuevo.

Un padre rico, que tenía dos hijos, recibió una petición desconsiderada y altanera: su hijo menor le pedía “la parte que le tocaba en la herencia” (¡esto se daba a los hijos cuando el padre moría!), y se fue.  El padre, bondadosamente, le entregó lo suyo y esperó pacientemente.

El hijo se retiró del contexto familiar y despilfarró el dinero de su padre.  Cuando lo había gastado todo en juegos, mujeres y otras banalidades, y se vio pobre y hambriento, recordó la calidez de su hogar, la generosidad y abundancia de los suyos, y planeó regresar como un sirviente, incluso así, viviría mejor que dando bellotas a los cerdos, considerados en el judaísmo como animales impuros.

Pero su padre lo recibió con los brazos abiertos, le puso ropas finas y joyas e hizo un banquete en su honor. ¿Podemos tener dudas sobre nuestro reto de amor incondicional como padres?

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5 Ten paciencia

Ninguna oración se pierde.  Dios no abandona a tus hijos.  Santa Teresa de Ávila, religiosa carmelita del siglo XVI, por un acto de obediencia de su superiora que quería probar su virtud, regó y cuidó un palo seco “plantado” en el jardín del convento durante mucho tiempo.  Según la tradición, con su perseverancia y paciencia, logró que floreciera eventualmente, sirviendo como instrumento de Dios para enseñarnos el valor de la paciencia, de la oración constante e insistente.

Tal vez tu hijo o hija (o tu propio corazón) te parezcan un trozo seco de madera. ¡No importa! Tú riégalo con oración, paciencia, sacrificios.  Dios sabrá “hacer nuevas todas las cosas” a su debido tiempo y con Su gran sabiduría.  

No te preocupes porque tú veas los cambios, confía, es lo mejor que podemos hacer.

6 Vive radicalmente tu fe hasta la santidad

Vive lo que predicas.  Procura acercarte más a Dios, lee y estudia Su palabra.  Realiza actos de caridad con los más necesitados. Entrégate todos los días a Su causa de amor.  Que esta llamada de atención por la falta de fe de tu hijo o hija, refuerce tu fe, engrandezca tu esperanza y aumente tu amor.  Busca tú la santidad. Busca entregarte sin reservas a Dios, busca amarle incondicionalmente. Busca ser otro Cristo, el mismo Cristo.  Que esta experiencia cambie tu corazón, cambie tus comportamientos, te mueva a una sincera conversión.

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7 Ayúdale a tu hijo o hija a ver lo que no ve

No tengas miedo de denunciar el error.  Si observas en tus hijos comportamientos destructivos, malas decisiones, habla.  Ayúdalo a ver cómo nos destruyen el pecado, el libertinaje, la soberbia.  Pide ayuda a Dios para tener sabiduría, y distinguir entre el pecado, el error, y el pecador o el que yerra.  Y recuérdale amorosamente que Dios perdona todo, solo tenemos que acercarnos a Sus brazos amorosos.

8 Busca personas que sufran lo mismo que tú

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Hay muchas personas que experimentan tu dolor. ¡Cuánto consuelo puedes dar y recibir si las contactas!. Tener una comunidad de oración donde se apoyen espiritualmente unos a otros, te impulsará y motivará a seguir dispuesto a esperar con calma, diligencia y paciencia.

Dios te dé consuelo, ánimo y constancia. Desde ya, oro por ti.

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.