No siempre podemos ser fuertes, y eso está bien

Exigirnos y exigirles a los demás mantenerse siempre fuertes es como pedir un imposible. No siempre podemos serlo, y está bien que así sea.

Danitza Covarrubias

Mucho se habla de la fortaleza interior, de poder seguir de pie a pesar de las adversidades. También se habla recientemente de la resiliencia, que es la capacidad de superar circunstancias traumáticas.

Mucho se abunda en el pensar positivo, en que todo saldrá bien, en que las cosas suceden por algo, etc. Y esto está bien. Y también está bien detenernos un momento, y volver a replantear otras posibilidades.

Aprendizaje de ser fuerte

En ocasiones, el aprendizaje de ser fuerte no solo viene de la exigencia social, sino de la necesidad de sobrevivir, especialmente si venimos de un hogar en el que nuestro rol exigía ser la persona fuerte que sostenía todo y a todos.

Por ejemplo, cuando hay una madre deprimida en casa, uno de los hijos suele ser el que termina por cumplir sus funciones de atender a los demás en su lugar. Y así, aprende a olvidar sus necesidades y ser “fuerte”.

Inercia de ser fuerte

Las dinámicas familiares iniciales son el principio de nuestro aprendizaje. El cómo nos relacionamos ahí, en el inicio, será la manera en que nos relacionemos con el resto del mundo. Es por esto que muchas veces aunque ya no es necesario, permanecemos en el rol de atender a los demás.

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Solemos ser la persona a la que le cuentan sus problemas, o acuden a ellos cuando se está en crisis. A quien en el trabajo se les pide horas extras, o trabajos de última hora, etc. Y que, en la inercia de la dinámica que aprendimos desde los primeros años de vida, decimos sí y buscamos rescatar, salvar a la humanidad.

Cuando ya no puedes más

Entonces, llega el punto de quiebre. Permanecer al servicio de todos sin atender las propias necesidades es prácticamente imposible. Las personas se desquebrajan, y se rompen al final. Puede ser en una enfermedad -física o mental-. Puede ser que explote y de pronto todas sus relaciones se derrumben, pero siempre llega ese punto donde las personas expresan “ya no puedo más”, “siento que me vuelvo loco”.

Este es un punto importante a atender, puesto que la dinámica que en la infancia le permitió sobrevivir a un contexto histórico particular, no está funcionando ya en el presente. El reto está entonces en poder asumir una nueva realidad.

Tocar la vulnerabilidad

Para las personas que toda su vida han sido el sostén de muchos, es sumamente difícil asumir que es el momento de pedir ellos ayuda. Poder sentirse frágiles, vulnerables, necesitados les genera una angustia tremenda. Una angustia infinita, infantil, añeja de su historia pasada.

Pero, es a través de poder reconocer y atravesar esa historia, ese dolor, esas necesidades no miradas, no atendidas, no resueltas, es donde podemos encontrar la verdadera fortaleza.

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Encontrando una nueva fortaleza

Pensamos que no sentir nada, o evadir la realidad de los problemas, es ser fuerte. Aquel que nunca llora, nunca se enoja, nunca pide nada se define como “fuerte”. Sin embargo, esto es una farsa total. En realidad, esto es una bomba de tiempo que en algún momento explotará.

La fortaleza no se encuentra ahí. Es un poco como esta historia del valiente. Se dice que el valiente no es valiente por no sentir miedo, si no porque lo afronta. Con todo y el miedo, hace lo que tiene que hacer. Lo mismo sucede con la fortaleza. Alguien fuerte no es quien no siente nada, no es alguien que no tiene momentos de debilidad. Alguien fuerte es quien se atreve a sentirse vulnerable y hace lo que necesita para recuperarse.

Poder sentir dolor requiere valentía y fortaleza. Poder atravesarlo requiere tesón. Pasar al otro lado fortalece, y llena de recursos para sí mismo y para los demás. En los momentos de vulnerabilidad y fragilidad de los demás, hay más luz para compartir.

Quien no atraviesa esos dolores, no podrá acompañar a alguien más que está en un momento de debilidad, puesto que su sentir nos removerá nuestras propias emociones. Esas mismas emociones que se han descartado para seguir de pie, para sostener a los demás.

La verdadera fortaleza entonces viene al poder reconocerse, como todos, a veces vulnerable. Saber pedir, como muchos otros te lo pidieron, ayuda y sostén por un momento. Reconocerte humano -no superhéroe-, y conectarte con la humanidad de los otros, fortalece. Esta fortaleza es la verdadera.

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Poder ser ambos

Esto no quiere decir que entonces debamos ser vulnerables todo el tiempo, o que debemos convertirnos en personas que todo el tiempo pidan o lloren. Luego, esa imagen invade e imposibilita la apertura de tocar nuestras propias debilidades. No te resistas.

La clave está en poder reconocer que somos ambos. Somos los fuertes que a veces sostenemos, que postergamos nuestras necesidades para atender  las de otros, o las urgentes. Y que también somos los que necesitamos, en algún momento dado, a alguien. Alguien que nos abrace, que nos sostenga, que por unos momentos postergue su necesidad y pueda mirar la nuestra.

En ese maravilloso intercambio amoroso de los seres humanos, es donde nos completamos. Donde somos unidos. Donde somos en el amor.

Toma un momento para compartir ...

Danitza Covarrubias

Danitza es originaria de Guadalajara, Jalisco, en México. Licenciada en psicología y maestra en desarrollo transgeneracional sistémico, con certificación en psicología positiva, así como estudios en desarrollo humano, transpersonal y relacional. Psicoterapeuta, docente, escritora y madre de 3. Firme creyente que esta profesión es un estilo de vida.