¿Es una crisis lo que tiene tu hijo o solo se trata de un berrinche?

Confundir un berrinche con una crisis puede ser muy peligroso en el desarrollo de tus hijos. ¿Sabes diferenciarlos? Aquí te decimos cómo.

Emma E. Sánchez

Hace unos días, en un restaurante con juegos infantiles al centro de las mesas, donde los padres pudieran “estar cuidando” a sus hijos, un niño por alguna razón comenzó a llorar y se tiró al piso tal como si fuera una rabieta.

Una señora dijo en voz alta “ ¡ese niño es un berrinchudo!”. Acto seguido, una mujer de una mesa más al fondo se levantó corriendo al mismo tiempo, que por otro lado corría otra mujer que resultó ser la mamá. Las dos mujeres, ya en los juegos, estaban atendiendo al niño, la primera mujer que corrió era una médica y gritó pidiendo una ambulancia.

El niño no tenía un berrinche ¡estaba teniendo una crisis!

Me quedé pensando en que ciertamente,  muchos adultos podemos llegar a confundir crisis con berrinche, tanto en significado y en apariencia, pero que ciertamente no lo son y por lo tanto, lo importante es distinguirlos.

El berrinche

El berrinche es un arrebato emocional que ocurre cuando el niño está tratando de obtener algo que quiere o que necesita, sin mayor razonamiento.

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Son muy comunes en niños pequeños en edad preescolar y van disminuyendo hasta desaparecer conforme desarrollan su lenguaje y se van expresando mejor.

Sin embargo, hay niños que, aunque ya son mayores, tienden a hacer berrinches y siguen siendo impulsivos. Se les dificulta controlar sus emociones, se frustran con facilidad y se enojan igual.

Son los niños que llorar, gritan o hasta agreden cuando no obtienen lo que quieren o se les presta menos atención.

Lo interesante de esto es que estos niños pueden detener esta conducta cuando los mira alguien con quien no quieren mostrarse así, cuando obtienen lo que desean o pueden seguir haciendo la rabieta tras analizar lo que obtuvieron y que no sea de su agrado.

El berrinche

Esto es algo muy diferente pues se trata de una reacción que los niños o cualquier persona tienen al sentirse abrumados o rebasados por algo.

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Sucede por ejemplo cuando los sentidos se saturan, lo que conocemos como “sobrecarga sensorial”. Por ejemplo, mucho ruido, muchos olores o algunos olores fuertes en el ambiente, luces, sonidos agudos, inclusive sabores y texturas ¿Puedes maginar un lugar donde haya todo esto? Piensa en una fiesta, un parque de diversiones y hasta un aula de clase.

En los mayores puede darse una crisis de este tipo cuando se tienen demasiadas cosas en qué pensar, qué decidir o un exceso de estímulos.

Normalmente, cualquiera de nosotros puede controlar todas esas situaciones; las vamos procesando una a la vez o inclusive varias al mismo tiempo.  Pero también puede haber un momento en que ese control se pierde y simplemente no hay modo de apaciguarlo, entonces todo se sale de su lugar y colapsamos.

Los niños reaccionan primeramente queriendo huir  de la situación, corren, se mueven rápido o se tiran al piso mientras lloran o gritan o aislándose tomando una posición fetal muchas veces.

Diferentes problemas, diferentes soluciones

Ahora que conocemos las diferencias podemos entender que la rabieta o el berrinche tienen como propósito obtener algo, mientras que las crisis son reacciones a algo.

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Un berrinche se detiene cuando el niño obtiene lo que quiere o la familia logra una estrategia que pueda ayudar al niño a ir regulando sus emociones, madurar y aprender a pedir las cosas.

La crisis van cediendo cuando a la persona se le retira del lugar hacia otro más tranquilo.

Entonces, ¿cómo lo manejamos?

Si se trata de un berrinche, date cuenta de lo que tú hijo necesita sin ceder. Esto es, dile que sabes qué es lo que quiere y que lo obtendrá cuando llegue su turno, cuando termine de gritar o ya está listo para platicar. Luego simplemente retírate y espera a que modifique su conducta.

Sé paciente, no grites ni hagas berrinche con él

Si de lo que se trata es una crisis, entonces acompaña a tu hijo a un lugar tranquilo y seguro donde pueda sentarse o recostarse; trata de no hablar mucho, que no haya mucha luz, ruido y lo que pudiera saturar sus sentidos. Déjalo que se tranquilice y no te desesperes ni entres en desesperación.

Hay una regla que apunta para las dos situaciones: jamás permitas que la opinión o el qué dirán de la gente te altere. Hacer esto puede estresarte mucho más y tu hijo lo resentirá de igual manera.

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Estudia con y para tu hijo

Actualmente hay mucha información, grupos de madres que se apoyan unas a otras con las situaciones que viven su hijos, hay muchos especialistas y gente capacitada que comparte sus experiencias y conocimiento para el bien común.

Busca información, estudia y verás que las situaciones complejas se tornarán más llevaderas y que tu hijo saldrá adelante.

Solo ten presente que las flores florecen cuando llega su tiempo, no cuando nosotros lo deseamos

Nuestros hijos madurarán y crecerán en su momento. Y como a las flores, nútrelas, cuídalas de las orugas y luego deja que la naturaleza haga su trabajo.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.