Una gran lección para tus hijos: las cosas más valiosas de la vida no tienen precio

Lo que más vale en este mundo jamás podrás comprarlo, aunque seas el ser humano más rico del planeta.

Erika Patricia Otero

El mundo está lleno de personas ambiciosas. Seres humanos a los que poco o nada les importa los sufrimientos de los demás; solo les interesa lo que pueden acaparar en esta vida.

Al respecto, siempre me pregunté por qué tantas personas quieren tener muchas cosas; al fin y al cabo, al morir no nos llevamos nada. Sí, supongo que es cómodo vivir con lujos y darse sus caprichos, pero no todo se compra con dinero.

Como muchos, cuando era pequeña, ambicionaba cosas que no tenía; en ese entonces creía que el dinero era lo más importante. Ahora, en mi adultez soy completamente consciente que lo que más vale en este mundo no tiene precio.

Como adulta también soy consciente que el dinero es importante para sobrevivir, pero no lo es todo. Desde luego, deseo llegar a un punto donde jamás tenga que volver a preocuparme por dinero. Pese a eso, mientras llega ese momento, trato de vivir de la mejor manera posible.

¿Qué necesitamos para traer una vida al mundo?

Siempre quise ser madre; sin embargo, si algo siempre supe es que no quiero que un hijo mío pase por lo que yo pasé. Contemplé muchas opciones para ser madre, pero las cosas jamás resultaron favorables. Si a eso la añado que tenía muchas heridas emocionales con las que no quería contaminar a un niño; pues acá estoy, sin hijos.

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Mis preocupaciones no eran solo económicas, eran de falta de madurez y estabilidad emocional. Tener un hijo no es cuestión de tener unos “pocos pesos para comprarle lo necesario”, como alguna vez me dijeron. Implica estabilidad mental, ser responsable y maduro.

No cualquier ser humano puede ser padre o madre, eso es un hecho. No es cuestión de cuánto dinero tienes en el banco. Muchas personas adineradas han demostrado con creces que no son buenos padres; lo peor es que dejan la crianza de sus hijos a las personas que trabajan puertas adentro de su casa. ¡Claro!, también hay personas de recursos moderados que tampoco saben ser padres y viceversa; hay todo tipo de seres humanos en este planeta.

El punto es que el dinero no compra la felicidad por mucho que así lo quieran creer muchas personas. Otorga tranquilidad, comodidades y gustos, pero también atrae a muchas personas malintencionadas a la vida. No digo con esto que te quedes en la pobreza, no es así. Lo que digo es que hay cosas que el dinero no puede comprar; esto es algo vital que tus hijos deben aprender.

Lo más importante no lo comprarás jamás

La vida es un intrincado laberinto de bendiciones y dificultades. Cosas como la salud o la amistad verdadera no se pueden comprar. Ni se diga del amor o la lealtad.

En el caso de enfermedad, puedes pagar los tratamientos más costosos y de todas maneras perder la batalla; lo viví con una tía muy querida. Ella logró prolongar su vida por varios años; luego, se deterioró mucho a causa del lupus y eso finalmente se la llevó.

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En el caso de la amistad, lo viví en la universidad con una chica que provenía de una familia adinerada. Creía que las amistades se compraban; eso hasta que un día le dije que no tenía necesidad de comprarme.

Esto es algo muy importante que todos los niños deben aprender en su vida; que el amor, así como una buena amistad o la salud son “bienes” tan valiosos que no tienen precio.

Lo material es importante, pero no es una prioridad

Muchos son los padres que se preocupan porque sus hijos “tengan los que ellos no tuvieron de niños”. Esto es valioso y una intención muy legítima; sin embargo, como progenitor lo que debes procurar es que a tu hijo no le falte tu amor y compañía.

Nada gana un hijo con ir a la mejor escuela, si los padres no van a estar cuando los necesite. Un hijo no necesita la nueva X-box, si no va a tener con quién jugar.

Un niño disfrutará mucho más ir de paseo al parque del barrio con papá o mamá. Tendrá mejores recuerdos si mamá le lee un cuento en la noche o hace una oración con él.

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Una criatura valorará más el abrazo antes de ir a la cama o un desayuno preparado con amor. Esas experiencias son las que se quedan guardadas en su mente y viven para siempre con él.

Además de esto, será la manera en la que criará y demostrará amor a sus propios hijos. Sí, es bueno trabajar y dar buenas cosas a los hijos; en últimas, los lujos son el resultado del “sudor de la frente”, pero no son lo más importante.

El amor de un hijo no se compra. El tiempo que no se pasó con un hijo al cabo de un tiempo pasa factura. Hay que encontrar un justo equilibrio entre el dinero que inviertes en tu familia y el tiempo que les das.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.