También necesitas a Dios cuando todo va bien

Dice el Evangelio: “No se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija, sino sobre un candelero”. Que tu relación con Dios sea constante, para que lo dejes iluminar y encender tu vida.

Marilú Ochoa Méndez

¿Sabías que según los expertos, cuando sientes sed, tu cuerpo “ya perdió entre el 1,5 % y el 2 % de masa corporal en forma de líquido“?.  Esto quiere decir que para mantener el cuerpo hidratado, debemos anticiparnos a esta incómoda sensación.

Procurar tomar agua en los distintos momentos del día es entonces una elección saludable, ya que impide que el cuerpo se descompense y nos mantiene en un estado óptimo.

Lo mismo sucede con nuestra cercanía y trato con Dios

Imagina un automovilista que guarde el cinturón de seguridad solamente para colocárselo antes de ver a un agente vial (para ponérselo apurado y evitar una multa), o que decida frenar solamente cuando encuentre un obstáculo serio que impida su avance ¿No sería imprudente por decir lo menos?

Dios no es un saco de box. Dios no es un saco de arena que puedes utilizar para lanzar golpes, reclamos, peticiones y llamadas de auxilio cuando todo va mal.  Es un gran consuelo en momentos duros, pero ¡cuánto nos perdemos si lo buscamos solo en momentos de aridez o desesperación!

Él también desea nuestra cercanía y compañía en los momentos buenos y alegres, y justamente esta cercanía en todo momento, es la oportunidad de generar un trato constante con Él, que haga que nuestra vida espiritual sea edificante e impulsora de una vida mas serena y feliz.

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El amor de Dios nos pide tenerlo presente

Piensa en alguien que ames mucho. Seguro deseas pasar el mayor tiempo posible con él o ella. Esta cercanía, y la maravilla de compartir la vida, te hace sentirte mas cerca y amar más y mejor, ¿cierto?

Eso mismo desea Dios para tu vida: que lo busques y hagas crecer tu relación con Él, porque te ama con locura, se alegrará con tus alegrías y te ayudará a mantener el espíritu en alto en todo momento.

Isaías, nos brinda un poético y hermoso ejemplo del amor de Cristo por nosotros: “¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aún cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes.” (Is 49, 15-16).

¿Conoces alguien que te ame así?

Alguien que a pesar de no recibir atenciones, cariño ni dedicación de tu parte, te espere siempre con los brazos abiertos, alguien a quien hayas herido de todas las formas posibles, rechazándole, despreciándole o simplemente ignorándole, y que aún así se acerque a tu ventana a mirar cómo estás. 

Así nos espera y ama Él, y nos invita a mantenernos lo más cerca posible de Su presencia.

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Mira una bella descripción de Su amor en la Biblia: “El gran amor del Señor nunca se acaba,

y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!” (Lm 3, 22-23).

Aspectos a tener en cuenta para acercarnos mejor a Dios

Para algunos, es difícil tratar a Dios, y se sienten incómodos procurando generar una relación estrecha con Él, porque es difícil tocarlo, mirarlo o escuchar sus palabras de manera literal. Sin embargo, esto no es así.

Con Jesús siempre tenemos señal

Siempre podemos estar conectados a Dios pues desde nuestro corazón podemos hablarle en cada momento.  Por la mañana, al lanzar una mirada al cielo, podemos invitarlo a acometer el día a nuestro lado, antes de hablar con el hijo inquieto, puedes pedirle a Dios que ablande su corazón, y le permita escucharte. Cuando llegas a casa y no recibes el apoyo deseado, puedes recordar cómo todos sus amigos menos Juan y su Madre, lo abandonaron en las horas mas duras.

¡Qué mejor conexión que esta podrías tener con cualquier otro!, porque además, Él nos escucha siempre, como nos lo recuerda un bello salmo: : “Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día en que lo invoco” (Sal 116: 1).

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Y es que Dios nos ha prometido: “Mi presencia irá {contigo}, y yo te daré descanso” (Ex 33: 14).

Con Jesús siempre seremos correspondidos

En palabras del profeta Jeremías, Dios nos promete: “Me buscaréis y {me} encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón“ (Jer 29: 13), así que llamarlo y procurarlo, tendrá siempre como regalo llamar su atención, y sentir su presencia.

Él se alegrará con tus éxitos y logros, y será siempre un compañero fiel que nos llena de bendiciones: “Porque derramaré agua sobre la tierra sedienta, y torrentes sobre la tierra seca. Derramaré Mi Espíritu sobre tu posteridad, y Mi bendición sobre tus descendientes” (Is 44, 3).

Con Jesús avanzaremos hacia el bien

Dios nos ama muchísimo, y justo por eso es exigente. Él desea que le acompañemos por toda la eternidad, y desea que seamos buenos. 

En el libro de Levítico, nos delinea un camino a seguir: “No alimentes odios secretos contra tu hermano, sino reprende con franqueza a tu prójimo para que no sufras las consecuencias de su pecado. No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor” (Lev 19, 17-18)

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En Proverbios, leemos esta amorosa exigencia en una forma poética y hermosa: “Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente. (Prov 3, 3-4)

En nuestros momentos obscuros es mas difícil distinguir el apoyo y la cercanía de Dios, pero siempre llega. Si lo procuramos también en los momentos de luz, fortaleceremos nuestra relación con Él, lo que nos permitirá apreciarlo también en las sombras.  

Lee conmigo esta promesa del Antiguo Testamento, y llénate de esperanza:

«Bendito el hombre que confía en el Señor

y pone su confianza en él.

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Será como un árbol plantado junto al agua,

que extiende sus raíces hacia la corriente;

no teme que llegue el calor,

y sus hojas están siempre verdes.

En época de sequía no se angustia,

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y nunca deja de dar fruto».

(Jer 17, 7-8)

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.