Ni mis hijos ni mi esposo ayudan en casa

No les pido que me ayuden.  Nunca me he acercado a ellos rogando que se compadezcan de mí y de todo el trabajo que implica ser ama de casa.

Marilú Ochoa Méndez

Así es. Ni mis hijos ni mi esposo ayudan en casa. No les pido que me ayuden.  Nunca me he acercado a ellos rogando que se compadezcan de mí y de todo el trabajo que implica ser ama de casa.

Pero no me malentiendas, ellos sí cooperan en la limpieza y el orden de mi hogar, lo que ocurre es que su aporte surge desde una perspectiva totalmente distinta.

¿Te gustaría tragarte un bistec?

El título tiene un tono agresivo, ¿no te parece? Es la palabra en cursivas. La pregunta parece amable, pero algo está fuera de lugar.

Esta palabra asume el paso de un alimento de la boca a la garganta, “de un jalón”, como decimos en México.  Degustar, o “comer”, serían opciones mas amables y adecuadas.

¿Por qué insisto en distinguir entre “mis hijos y esposo me ayudan en casa” y “ellos colaboran en la limpieza de su hogar“? Porque en las palabras está el sentido profundo de la actividad, la actitud que tendrán al realizar sus labores, y mucho de mi carga mental.

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¿Quién vive en la casa?

Pedir a los hijos y al esposo colaborar en las actividades de limpieza y orden del hogar no es un tipo de tortura. No es una estrategia para someterlos ni hacerlos sufrir.  Contrario a lo que ellos puedan creer cuando en vez de mirar televisión o jugar, deben ordenar, barrer o limpiar un área, colaborar en su hogar, es un acto de justicia. ¿Por qué? Porque es su casa, ellos viven ahí.  Todos la ensuciamos, todos debemos ordenarla.

Somos un equipo

Crear en tu familia un sentido de comunidad, es una de las mejores decisiones que tomarás. Redundará en un genuino espíritu de colaboración, de pertenencia y ayuda mutua.

Sentirnos parte de algo, colaboradores indispensables de la armonía y belleza del espacio que habitamos, nos ayuda a desarrollar responsabilidad, diligencia y autonomía, sin olvidar de la riqueza que se obtiene cuando nos empeñamos en una labor, y la cumplimos.

El general William H. McRaven, autor del libro “Tiende tu cama“, nos dice que “tender la cama (por ejemplo) refuerza que las cosas pequeñas importan. Si no puedes hacer bien las cosas pequeñas, nunca podrás hacer bien las cosas grandes”.

El autor continúa: “Si tiendes tu cama en la mañana habrás completado tu primera tarea del día. Esto te dará una pequeña sensación de orgullo y te motivará a realizar otra. Al final del día esta tarea completada se habrá convertido en muchas tareas completadas”.

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Eres necesario

El hecho de que nuestros hijos vivan en espacios libres y organizados, además de generarles orden interior y una sensación de bienestar, los hace conscientes de que son necesarios.  La comida que se les sirve, preparada por un miembro del hogar, requiere platos y vasos que otro miembro ha colocado, y que otro miembro deberá recoger.  Si alguno de ellos no cumple su labor, no habrá alimentos mas tarde, o no habrá en qué servirlos, o no habrá dónde disfrutarlos.

Cada miembro del hogar es parte del engranaje que desembocará en una vida agradable para todos.  Desde sus capacidades y disposición, cada miembro de la familia es necesario, y en su aporte gana seguridad, autodisciplina y se va generando un espíritu de servicio hacia otros que será valiosísimo para todos. Además, aprenderán a valorar el trabajo de otros, y a respetar y cuidar más y mejor su hogar.

No eres el único

Si en casa existen hijos adolescentes o mayores, que tengan mayor responsabilidad escolar o laboral; pueden argumentar que ellos están muy ocupados, y por tanto deben desembarazarse de la que perciben como engorrosa obligación, pero ¡no te dejes encandilar!

Los padres también están llenos de actividades, pero su disposición a recoger los espacios, barrer el patio, tender la cama o arreglar algún desperfecto en casa es indispensable.  Ningún miembro de la familia puede desatender las obligaciones que le corresponden para generar una vida armónica en casa. Es más, los niños aprenderán a responsabilizarse y a organizarse para cumplir su parte en el hogar, al mirar la disposición de ambos padres.

Tener ayuda en el hogar no debe eximirnos de mostrar esta disposición: cada uno con la mejor disposición y ganas, podemos generar iniciativas de servicio para los miembros de la familia: cambiar el pañal a los pequeños, jugar un rato con ellos, sacar la basura, ayudar a hacer algún deber en la escuela.

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El amor se muestra con obras

Un “te quiero mucho” cuando sentimos bonito, es fácil. Lo complicado es sonreír cuando te encuentras irritado, desesperado o molesto, y mas difícil, seguir diciendo “te quiero” a quien deliberadamente ha desatendido un pedido tuyo. Involucrar a todos los miembros de la familia en estas labores, impulsa la materialización del amor que decimos tenernos en familia.

Cooperar en casa se traduce en actos de generosidad y vencimiento personal por el bien de todos.  Hacer a otros agradable la vida. Una tentación de la vida familiar es que cada miembro asuma su vida y se encargue solo de ella, definiendo una o dos actividades que les “tocan” a cada miembro de la familia, sin generar una integración ni un sentido de las tareas.

Me explico más a detalle: el tan citado fenómeno de la carga mental que pesa sobre muchas madres se da por esta actitud individualista: hago lo mío y si tú te abrumas, es tu problema.

Descansemos juntos

Un verdadero espíritu de equipo implica que al ver que alguien no puede cumplir su parte por enfermedad, cansancio u otro pendiente, los demás reconocemos esa necesidad y colaboramos un poco más, para cuidar a ese ser que amamos.

La delicadeza de observar cuándo otro está necesitado y hacer “algo más”, crea en nosotros una cualidad difícil de pronunciar pero deliciosa para vivir, que nos hace amables, es decir, fáciles de amar, y generar hijos fáciles de amar será un regalo inmenso para ellos que te agradecerán toda la vida.

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La cualidad de la que te hablo se llama “magnanimidad”: con ánimo grande.  Capaces de mirar con otros ojos la misma realidad, buscando dónde servir, dónde completar y cómo aportar algo.

Así que te invito: no pidas más que “te ayuden”, e impulsa a tu familia a que crezcan y se enriquezcan con estas actividades que les aportarán tanto para trascender.

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.