Que tu hijo vea en ti a la persona que tú quieres ver en él

En familia no siempre hay días buenos. Pero aún esos días son oro molido para forjar familias felices si sabemos aprovecharlos.

Marilú Ochoa Méndez

Te encuentras saturada. En verdad este no ha sido tu día. Te levantaste con un fuerte dolor de cabeza que te provoca punzadas constantes. 

Has logrado salir adelante del desayuno y los pendientes matutinos, pero cuando estás apurada por preparar la comida antes de que llegue la tropa hambrienta, tu bebé está mas inquieto que nunca. 

Respiras, y lo tomas entre tus brazos intentando calmarlo, pero nada parece suficiente. Buscas entretenerlo con las cucharas de cocina, o los imanes del refrigerador. Al cabo de un rato, lo consigues.  Lo dejas en el suelo a pesar de que no pudiste trapearlo aún, y hay migajas del desayuno.

Cuando regresas a la cocina, te das cuenta que se ha quemado el arroz, y que dejaste cocer la carne sin ponerle sal.  Suspiras apesadumbrada dejando para más tarde la solución a esos problemas, porque ahora tu bebé está fuera del alcance, y sabes de sobra que el silencio es sospechoso.

Al fin lo encuentras, pero ya vació tu bolsa de cosméticos, rompiendo la paleta de sombras para ojos que encontrase en rebajas la semana anterior.  Ante tu inquietud, se pone a llorar.

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La aparición de Medusa

Cuando llegan tu esposo e hijos, no estás en tu mejor momento, pero les ofreces con todo cariño tus platillos. Entonces, comienza un pleito en la mesa, y vuelan los cubiertos.  

No sabes en qué momento sucede, pero comienza a surgir dentro de tu vientre un monstruo más terrible que Medusa.  Salen de tu boca las mas terribles palabras, y parece que vomitaras fuego. El ambiente se enrarece al instante. 

Cuando tu esposo intenta calmarte, lo miras con un odio capaz de derretir el Polo Norte. Nadie sabe cómo ni por qué la dulce mamá y esposa que los recibió con una sonrisa se ha transformado de esta forma tan terrible ¿Lo peor? El bebé vuelve a llorar desconsolado, aumentando la explosión.

Lo drástico es que mientras limpias los restos de comida del mantel, te preguntas con qué cara hablarás con tu hija sobre el autocontrol, sobre el manejo del enojo y sobre el buen trato.  Te invade una tristeza enorme.

A veces nuestros monstruos nos dominan, y nos llega el desánimo

Ser padres es sumamente retador, porque hay que hacer malabares. No siempre tenemos buenos días, no siempre la economía nos da un respiro, y los pequeños no siempre son estables.

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Estas situaciones nos complican y nos hacen vivir al borde, Y caminar constantemente por el filo del precipicio amplía potencialmente la posibilidad de que caigamos por él.

¿Cuál será el camino a seguir? La culpa no es opción

Definitivamente, el camino no es la culpa. No todos los padres estamos formados en la inteligencia emocional.  

No todos los padres tenemos las mismas cualidades.  Ya quisiera yo ser tan organizada como mi hermana mayor, que está siempre guapa, tiene su casa impecable, es excelente decoradora, y dirige un próspero negocio.  Sin embargo, sentirme mal por no llenar su molde me haría daño. 

Mi labor no es hacerme sentir mal por mis limitaciones, sino elevarme por encima de ellas con esfuerzo consistente.

La solución tampoco es llenarnos de manuales y técnicas probadas

Muchos quisiéramos poder poner pausa a nuestra ajetreada vida para respirar ¡Qué maravilla si pudiéramos conseguir recursos efectivos para manejar las crisis, y guardar en una maleta las mejores técnicas probadas para reaccionar adecuadamente en cada caso que pueda surgir.

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Pero esto, por más que suene maravilloso en nuestra cabeza, no ayudaría a solucionar nuestros problemas ¿Por qué? Porque aplicaríamos de manera literal las técnicas sin tropicalizarlas, es decir, sin mirar el caso concreto de nuestros hijos, los momentos que viven. Algunos padres corremos el riesgo de deshumanizarnos cuando nos desconectamos de nuestro corazón para “hacer lo correcto” o lo que otros consideran como “lo mejor”. Aquí te cuento un caso personal del que me arrepiento mucho. 

Conocer técnicas es maravilloso y práctico, pero lo mejor es conocernos a nosotros mismos, conocer a nuestros hijos y amarlos entrañablemente.

¿Tienes seguridad en ti misma?, ¿sabes a dónde quieren llegar como familia?

Designar con claridad a dónde quieres que tu familia llegue, será de gran ayuda para construir positivamente en esa hermosa comunidad de amor que diriges con tu pareja. 

Esto te ayudará a comprender que a pesar de lo que surja en el día a día, siempre puedes recomenzar, resignificar lo ocurrido y construir con tus equivocaciones y desaciertos. Te comparto algunos puntos valiosos:

1 Hay una gran belleza en la imperfección, y mucho aprendizaje

Está bien, explotaste.  Ya hiciste un gran espectáculo a la hora de la comida. Tu bebé lloró, tu esposo salió regañado, y tus hijos vieron uno de tus peores lados ¡Está bien! Es tu oportunidad de hablar con ellos sobre tu día. Es ahora cuando pueden aprender a ser empáticos. Tal vez una conclusión será que siempre al llegar de la escuela tu esposo e hijos te preguntarán por tu día y serán más acomedidos contigo.

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2 Siempre se puede recomenzar

Es válido aprender a recomenzar juntos. “Hijos, esposo. Tuve un día pésimo, me siento mal desde temprano. No he reaccionado bien, pero saben cuánto los quiero ¿Me ayudan a recomenzar a partir de esta explosión?”,¡Qué hermoso reaccionar así!

De esta manera enseñas con la experiencia que no está mal tener malos ratos, lo que está mal es mantenernos en ellos. Eso te dará la necesaria autoridad moral para plantearle ese re-inicio a tus pequeños cuando sufran algún exabrupto.

3 Pedir perdón es sanador y necesario

Papá y mamá son mayores, y nos aman. Se esfuerzan por ser buenos, y estar tranquilos, aunque no siempre lo logren.  Cuando caigamos en actitudes negativas, ¡qué gran muestra de humildad y amor, verlos pidiendo perdón a sus hijos!

De este manera, hacemos realidad esta bella máxima expresada por el Dr Mario Guzmán Sescosse, que nos ayudará a educar desde el respeto y el amor: “Busquemos cada día que nuestros hijos vean en nosotros, los padres, aquello que deseamos forjar en ellos”.

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.