Se corrige en privado, se felicita en público

Los gritos y reproches en público calan en lo más profundo de la autoestima de los niños. Procura siempre corregir en privado.

Adriana Acosta Bujan

“De los escarmentados se hacen los avisados”, dice la frase popular, y significa que la experiencia enseña a evitar las ocasiones peligrosas. Este es uno de los refranes más utilizados por millones de padres en momentos de angustia, cuando los hijos no obedecen; pues muchos prefieren educar a sus hijos con gritos y escarmientos para así asegurarse que han comprendido lo que no deben hacer.

No hay nada de malo corregir a los niños para hacerlos entender que muchas de sus acciones pueden poner en peligro su vida, ya que ellos son por naturaleza exploradores, aventureros y traviesos. El problema es cuando se corrige en público, puesto que se dejan heridas profundas en el corazón de ese niño.

Errores que dejan huellas

La mayoría de los padres en algún momento nos hemos sentido abatidos, enojados y decepcionados, cuando nuestros hijos son desobedientes, berrinchudos e incluso hasta fastidiosos. Cuando sus comportamientos tocan nuestro límite de paciencia es normal que los corrijamos de inmediato, muchas veces con gritos, y estén donde estén, sin importarnos el entorno.

Sin embargo, los especialistas aseguran que el acto de gritarles a los niños, dejará consecuencias emocionales ocasionando un grave daño en el cerebro y el desarrollo neurológico, desencadenando desequilibrios hormonales difíciles de sanar.

Al momento de gritarles, la hormona que se libera de inmediato es el cortisol, que es la encargada de regular el estrés, permitiéndonos huir del peligro cuando es necesario. Por lo tanto, cuando se libera constantemente esa hormona se aumenta más el daño al cerebro.

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Algunas secuelas irreparables

Un estudio publicado en la revista Child Development, afirma que la mayoría de los padres admiten haber gritado e insultado a sus hijos cuando tienen problemas conductuales. Entendemos que el problema que causan los gritos es irreversible; sin embargo, imagínate las graves secuelas cuando lo haces en público.

1 Crecen con miedo

Los niños son tan sensibles que cuando los padres suelen gritarles constantemente, crecerán con miedos. Gritar es una expresión de enojo, por lo tanto, los atemoriza y les provocará sentirse inseguros en cada acción que realicen, confundiéndolos bastante.

2 Autoestima quebrantada

Si la corrección se hace en un lugar público, frente a sus amigos o familiares, es lógico los niños serán afectados gravemente en su autoestima, perdiendo su confianza, seguridad e incluso hasta su propia personalidad.

Si esos gritos vienen aunados con insultos, es probable que el niño crezca pensando que es un inútil, un bueno para nada, insoportable, entre otras cosas; por lo que al ser adulto sus relaciones se verán afectadas y le costará mucho llegar a conquistar sus metas.

3 Más agresión

Por instinto natural, cuando las personas se ven atacadas, inconscientemente se responde de la misma manera. Los niños, al sentirse acorralados, atacados y en peligro, actuarán de manera agresiva y violenta como una respuesta a su supervivencia. Cuando crecen, será probable que sus relaciones se vean afectadas por la violencia que llevan arraigada.

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Por favor mamá, corrígeme en privado

Si deseas que tus hijos aprendan las lecciones y que actúen con valores y principios que con tanto esfuerzo y dedicación has enseñado, será mejor corregirlos en privado. Es una tarea difícil de hacer para cualquier padre cuando las emociones explotan; sin embargo, no dejará consecuencias.

¿Cómo hacerlo?

No pierdas el control de tus emociones: respira y piensa antes de hablar o actuar.

Evita las situaciones estresantes o que sabes en las que tus hijos no podrán controlarse.

Explica los porqués, deja en claro que sus acciones son inadecuadas y que pueden perjudicar a otros.

Pídele a tu hijo que se exprese con libertad, opine y explique la razón de su mal comportamiento.

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Llévalo a un lugar tranquilo lejos de las distracciones, para asegurarte que te ha puesto atención y la lección es comprendida.

Enséñale a controlar sus emociones negativas ante el enfado, haciendo hincapié con ser una persona empática con los que lo rodean.

Lo que puedes hacer en público

Felicita a tu hijo cuando haya logrado algún objetivo

Aplaude sus metas

Expresa con palabras cariñosas tu amor

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Elogiarlo tanto como puedas

Resalta sus buenas acciones

Refuerza las lecciones aprendidas

Dale demostraciones de afecto

Recompénsalo con algo que desee

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Tal vez sea un reto personal aprender a controlar nuestras emociones para así poder enseñar a los hijos a tener buenos comportamientos. Así que antes de “explotar”, respira, y pon en práctica algunas de estas técnicas:

Cambia tus pensamientos negativos a positivos

Cuenta hasta diez antes de actuar, lo que significa relajarte y respirar hondo

Practica la meditación, escuchando música relajante

Libera la tensión y el enojo utilizando otras alternativas que te distraigan

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Recuerda tus virtudes y éxitos constantemente

Encuentra lo bueno de cada mal lección o acción

Si aprendes a controlar tus malas emociones, será más sencillo enseñar a tus hijos a controlarse. Recuerda que los niños son como esponjas que aprenden fácilmente imitando las acciones de los padres; por tal razón, procura que tus emociones sean siempre positivas, que dejen lecciones de vida y no consecuencias no deseadas.

¡Conviértete en ese buen ejemplo para tus hijos!, ya que al hacerlo tendrás la seguridad de les estarás dando grandes herramientas para ser un adulto de bien.

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Adriana Acosta Bujan

Adriana Acosta estudió comunicación, es madre y abuela, y actualmente se dedica a la enseñanza e investigación a nivel universitario en Puerto Vallarta. Publica sus escritos esperando que ayuden a las personas que leen sus útiles vivencias.