Te ofrezco mi hombro para que reposes tu dolor en él

"Del sufrimiento surgen las almas más fuertes. Los caracteres más sólidos están plagados de cicatrices". Jalil Gibran

Erika Patricia Otero

“Una alegría compartida se transforma en una doble alegría; una pena compartida, en media pena”.

Proverbio sueco

Este año no ha sido fácil para mí. Mi vida jamás fue sencilla, pero no esperé que en este hubiera un reto tras otro.

Tengo la mala costumbre de restarle importancia a mis problemas. Es que en mi mente, en el mundo hay personas que pasan por cosas peores a las que yo vivo. Sin embargo, una coach de vida me dijo que tenía derecho a quejarme de mis sufrimientos. Cuando me dijo esto, me puse a llorar. Por primera vez sentí que alguien tenía consideración conmigo.

Honestamente, fue como si me quitaran 20 toneladas de encima. Descubrí entonces que todo lo que necesita para superar los momento de dificultad era un hombro en el cual sostenerme.

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Solos podemos soportar los problemas; aun así, reconozco que las cargas emocionales se hacen más llevaderas cuando tienes alguien con quien hablar, con quien desahogarte.

Pide ayuda si lo necesitas

Muchas veces lidiamos solos con nuestros problemas. Puede ser que por orgullo o porque no queremos cargar a nadie con nuestros dolores. Por la razón que esa, cargar con todo ese dolor es agotador.

Tener alguien en quien confiar es reconfortante. La razón es que al hablar con un amigo o familiar, te liberas de mucho sufrimiento.

Pedir ayuda necesita de un poco de valentía. Es igual a admitir que aunque eres fuerte, necesitas ayuda. Es mostrarse vulnerable y exponer tu fragilidad para ser consolado por una mano amiga.

Sé de cuenta propia que puede dar vergüenza pedir ser escuchado. A pesar de eso, se gana un gran alivio y se renuevan fuerzas.

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Todos tenemos algo que ofrecer

De la misma manera que somos beneficiarios de la compasión de amigos; también somos capaces de dar apoyo.

Apoyar a un amigo que sufre requiere que seamos compasivos y empáticos. Sin embargo, también debemos ser conscientes de lo podemos ofrecer. Sí, hay personas que son más tolerantes al dolor ajeno que otros. En cambio, hay otros que son muy sensibles, y el dolor de los demás los hace sufrir tremendamente.

Lo anterior es algo que le puede ocurrir a las personas empáticas. Por esto, hay que saber hasta dónde se puede ofrecer ayuda.

La Association Psycological Science (APS) explica que “la empatía no solo requiere un mecanismo para compartir emociones, sino también para mantenerlas separadas. Al contrario, nos contactan, nos angustian emocionalmente”.

Una persona que comprende su empatía, es capaz de apoyar sin que el dolor de su amigo le perjudique. Sabe hacerle saber a su amigo que le comprende y está ahí para ayudarle. Esto es realmente un alivio porque le hace saber a quien es apoyado que su sufrimiento es comprendido.

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¿Cómo hacerle saber a alguien que estás ahí para ayudar?

Cuando viví en el exterior pasé por muchas situaciones difíciles. Tenía un lugar para pasar la noche; sin embargo, sabía claramente que las personas con las que vivía no me toleraban del todo.

A pesar de eso, contaba con personas que fueron un refugio en mis momentos más dolorosos.

Había una familia que siempre tuvo un sitio para mí en su mesa. Además de esto, sabía que podía llegar a su casa a cualquier hora. Allí me sentía como en mi casa. Los recuerdo con mucho cariño.

También hubo una señora. Esta mujer hizo lo que haría una abuelita con su nieta. Ella me dio un espacio en su corazón. Me escuchaba y muchas veces me vio llorar. Me regaló ropa; ella era modista y francamente atesoro al día de hoy todas las faldas que me obsequió.

Estas personas me hicieron saber que si necesitaba su ayuda, siempre podía contar con ellos. Jamás me trataron con lástima, y siempre hubo un abrazo para mí.

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Tampoco me juzgaron, y eso fue muy reconfortante.

Algo que también hicieron fue brindarme consejos solo cuando yo los pedía. Esto me dejó darme cuenta que no se sentían con el derecho a darme lecciones de vida.

Sentir el dolor ayuda a superar la pena

No sé si alguna vez has negado tu sufrimiento. Si lo has hecho, sabes entonces que esto hace que el dolor sea más intenso. Llegas a un punto donde el día a día se hace insoportable.

Una buena manera de liberarte de las penas es llorar. Sin embargo, llorar a solas no es tan liberador como cuando lo haces en presencia de un amigo. La realidad es que sabes que su abrazo será liberador.

Permitirle a alguien que sufre encontrarse con su sentir, le ayudará a conocerse mejor.

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Y es que aunque parezca difícil de creer, los malos momentos llegan siempre para enseñarte algo. Cuando aprendes la lección, te superas a ti mismo y estás listo para seguir adelante, más fuerte y renovado.

Solo me queda decir que cuando buscas ayuda y eres de apoyo de alguien, sales fortalecido. Aprendes estando en ambas posiciones y te haces más inteligente emocionalmente.

Toma un momento para compartir ...

Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.