No desesperes, pronto todo pasará

Una buena actitud en medio de los problemas es la diferencia entre el sufrimiento y la salida pronta de las dificultades.

Erika Patricia Otero

Cuando una catástrofe personal comienza, nunca se sabe cuándo terminará. Puede que dure días, pero también prolongarse por semanas, meses o incluso años; yo sé bien de eso.

Por mi propia experiencia puedo decir que a veces es muy complejo levantarse cada día, seguir luchando y esforzarse por mantenerse a flote; aun así,  es menester hacerlo y no decaer. ¡Claro! mantener el buen ánimo cada día durante años de pruebas y penurias es imposible. No te voy a engañar, tienes derecho a renegar y estar triste, pero también es tu deber hacer lo posible por seguir adelante; de lo contrario, caerás en un abismo aún más profundo que se llama desesperanza.

Cómo mantenerse a flote

Lo que aprendí luego de muchas caídas, y hago siempre que tengo pruebas, es preguntarle a Dios sobre lo que debo aprender de esa situación. Pedía guía porque no entendía qué había hecho para merecer tanta angustia. En esa búsqueda de respuestas encontré que no necesariamente uno “está pagando” algo que hizo mal, son pruebas y eventos que pretenden hacerte fuerte y valiente.

Entendí un día que la vida es una escuela. Cuando estudias te dan clases, haces tareas y los profesores te “toman la lección”. El fin de “ponerte a prueba” es saber cuánto aprendiste en ese tiempo invertido en tu educación. Esos exámenes o parciales son los problemas de la vida. Es como si la existencia te preguntara: “¿Fulanito estará preparado para una prueba mayor o para una gran bendición? Vamos a hacerle una prueba y ver cuánto aprendió y resiste”. Y eso ocurre cada tanto en nuestras vidas.

También opté por una forma de escape. Lo que hacía luego de un día especialmente difícil era imaginar un futuro cercano y feliz. Uno donde mi madre, mi hermana y yo no pasaramos tantas dificultades.

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Me aferraba con “uñas y dientes” a varios o refranes que decían: “Después de la tempestad, llega la calma” y/o “Siempre hay una luz al final del túnel”. Y yo soñaba con esa calma y la luz del túnel a diario.

Llegó la solución

Pero a la vez que optaba por esos pequeños escapes mentales, aprendí a ser feliz con lo que podía tener. Fue así como opté por disfrutar mi adolescencia y juventud junto a mi familia. También comencé a devorar todos los libros de aventura, suspenso o los que fueran, para pasar el tiempo libre entretenida en algo más que ver televisión. Aprendí a ser feliz en medio de los problemas, a agradecer mis bendiciones y a ser feliz con lo que tenía… Entonces, los problemas poco a poco fueron llegando a su fin.

Después del dolor viene la bendición

Así es. Cuando yo aprendí a ser feliz con lo que tenía en mis manos, con mi familia, las cosas comenzaron a cambiar para mejor. Sí, debo admitir que de vez en cuando había problemas, pero nada que me ahogara de tal manera como en antaño; eso, o por lo menos ya no percibía los problemas como grilletes que me ataban e impedían mi progreso y felicidad.

Los problemas pueden ser una piedra o un escalón, tú eliges

Eso es algo que también aprendí. Piedras en el camino de la vida hay todos los días; tú escoges si te quedas parado mirándola, o la saltas. También puedes usar esa piedra como escalón para subir a otro nivel en tu vida. Cualquiera sea la opción, es mejor que quedarse quejándose.

Lo interesante es que cuando te das cuenta que aprendiste a superar tus dificultades con holgura, a ser feliz, a reír y a no quejarte; eso que tú percibes como problemas, dejan de serlo para ser lecciones que te harán más fuerte, valiente, pero todo depende de tu actitud.

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El fin es que seas humilde, agradecido y generoso

Las pruebas, lo que pretenden es que seas merecedor de tus bendiciones. Puedes o no estar de acuerdo, eso lo entiendo porque yo me cuestioné lo siguiente por años.

Para mí era injusto que hubiera tantas personas con “buenas vidas y sin tantos problemas” que -según yo- no se lo merecían. Así viví amargándome por un tiempo, hasta que comprendí que no sabía nada de las vidas de esas personas; por lo tanto, desconocía si sufrían o no.

Aprendí a vivir mi vida sin compararla con las de los demás; no solo es odioso, sino insano e irracional. La vida de todos es diferente y todos sufrimos en mayor o menor medida, eso no lo cambia la percepción de los demás.

“¿Tienen mucho dinero, salud, amor y felicidad?”, pues algo hicieron bien para merecerlo. Eso, o simplemente pronto tendrán que superar la prueba para merecer lo que tienen, pero eso no es de nuestra incumbencia. La situación es que cada uno de nosotros vive su propio Getsemaní, y eso no tiene por qué ser analizado por nadie.

Eres una piedra que requiere brillo o forma

Ahora bien, el papel de las pruebas de la vida es pulirte. Piénsate como si fueras una piedra preciosa o un trozo gigante de piedra que no tiene forma y es tosca al tacto.

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Pues bien, cada prueba es un golpe al cincel o la lija de una pulidora que lima las puntas más afiladas. Cada toque de esos elementos da forma a la piedra o saca brillo a la joya. Así, durante un muy largo tiempo hasta que brillas o te conviertes en una hermosa escultura. Es entonces cuando te reconoces como alguien de valor para ti, los tuyos y la sociedad.

Lo que debemos aprender todos nosotros es a tener buen ánimo, a levantarnos cuando estamos caídos, a ser agradecidos y a pedir ayuda cuando ya no podamos más. No tardarás en darte cuenta que los problemas serán menos grandes y dolorosos cuando aprendes a tener fe y fuerzas para resistir y agradecer lo que tienes.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.