Madre: por el bien de tus hijos, a veces debes ponerte en primer lugar

Para que en la vida de una persona haya felicidad, debe aprender a dar y a recibir.

Erika Patricia Otero

Sé que como madre tienes esa concepción maravillosa de que serlo es lo más maravilloso del mundo, y es cierto. Sin embargo, también me darás la razón si te digo que ser mamá trae consigo una cantidad increíble de sacrificios.

No está para nada mal sacrificarse por los hijos; es más, es algo que comienzas a hacer desde el mismo momento de la concepción. No es un secreto que el cuerpo materno se desgasta enormemente durante el embarazo. Por algo te mandan exámenes para conocer tu salud y también te hacen tomar vitaminas.

Luego del nacimiento los sacrificios siguen. A duras penas duermes por atender las necesidades de tu recién nacido; además, lo alimentas de tu pecho. A la par de eso, también comienzas un proceso educativo que a simple vista no se ve como tal. Comienzas a enseñar a tu hijo cientos de cosas diferentes, mismas que para la vida de un infante son un gran alcance.

Eso dura tal vez hasta quizás los 4 años; tiempo durante el cual no solo te adaptas a las actividades de tu hijo y te desvives por él. Las cosas no cambian tal vez hasta que él o ella cumple 10 años; edad donde se hace un poco más independiente.

Mi madre lo hizo y todas las madres del mundo lo hicieron y lo harán. Repito, nada hay de malo en ello. Sin embargo, hay un mensaje entre líneas que no notaste, pero lo harás ahora: tu hijo siempre estuvo en primero lugar, ¿Y tú?

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El gran problema de poner a tu hijo en primer lugar

Te pido por favor que antes de sentirte ofendida sigas leyendo.

No hay amor más grande que el de una madre que pone por encima de ella, las necesidades de su familia. Sin embargo, ¿pensaste alguna vez  en la enseñanza que le das a tu hijo con ese ejemplo? Sí, esa de poner a los demás por encima de sí mismo.

Es muy bonito ser alguien capaz de dar de sí a los demás. Eso tal vez valga mucho más que el dinero. Aun así, el día de mañana, cuando crezca y sea adulto, va a poner a todos los demás en primer lugar antes que a él o ella.

Este es un comportamiento que aprendió de ti, del ejemplo que a lo largo de su vida a tu lado le diste. ¿Crees que eso le hará feliz? Piensa un poco antes de responder. Va a poner las necesidades de todos antes que las de él o ella. Se sacrificará por personas que incluso ni lo merecen. Va a poner su propio bienestar en segundo lugar por darle privilegios a los demás. ¿Qué hay de bueno en eso? ¿Le hará esto feliz?

Puede ser que digas que sí, que no hay nada de malo en sacrificarse por los demás; sin embargo, te diré que no es tan lindo como parece.

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Dar es bonito, pero también lo es recibir

Te voy a poner un ejemplo sencillo de mi propia vida. De mi madre aprendí a poner a los demás en primer lugar siempre y fue gracias a su ejemplo.

Mi madre es la tercera de siete hijos. Teniendo dos hermanos mayores, ella fue la única que se sacrificó a favor de su familia.

Al morir mi abuelo, mi madre, que tenía 14 años, tuvo que dejar la escuela y comenzar a trabajar. El hermano mayor de mi mamá se había ido de casa y nada se supo de él hasta años más tarde. La hermana que le sigue, se fue para otra ciudad a seguir sus estudios; con el tiempo regresó a donde mi abuela vivía, pero jamás se puso en último lugar para favorecer a sus hermanos.

Mi mamá comenzó a trabajar por amor a mi abuela, que trabajaba más allá de sus fuerzas para sacar a sus hijos adelante. Ella cosía ropa día y noche, pero aun así no les alcanzaba llegar a fin de mes. Entonces fue cuando mi mamá comenzó a trabajar para ser apoyo de ella. Mis tíos, más chicos, ayudaban a su manera, pero ellos eran muy pequeños; aun así, cuando crecieron las cosas cambiaron un poco.

Mi madre siguió trabajando hasta unos meses después de casarse con mi padre. Dejó de hacerlo porque la empresa cerró. Sin embargo, siempre siguió anteponiendo a su familia por encima de ella.

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Hoy día ella dice que no se arrepiente de lo que hizo. Pese a eso, sí le duele que sus hermanos, por los que más se sacrificó, no se acuerden de ella ni para hacerle una llamada.

En todo debe haber un equilibrio

Una cosa clara: no es que se hagan las cosas a la espera de algo a cambio. Lo que ocurre es que uno no espera que nadie se aproveche tanto de alguien.

Por eso, cuando con tu amor incondicional y ejemplo le enseñas a tu hijo a ponerse siempre de segundo, le enseñas a dar, pero no a recibir. Le enseñas a sacrificar hasta el cansancio; de esa manera, tu hijo siempre esperará que las personas actúen de igual manera, pero eso pocas veces pasa.

En las relaciones humanas debe haber correspondencia. Ninguna relación funciona bien si solo ama una persona, si solo una de las partes es honesta y está dispuesta a dar.

Todos necesitamos sentir que valemos, que nos aman, que están dispuestos a dar lo mismo que damos. Esa es una de las muchas razones por las que infinidad de matrimonios y amistades acaban: porque a las personas les gusta más recibir que dar.

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Lo que debes hacer es enseñarle a tu hijo que es genial dar de sí a quienes ama. Debes enseñarle que también merece recibir y que se sacrifiquen de vez en cuando por él. Para esto, es justo que le hables claro, que pidas que haga cosas por ti.

Es cuando entra en juego eso de “¿Quieres este juguete?, entonces debes ser un buen hijo”. De esta manera le enseñarás que como madre no estás solo para dar amor y atención, sino que también mereces recibir de él su respeto y cariño sincero. Créeme, es algo que te agradecerá y enseñará a sus propios hijos.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.